La política es como el mercado, donde el producto/candidato se amolda al cliente.
Hemos visto un cambio trascendental en la forma de hacer campaña. Los partidos políticos están evolucionando, al igual que las regulaciones, están “mejorando”. Antes teníamos campañas con presupuestos ilimitados, con los que se financiaban las maratónicas demostraciones en calle, anuncios en postes de luz, reuniones con los líderes comunitarios, cuñas de radio y campañas en periódicos reconocidos. Ahora contamos con “campañas reguladas” por el Instituto Nacional Electoral, que al sobrepasar el presupuesto estipulado se tiene que pagar una multa… pero siendo realistas… Una vez electo por mayoría ¿Qué son unos cuantos pesos más por el poder?
Sin embargo, las nuevas tecnologías proporcionan una manera de cautivar los votos de manera más personal y desde casa; con mensajes a la medida que garantizan una reacción de empatía con el público y son difíciles de identificar como propaganda. Vemos a “políticos influencers” de las redes sociales, donde las mediciones y alcance llega con información más digerida y dirigida, por medio digital. Pero en el fondo la mayoría, lo único que están haciendo es propaganda barata sin contenido real para la población.
Cabe recalcar que la exactitud con la que se llega al posible votante es gracias a la información privada que compartimos por internet: Cada vez que damos un “like”, seguimos a alguien o comentamos queda grabado en nuestra huella digital. Todo esto es una responsabilidad compartida, ya que como usuarios de internet, no leemos la parte de política de privacidad de datos personales, donde básicamente aceptamos que toda la información que compartimos y generamos con nuestro uso de las redes sociales sean procesadas con algoritmos (ósea formulitas) que permiten nos lleguen desde mensajes con los que resonamos hasta noticias falsas para quitar posibles votantes a candidato opositor, dependiendo con el cual tengas más similitud de pensamiento.
El éxito de todo candidato independiente y candidatos que nacen de la nada es simplemente por el internet, no es coincidencia que son los distritos con mayor conectividad y con menos desigualdad social. En campañas políticas no importa si hablan mal o bien del candidato al inicio, lo importante es que hablen del candidato.
Entre las frases que imperan en el mundo político encontramos: “Las palabras en campaña se las lleva el viento”; “El candidato en campaña es diferente al que gobierna” y “El voto es cada vez es más caro”. El costo del voto está totalmente relacionado al nivel de persuasión que necesita el elector. Es decir, mientras mejor informado, cuestionará y participará más dentro de su comunidad para conocer y dar un voto asertivo basado en la información con la que cuenta, de acuerdo a las promesas de campaña.
Por su parte, el elector ignorante en el tema político le importará poco quien tiene las mejores propuestas, su voto estará enfocado en quien es más carismático, así como en lo que su núcleo primario opine y por quién siente más empatía. No tomará una decisión consciente, pero si consensuado entre su círculo cercano.
Un criterio recurrente en las campañas es “Divide y vencerás“. Por ello, en los mensajes de campaña los que más escuchamos son, “políticos corruptos”, “chairos”, “fifís”, “ninis”, “apoyos”, “mafia del poder”, “pobres y ricos”, todos estos adjetivos son divisorios y muchos de los mexicanos se empatizan o se ofenden con estos, lo que provoca que haya bandos de algo que ya teníamos marcado desde hace mucho tiempo, como es el clasismo. En otros países se aprovechan del racismo y xenofobia para ganar elecciones, pues cada país tiene sus demonios; en México son los estratos socioeconómicos.
Las campañas políticas ya conocen a su clientela, saben lo que quieren y cómo lo obtienen, hay miles de libros, estrategias y carreras universitarias con el único fin, el poder.
Me pregunto, ¿En qué momento el gobierno dejó de ser para la gente y la gente empezó a ser para el gobierno? Necesitamos gobernantes que conozcan las realidades de todos los estratos sociales, con excelentes asesores, con firmes conocimientos de administración y política pública, con un fuerte lazo con el sector privado, gremios y asociaciones. Lo más difícil de un político no son las campañas políticas, es el saber gobernar. No necesitamos grandes campañas, necesitamos grandes líderes.