Todo partido político, que aspire a ser respetado por la ciudadanía, deberá mostrar siempre un comportamiento ético en su toma de decisiones, sus actos, suponen una ineludible responsabilidad social. Estas conductas, quizá no estén sancionadas por la ley, pero existirá siempre la certeza de lo correcto o incorrecto ante una visión cada día más responsable y crítica de la sociedad.
La elección de un candidato, significa para su organización, un acto de gravedad extrema. A pesar de los derechos políticos que este pueda esgrimir, se debe hurgar en su vida para mostrarla con toda impunidad a sus potenciales electores. Los partidos no pueden ser cómplices en la mentira y el engaño de sus aspirantes, hacerlo implicaría un indeseable riesgo a su veracidad.
El pasado mes de octubre el INE restringió la posibilidad de asumir una candidatura a las siguientes personas:
- Quienes hayan sido condenados o sancionados por violencia familiar o doméstica.
- Por delitos sexuales, contra la libertad sexual o la intimidad corporal.
- Quienes hayan sido sancionados como deudores alimentarios o morosos.
Los partidos deberán obstruir también a quienes hayan agredido a la población a través de fraudes, robos, ataques y demás ilícitos que hayan sido condenados.
Quienes tengan dependencia con drogas y alcohol pues su gestión pública se podría ver afectada.
Y aquellos, que hayan usurpado funciones o grados académicos para sorprender la buena fe de los votantes.
Después de pasar este primer filtro INSOSLAYABLE, el pretendiente, antes de ser considerado, tendrá que demostrar sus posibilidades de éxito para competir en una contienda. Su simpatía, gracia, popularidad y experiencia electoral se podrían poner a prueba en una encuesta previa que sugiera es el mejor candidato disponible. Como parte intrínseca de su perfil, es menester exigir a las personas interesadas en participar, conozcan indubitadamente los principios y valores que animan a su partido.
La capacidad para desempeñar el puesto, que a muchos pudiera parecer colateral, es en mi opinión, por su impacto colectivo, el filtro más sutil y delicado.
Sin embargo, muchas veces, el pragmatismo partidario atropella sin cautela la necesaria preparación previa que deba tener todo ciudadano para poder cumplir con eficiencia sus mandatos.
Los partidos, tienen el compromiso social de ofrecer a la ciudadanía los mejores cuadros para que la gobiernen o representen, y esto sólo será posible, estableciendo un fuerte tamiz cultural, político y administrativo.
Los militantes de una organización política deben dimensionar sus posibilidades de participación en congruencia con sus virtudes y talentos.
Recuerdo hace algunos años, a una simpática mujer semianalfabeta, que había tenido la suerte de haber sido elegido diputada local bajo el método de insaculación (tómbola) en Morena, por ello creía, se había hecho acreedora a dirigir al partido en su estado. Recientemente, otra persona, en una tesitura similar, se quería convencer ella tenía el derecho y cualidades para ser la próxima gobernadora.
Considero, las exigencias de los partidos para confeccionar las listas con sus potenciales representantes plurinominales deberán ser las mismas, de tal suerte que todos puedan ofrendar una productividad máxima.
¡Confiamos en la disposición de los partidos para encontrar su justificación social!