El 2 de julio de 2006 se realizó la jornada electoral para elegir Presidente de la República, renovar la Cámara de Senadores y la Cámara de Diputados, en el Distrito Federal para elegir jefe de Gobierno y la Asamblea Legislativa, y en algunos estados concurrieron otros procesos locales.

El fraude tradicional -al estilo priista-, pero a favor del candidato del PAN fue la cereza en el pastel, de una guerra sucia solapada por las autoridades electorales, y una competencia inequitativa donde recursos de dudoso origen y del aparato de Estado fueron usados para cerrar el paso a Andrés Manuel López Obrador.

Escribió AMLO: “El día de la elección fui a votar con mis hijos muy temprano y regresé a mi domicilio. Ahí permanecí hasta las 8 de la noche. En mi casa, en compañía de Federico Arreola, estuve recibiendo los reportes de una encuesta de salida que se contrató a la empresa de la doctora Ana Cristina Covarrubias. Ese sondeo consistió en aplicar 38 mil 618 entrevistas, inmediatamente después de lo que los ciudadanos habían votado. Fue el ejercicio más grande y riguroso que se aplicó en todo el país el día de la jornada electoral. Desde el primer reporte de las 10 de la mañana hasta el último, siempre nos mantuvimos con un promedio de tres puntos de ventaja”. (López Obrador, 2007).

No obstante los augurios de triunfo para AMLO que otorgaban todos los sondeos, durante la jornada electoral la líder magisterial y priista Elba Esther Gordillo organizó a 150 mil operadores en todo el país que pagados por la SEP instrumentaron las viejas mañas del carrusel, urnas embarazadas, tacos de votos en zonas rurales, y otras más sofisticadas como suplantar a los representantes de casilla opositores, hacerse pasar por funcionarios electorales o de plano impedir la instalación de casillas en bastiones del PRD.

El objetivo fue minar en territorio los cientos de miles de votos que distribuidos en cada casilla podrían significar la diferencia de dos a tres puntos que marcaban las encuestas a favor de AMLO. Fueron operaciones quirúrgicas, una especie de robo hormiga, como si se tratara de quitar centavos o redondear los números como hacen las tiendas de autoservicio; robaban, desvirtuaban “técnicamente” con impugnaciones focalizadas, tiraban cuatro, cinco, diez votos por casilla, que eran quizá imperceptibles, pero que en la cuenta mayor implicaron llevar las cosas al supuesto empate técnico, que fue la primer estrategia diseñada por el propio INE para no darle triunfo a AMLO la noche del 2 de julio, cuando todas las encuestas de salida, los resultados que llegaban, y las sábanas de resultados colocadas afuera de las casilla le daban en mayor o menor medida ventaja clara al ex jefe de Gobierno capitalino.

El Frente Universitario de Apoyo Crítico a López Obrador, el Plan de los 3 Puntos, las Redes Ciudadanas, el Lado Izquierdo Opositor, entre otras organizaciones civiles pedimos prestados cafés- internet que habilitamos como centros de conteo alternativo; invitamos a la ciudadanía a enviar un correo con los resultados de su casilla, y así ocurrió.

Desde el cierre de las casillas hasta la madrugada llegaron cientos quizá miles de fotos con las sabanas o el acta de la casilla. Entonces, atónitos los activistas comenzamos a observar que al revisar en el PREP (Programa de Resultados Electorales Preliminares) del IFE el resultado de por ejemplo la casilla 2420 de Minatitlán, Veracruz en la foto enviada por la gente AMLO tenía 233 votos contra 120 de Calderón, y en el sistema de conteo oficial AMLO tenía 33 votos contra 120 de Calderón, es decir en el transcurso de la casilla a la captura de datos le habían volado 200 votos tan solo en una casilla.

Después comprendimos el circulo del fraude completo: de esa casilla no había acta, pues algún mapache de Elba Esther había suplantado al representante del PRD y se había llevado todas las copias. Entonces “legalmente” no había forma de comprobar lo que los ojos del pueblo vieron en esa casilla, para hacerlo solo se podría lograr abriendo el paquete electoral y contando nuevamente los votos, cosa que se convirtió en un clamor nacional en los días posteriores, pues casos como el de esta casilla emergieron entre el lodazal, pero el IFE, el gobierno federal, la oligarquía y la derecha de Calderón no aceptaron el recuento voto por voto y casilla por casilla. El pueblo jugó esa elección contra el gobierno y contra el “árbitro” que fue el jugador número 12 del régimen en términos futboleros.

Después de la jornada electoral del 2 de julio, el IFE el siguió dos procedimientos distintos para dar los resultados preliminares. El primero fue el PREP, el cual comenzó a publicar resultados a partir de las 20:00 horas (Tiempo del Centro). El PREP es un requerimiento legal cuyos resultados no son oficiales, que sirve para conocer las tendencias generales de la elección y cuya fuente son copias de las actas de escrutinio y cómputo de todas las casillas del país, mecanismo que como hemos ejemplificado lamentablemente comenzó a mostrar indicios cada vez más evidentes de discrepancia con la realidad.

