Soy la bruta del celular / Por María Luisa Prado

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Uno de mis grandes defectos es la adicción al celular. Pese a que estoy consciente de ello, no logro zafarme de esa enorme loza que representa depender de un simple aparato que solo sirve para comunicar y observar el mundo a través de su pantalla.

Y es que este pequeño artefacto se ha convertido en una dulce compañía de mucha gente, y en mi caso, además de eso, es una herramienta indispensable en mi trabajo.

La verdad es terrible depender del celular. Lo llevo conmigo cuando como, cuando voy al baño, cuando me acuesto, cuando estoy en el cine, cuando voy manejando y muchos cuándos más que me dan la certeza de que estoy enajenada con ese pequeño instrumento de comunicación.

Lo más terrible es saber que estoy enferma de celular y no he hecho nada por dejar de depender de él. Bueno, eso creía antes.

Aunque he tenido suerte de no tener ningún incidente grave derivado de mi distracción, hace unos días, viví una experiencia que pudo ser grave y todo por ir distraída con el celular mientras manejaba.

Confiada en mis reflejos y en mi aparente habilidad para manejar, uno de estos días mientras me dirigía al trabajo, recibí el mensaje de uno de mis amigos.

Acostumbrada a contestar sin la precaución debida, empecé a entablar una conversación con él. Tomaba el celular y le contestaba sin reparar en que iba manejando.

Esto lo había hecho miles de veces, pero mi soberbia inaudita no me permitía siquiera imaginar que esta estupidez de escribir mensajes de texto mientras conducía, ponían en riesgo mi vida y la de muchas personas.

Distraída, bajé la cabeza para contestar el siguiente mensaje y justo después de volver la vista al frente, mi coche se estrelló contra el auto que iba adelante. No pude frenar a tiempo. Detrás de mí otro conductor golpeó mi cajuela armando un verdadero desastre.

Fue un pinche segundo en que me distraje. Fue un segundo, pero por mi pendejada, todos salimos perjudicados. Destruí dos coches de personas que no tenía la culpa en lo absoluto. Ellos iban bien. Yo provoqué todo.

De mi coche ni hablamos. Ese quedó chato por los dos lados. Para mi fortuna, nadie salió lesionado. Salvo el susto y en mi caso, con la culpa de haber causado este accidente que pudo evitarse. 

La verdad los señores del incidente se portaron de maravilla. No me reclamaron y me dijeron que no me preocupara. Lo bueno es que todos teníamos seguro y entre ellos arreglaron el problema.

Mi buena estrella me acompañó hasta el final, pero la culpa no me deja todavía. Quisiera regresar el tiempo para no contestar el celular y conducir atenta mi automóvil.

Tanto que critico a la gente y sus adicciones y yo no puedo dejar la mía. Esta experiencia me debe de servir. De no hacerlo, es posible que provoque otro accidente y ahora sí, existan pérdidas que lamentar.

Desde aquel día me voy a trabajar en Uber, en espera del dictamen que den de mi coche. Este error me costó un buen de dinero. Aún no sé que voy a hacer, cambiarlo, embarcarme con otro o seguir trasladándome en autos de aplicación.

Sigo dependiendo del celular todavía. Sigo pegada a él como estampa, pero esta experiencia debe servirme mucho. Aún no he manejado después de esa experiencia, pero creo que aprendí la lección y seré más sensata a la hora de utilizarlo mientras manejo.

Con lo vivido, mi visión ha cambiado. Lamentablemente veo que muchos conductores también van manejando con el celular en sus manos y en sus vistas. No dudo que tarde o temprano provocarán un accidente y saldrán perjudicados y perjudicarán a otros. Sí, así como lo hice yo, la bruta del celular.