Los tacubos volvieron a la ciudad que los vio nacer, y con un concierto acústico, recordaron los mejores años de la capital del país

Redacción

Lo que no queda claro es si Cafe Tacvba es la Ciudad de México o la Ciudad de México es Café Tacvba. El de esta noche fue el primer concierto de los de Satélite en la Gran Tenochtitlán después de más de dos años de pandemia.

De algún modo, entre el caos vial, este show fue el despertar de la gran urbe de América Latina.

Y es que escuchar a los tacubos es escuchar los sonidos, pero sobre todo, los sentimientos de una ciudad que no sabe parar. La energía transmitida por los hermanos Rangel, Albarrán y Meme del Real es una especie de bálsamo.

Los desaparecidos, los feminicidios, la injusticia social: todas las llagas de México estuvieron presentes no para sufrirse: para bailarse. Cafe Tacvba,  como lo dicta la ancestral tradición mesoamericana, invita a disfrutar la tragedia.

Lo que también queda claro es que el nivel de ejecución de la banda chilanga es casi perfecto. El show, eminentemente acústico, comenzó con un viaje al pasado, al “Re“, uno de sus álbumes más célebres que incluso forma parte del culto internacional. Fue así como tocaron Trópico de cáncer, El Ciclón y El Metro después de María, su gran éxito.

Desde 2018 no interpretaban Bar Tacuba y lo hicieron. Allí, Rubén Albarrán demostró que su voz permanece intacta pese al paso de paso de los años. Pero quizá la sorpresa de la noche fue la nueva versión que hicieron de Futuro con una banda de alientos que le dio un toque muy regional a esta canción que, cabe decir, es de las pocas que canta Quique Rangel. La Muerte Chiquita también fue interpretada de esta manera.

Lo que vino después fue un viaje por la discografía tacuba: Volver a Comenzar, Rarotonga, Las batallas, La locomotora, Esa noche, Chilanga Banda, El puñal y el corazón… Y aunque en el Auditorio Nacional no dejan beber ni bailar dentro del recinto, poco le importó a las más de 10 mil personas cuando Café Tacvba interpretó El baile y el salón poco antes de su cierre con Ojalá que llueva café.

Una vez más, Café Tacvba demostró que los años le hacen bien. Todavía le quedan viernes, sábado y domingo en el Auditorio, aunque los boletos están agotados y, afuera, los revendedores ofrecen una entrada hasta en seis mil pesos.

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