Qué difícil resulta reconocer que alguien sea superior a nosotros cuando estamos en competencia. Esa “emoción improbable” está íntimamente relacionada con nuestro ego y el sentido de competencia que la sociedad nos ha impuesto. Se produce en todos los ámbitos y con todas las personas. Su intensidad y acritud, irónicamente, se recrudece con la gente que más queremos. Hermanos, amigos, compañeros y personas, que han contado siempre con nuestra simpatía. Somos capaces de disfrutar sus éxitos siempre y cuando sean ajenos a nuestras derrotas.

Desde hace muchos años he insistido en la necesidad de que los partidos políticos impongan filtros a todos aquellos ciudadanos que busquen una candidatura, pero quizá más importante aún, es que sean los propios aspirantes quienes se califiquen a través de una sincera introspección pues no habría juez más implacable que sus propias conciencias.

Se deberán preguntar primero si viven con la honorabilidad y respeto que todo servidor público potencial debe exhibir, sin ambages ni rodeos, ante un pueblo testificador y expectante.

Como participante, tendrá que saber si tiene posibilidades de ganar esa elección y no ser uno más en la contienda. No se puede actuar con egoísmo ante un objetivo superior del partido. Aceptar una candidatura incierta es un acto de traición a Morena, y a todos aquellos que le hayan dispensado su confianza.

Por último, el aspirante tendrá claro que el pueblo no puede, ni debe, pagar aprendizajes, esto, además de oneroso, es indigno. De tal manera que no contar con los argumentos y capacidades suficientes para desempeñar con eficiencia un cargo es un delito moral sin atenuantes.

Todos los pretendientes a cualquier puesto, por modesto que sea, idealmente deberán reunirse, hacer un balance justo de sus posibilidades, y elegir por consenso a quien mejor represente al partido y a sus comunidades, asumiendo todos, el compromiso de apoyar sin medida al compañero(a) elegido. Esto es un acto de organización política bajo el principio ineludible de la negociación y el respeto a una realidad deseada.

Las candidaturas de unidad siempre deberán estar precedidas por actos de buena fe, generosidad y pragmatismo.

Sin embargo, en casos que prevalezcan los desacuerdos y los contendientes no sean capaces de elegir al mejor en su concepto, Morena cuenta con la encuesta al electorado como método definitivo para dirimir esas diferencias.

Al margen de los procedimientos, la militancia deberá fusionar en un solo nombre y objetivo su preferencia, como condición para avanzar en el proceso democrático que demanda nuestro país. El boicot de brazos caídos y rechazo hacia alguna candidatura es un síntoma de vileza y desvergüenza.

Recuerdo al gran Heberto Castillo Martínez, en 1988, renunciando a una candidatura incierta en el PMT, para favorecer las aspiraciones de Cuauhtémoc Cárdenas y las mayorías.

2012 testifica el abandono de Marcelo Ebrard como precandidato a la presidencia de la república por el PRD para sumarse a la lucha de Andrés Manuel López Obrador.

Por último, hemos visto en Querétaro, al senador Gilberto Herrera Ruíz (mi favorito) precandidato al gobierno del estado, reconocer públicamente el triunfo en las encuestas por parte de Celia Maya García, y alentar sin restricción alguna, el proceso que la lleve al triunfo. Este posicionamiento le deslinda en los actos golpistas de algunos “seguidores” que se presume obedecen a intereses ajenos a Morena.

¡La unidad, premisa básica de cualquier triunfo electoral!