La designación de Celia Maya, como candidata al gobierno del estado no estuvo exenta de escándalo, Ángel Balderas, consejero de Morena en Querétaro, atacaba sus posibilidades. “es una eterna perdedora”, “está enferma” “es muy mayor”, “es mujer”. Todos esos juicios, eran verdades a medias, estaban condicionados por el rencor que despertaba la cancelación de un proyecto que el consejero y otros cuantos compartían.
Antes, Balderas había hecho suya la máxima de que “en política los espacios vacíos se llenan”, y sí, ante la ausencia de un presidente del Comité Ejecutivo Estatal, y un secretario general frágil y sin reconocimiento del Comité Ejecutivo Nacional, decidió adueñarse del partido en el estado, sin mayores “méritos” que la ambición y el descaro. Poco le duraría el gusto.
De acuerdo con el malogrado estatuto vigente, en su artículo 32, es el presidente (o delegado en funciones de presidente del CEE) el único que habrá de conducir políticamente a MORENA en el estado. La participación de otros se considera “marginal”, y solo, de forma colegiada.
Sin embargo, sucedió lo inesperado, uno de los contendientes (Balderas) era reprimido públicamente por sus excesos, reduciendo sus amagues e ilusiones. El otro, (Méndez) se replegaba dócilmente ante el influjo de un poder antiguo. Y así llegaba Celia, la candidata, a ejercer un poder y liderazgo que nadie le otorgaba.
De un solo golpe surgieron nuevas reglas, todas contravenían lo establecido. La militancia ya estaba acostumbrada a la anarquía, “un poquito más en nada afectaría”. Celia imponía el “besamanos” del pasado priista. Así lo entendía, todos los aspirantes tenían que pasar por su “palomeo” y vivir la vergüenza del desaire o una palabra de aliento y de esperanza.
Celia asumía con esmero su quimera ¡Morena soy yo! Lo pensaría. Ella misma sería la Comisión Nacional de Elecciones ¡nadie más! También ejercería sin contemplaciones su nuevo papel de “encuestadora visual” sin recurrir a los sondeos. ¿para qué?, sabría, por la intensidad de los halagos, quien era el bueno para cada cargo.
Doña Celia por fin acariciaba un poder, fugaz, pero presente. Así fue escalando de las sutiles sugerencias a la imposición abierta. Ponderaba su argumento a quien la quisiera escuchar; “tengo compromisos”. No aceptaba, ni entendía, el único convenio era con el pueblo y esto se significaba como condición inapelable para ganar elecciones. Con la indolencia cómplice del CEN, designaría a la mayoría de los candidatos a presidentes municipales, estos, tendrían que sujetarse a sus restricciones, y aceptar la humillante imposición parcial de sus planillas.
Por último, quedaban los espacios para competir por las quince diputaciones locales. Su casa sería una romería con el desfile de tantos aspirantes que buscaban afanosamente llamar su atención o por lo menos ganarse una sonrisa. Se distinguirían por sus afanes aquellos de menores aptitudes.
La “lista de Celia”, compuesta por una muchedumbre anónima, dejó en el camino a los actores estelares, ellos, serían sustituidos por algunos “extras” que ponderaban la sumisión como virtud inalterable.
Está por demás decir que este antiguo método de selección, privativo del despótico priismo autócrata, era bienvenido en un ámbito sin competencia alguna. Ahora, por respeto a la ciudadanía y al partido, tendrían que haber sido elegidos solo los mejores. Es decir, aquellos de probada honestidad, con capacidad para ganar una elección y en especial con el talento para desempeñar el puesto con suficiencia. Eso solo habría sido posible en un entorno sin compromisos y grotescas simpatías efímeras.
La precaria lista de doña Celia, supone una concesión al adversario y la sospecha de solo ponderar los plurinominales designados. Rescato a unos cuantos candidatos y aspirantes que se mantuvieron al margen de la vergonzosa lisonja. El panorama luce desolador para Morena. La impericia, ineptitud y perversión evidente desnudan sus posibilidades reales.
Después de largos periodos de luchas y esfuerzos morenistas en Querétaro, es penoso testimoniar que: “Para construir, una vida, Para estruir, un momento”.
Arturo Maximiliano García Pérez, para su fortuna, trasciende a Morena como entorno, es un candidato ciudadano que cuenta con la empatía y respeto de todos los votantes, requisito insalvable para lograr el triunfo del pueblo queretano.