El lugar se ha convertido en un gran atractivo turístico

Red de corresponsales

Imponente se erige el Castillo de Tequila, la entrada al reino del elixir y de la tierra roja que alberga los paisajes azules del agave. Sus muros son tan fuertes como la tradición y el legado de la familia Partida Rivas, que ha hecho de esta imponente fortaleza un sello característico del esfuerzo y de un claro ejemplo de que “cuando se quiere se puede”.

Se ubica en el kilómetro 32.2 Carretera Guadalajara-Tequila, en El Arenal, Jalisco, y se ha convertido en un gran atractivo turístico, el Castillo es punto de encuentro para recorridos turísticos personalizados, a fin de que visitantes vivan la esencia de la cultura del tequila, a través de sus marcas Tierra Sagrada, Lote Maestro, Bandido de Amores y la bebida emblema de la casa, Adictivo.

Pilar Rivas nos narra cómo comenzó esta historia hace 16 años cuando ella y su esposo, Gildardo Partida, decidieron comprar dos cajas de tequila de 12 botellas cada una para venderlas.

Un sueño pequeño se convirtió de pronto en una realidad, una historia de esfuerzo y éxito, una batalla que venció adversidades y los llegó a un negocio estable, que como casa tiene un castillo, y donde conviven 200 personas del municipio de El Arenal, que al año generan aproximadamente un millón de litros de tequila y que exportan -en un 80 por ciento- a Estados Unidos y Canadá.

“Esto nació de nuestras ganas de hacer algo como pareja. A mí me encantó la industria, soy licenciada en Negocios Internacionales, y eso me abrió la visión. Los papás (de Gildardo) ya tenían su fábrica y yo ahí le ayudaba e iniciamos comercializando una marca que es de su familia y ahí fue donde fuimos buscando el mercado”.

Pese a que el castillo fue un sueño compartido casi desde el inicio, no fue sino hasta 2016 cuando, en un afán de independizarse y crear algo propio, la familia comienza prácticamente con la construcción de un lugar que hasta la fecha sigue en formación, pues en los últimos años han expandido la visión para consolidar, a largo plazo, un pequeño hotel para el disfrute de turistas.

“Nuestro sueño era tener un castillo, y buscamos cómo incorporar los dos proyectos con el tequila y hacerlo un solo proyecto, porque hoy por hoy no se podía entender que a lo mejor un castillo en nuestra zona geográfica pudiera existir. Somos el primer (castillo de tequila) en la zona e incluso a nivel nacional”, añade por su parte Gildardo Partida.

Contrario a lo que se pueda pensar, por el legado familiar, Gil narra que ha sido difícil concretar todo esto, porque desde un inicio tuvieron que ir en contra de todos los paradigmas, por la construcción del lugar para la fábrica del tequila, y por la competencia de otras marcas que los orilló a innovar en todos sentidos.

“Ha cambiado bastante la industria los últimos 20 años, yo creo que lo más difícil ha sido abrir los mercados, porque antes el consumidor era más conservador con sus marcas, el mercado era más celoso. Nos tocó innovar en diferentes puntos, por ejemplo tenemos un perfil de producto que es afrutado, fresco, dulce. Adicionalmente las presentaciones, las botellas son de moldes propios, con diseños y registros”.

Si bien tampoco estuvieron exentos de las afectaciones generadas debido a la pandemia por Covid-19, sobre todo en la cadena de suministro ante la ausencia de algunos materiales, Pilar y Gildardo trabajan día a día no solo por continuar sino hacer duradero un sueño con el que buscan ser referente nacional y, por qué no, también mundial.

El Castillo de Tequila tiene un estilo arquitectónico del siglo XVI, inspirado en haciendas tequileras. La experiencia turística versa en dar a conocer la historia del Paisaje Agavero y el nacimiento del tequila, mediante el arte, la comida y, cómo no, la bebida.

Así es que si usted viaja a Tequila y ve el Castillo, recuerde, no se equivocó, no está en el medievo, va entrando al reino de Tequila.