La estigmatización es una alternativa tan fácil como irresponsable para calificar a distintos grupos políticos. Basta que lo diga, o escriba, un líder de opinión para que sus seguidores confirmen su adhesión incondicional repitiendo, sin decoro ni argumentos, aquella “verdad irrefutable”.

México, ha presentado desde sus inicios, una lacerante desigualdad socioeconómica entre sus habitantes, esto, que para algunos es apenas perceptible, para otros, la mayoría, es injusta e indignante.

Es en el fatídico 2006, en víspera de las elecciones federales, cuando Vicente Fox, su oscuro candidato y los empresarios de siempre, creaban de forma deliberada una peligrosa polarización entre ricos y pobres que con el paso del tiempo se agudizaría de manera irremediable.

Recuerdo, en esa época, en el “lobby” de un modesto hotel del centro en la ciudad de México, haber tenido una breve charla con la afanadora…

-¿Y usted por quién votará?

-¡Por Calderón! Me dijo sin pensarlo mucho

-¡Para que voto por un jodido igual que yo, en que me podrá ayudar! Concluyó doctoralmente,

-¿Y porqué piensa usted que el candidato de los ricos ahora ayudará a los pobres si nunca lo han hecho?

-¡Es verdad, da lo mismo nadie nos ayuda!

-¡No diga eso, López Obrador estableció la pensión para adultos mayores.

-¡Bueno, eso sí!

Hay que tener presente, desde el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas (1997) la izquierda en la ciudad de México jamás perdió el gobierno y todo parece indicar que esos veintitrés años no serán pronto interrumpidos.

Pero vayamos al punto central. Existe una falsa idea generalizada entre las clases medias y medias altas, que el perfil de los votantes (simpatizantes y militantes) de Morena es una amalgama de pobres sin educación formal, siendo exactamente todo lo contrario. En 2018, diversas casas encuestadoras hacían sondeos a “boca” de urna, todos, con resultados similares: Las personas con mayores ingresos y escolaridad conformaban el grueso de la población que había votado por Morena. El perfil del votante que tuviera el candidato López Obrador en 2006 y 2012 había cambiado dramáticamente.

Lo anterior explica con suficiencia que la campaña del actual Presidente de la República fue plural e incluyente. No se marginó a nadie por su ideología política, por su condición económica, por su raza o su orientación sexual. Nadie debería quedar fuera, y así sucedió. Este viraje a la pluralidad democrática resulto ser un “arma” letal en contra de los políticos tradicionales que habían actuado como dueños de México en todo momento, discriminando a las mayorías para que ejercieran sus derechos político-electorales.

El presidente López Obrador ha insistido hasta la saciedad que su prioridad, que debería ser de todos, es actuar en beneficio de los pobres por razones humanitarias, sociales y económicas. Esto, que pareciera ser privativo de México, ha sido instaurado por todos los países que entienden su gravedad e importancia. El estado del bienestar avanza inexorablemente en el mundo para evitar que sus poblaciones caigan en una injusta marginalidad y reducir la desigualdad que a pocos beneficia.

En Morena, no todos sus simpatizantes y afiliados son pobres, es más, me atrevería a decir, en virtud de las encuestas, que la mayoría no lo son, pero comparten la maravillosa coincidencia de querer hacer algo, de forma desinteresada, por su país y comunidades que lo integran.

Me causa gracia que la pequeña oposición mexicana critique la capacidad de consumo que tengan las personas identificadas con la izquierda para comprar automóviles, realizar viajes, ir a restaurantes, etc., abrogándose para sí mismas esos derechos “de clase”.

¡Hay “principios” que se deben desterrar de nuestra propia casa!