El segundo procedimiento de resultados preliminares es el denominado Conteo Rápido, que es una muestra del total de casillas que estadísticamente implican el supuesto de advertir tendencias irrevocables. A las 23:00 horas del 2 de julio, el consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde anunció que los resultados del procedimiento de conteo rápido no permitían que se anunciara a un ganador. Esto se debió -supuestamente- a que la diferencia de votos entre los candidatos, en la muestra de casillas que integraban el conteo rápido, era menor al margen de error del procedimiento estadístico en cuestión. Con ello se contuvo la realidad para distorsionarla.

La noche del 2 de julio, el animo era de sereno a festivo, pero se fue perdiendo el ímpetu ante la realidad que cocinaban las autoridades electorales. En el Zócalo la plaza se comenzaba a llenar, los moderadores del gran sonido instalado en un inmenso templete en medio del corazón del país decían que no había duda que AMLO sería el próximo presidente de México, y casi unánimemente compartíamos esa apreciación pues así lo habíamos constatado de cada casilla que conocíamos por nuestra propia observación el resultado, desde todas y cada una de las localidades más disímbolas del país. Pero se fue imponiendo un nudo en la garganta, nos comenzaba a desesperar la sensación de un gol robado de último minuto, de un robo que, en ese momento, incrédulos apenas comenzábamos a comprender en su magnitud, factores e ingredientes.

Desde el lunes 3 de julio, miles de universitarios, jefas de familia, profesionistas, trabajadores, jóvenes, mujeres, adultos mayores comenzamos a darnos cita en diversos puntos de la ciudad de México ante el anuncio de que no se podían dar resultados concluyentes, cuando en todos los rincones del país las sábanas de las casillas y las actas disponibles daban como vencedor a AMLO. Se hacían brigadas espontaneas afuera de las estaciones del Metro, en mercados, en parques, algunos grupos nos trasladamos a las oficinas centrales IFE y cerramos la lateral. Las personas desde sus vehículos tocaban su claxon en señal de apoyo. Desplegamos mantas en puentes peatonales: ¡Repudio total al fraude electoral!

El jueves 6 de julio a las 3:56 horas (Tiempo del Centro) con un 97.70% de las casillas computadas, según el IFE López Obrador pasó al segundo lugar, siendo aventajado por Felipe Calderón. El conteo concluyó a las 15:20 horas con el 35.91% de los votos para Felipe Calderón, y el 35,29% para López Obrador, con una diferencia de 0.52%. El presidente del IFE, pareja de una panista y socio de su cuñado, declaró ganador a Felipe Calderón.

La realidad fue que las gráficas de resultados “oficiales” dieron un vuelco matemático imposible el 5 de julio, pues AMLO fue arriba todo el tiempo, hasta el último momento en donde apareció una curva retorcida por la mano negra de la alquimia electoral, esta vez digitalizada, que destruyó sin clemencia la voluntad popular expresada en las urnas.

AMLO recordó ese negro momento: “Fue una canallada la manipulación que llevaron a cabo los operadores del fraude con la colaboración de las televisoras. Ese día del cómputo distrital, millones de mexicanos se ilusionaron pensando que íbamos a ganar. Durante muchas horas aparecimos arriba y esto generó esperanzas que luego terminaron en llanto y tristeza. Lo cierto es que todo estaba planeado. Incluso hubo reportes en televisión, y esto lo pudimos demostrar, que se dieron a conocer antes de que llegaran los resultados al IFE; es decir, actuaron a partir de un programa retirado”. (López Obrador, 2007).

Ante la canallada, López Obrador narró cómo al observar la decisión del gobierno y sus aliados de imponer un resultado vía el fraude decidió ir a su casa a pensar con más calma las acciones a seguir, situación que tonta y burdamente fue calificada por los locutores de la trasmisión en vivo en televisión, en concreto por personajes como Ciro Gómez Leyva y Joaquín López Dóriga que dijeron “que AMLO se iba a casa derrotado y dejaba solos a sus seguidores” y que “tiraba la toalla”.

Nada más lejano a la realidad -que lo que expresó la prensa vendida de la época-; en efecto AMLO fue a casa, pero a tomar aire esa noche para convocar al Zócalo el siguiente sábado 8 de julio en lo que fue la primera movilización de la nueva resistencia, y el principio de una ruta de la que el dirigente no solo nunca claudicó, sino que se mantuvo en pie y firme para derrotar en la historia del porvenir a los que esa madrugada festejaban con cinismo las trampas del IFE y el “haiga sido como haiga sido”.

*Este texto forma parte de un trabajo más amplio que se denomina: Los años de la resistencia, que será publicado en esta columna por entregas.

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