Diego Catelli, desde Europa

El martes las ciudades italianas amanecieron en silencio. El presidente Giuseppe Conte extendió las restricciones de viaje y de asamblea -originalmente designadas para el norte de Italia-, a todo el país. La situación parece producto de una ficción del escritor portugués José Saramago: Un virus que se expande de manera voraz cobrando cientos de vidas de ciudadanos ancianos y que pone a prueba los límites de nuestro sistema económico y social.

Las medidas no son para nada radicales, considerando que el conteo de muertes incremento de 463 el lunes 9 de marzo a 631 el martes 11, colocando a Italia como el país con más muertes después de China y el tercero con más casos confirmados, detrás de China y Corea del Sur.

El gobierno italiano también ordenó el cierre de teatros, museos, casinos, antros, escuelas, plazas públicas y cines. Muchos eventos públicos también han sido cancelados, como el carnaval de Venecia, la serie A de fútbol italiano, así como los campeonatos de cualquier otro deporte hasta, al menos, el próximo tres de abril.

A pesar de que desde un punto de vista sanitario la situación no es alarmante para la mayoría de los ciudadanos, las medidas pueden dejar a muchos ciudadanos en riesgo de dificultad económica, ya que las actividades laborales y comerciales son suspendidas o limitadas.

Por lo anterior, la Asociación Bancaria Italiana (ABI) ha introducido una medida para suspender el pago de hipotecas y créditos para personas y empresas en las áreas con restricción de movimiento. Como medida adicional, el pago de seguros y oletas de gas, agua y electricidad también ha sido suspendido. El ABI también ha introducido una petición al Banco Europeo Central (ECB) para extender y relajar las reglas de moratoria, con el objetivo de no afectar la liquides de los negocios y ciudadanos italianos, lo cual podría crear un efecto dominó en la economía italiana y en las instituciones de crédito.

La institución financiera americana Standard & Poors (S&P) ha actualizado sus predicciones para el crecimiento del PIB italiano en el 2020, ajustándolo de -0.4 a un -0.3 por ciento.

Sin embargo, los efectos económicos no son sólo impactan a Italia. Como bien mencionó el ministro de Economía italiano, Antonio Misian, “el virus se está convirtiendo rápidamente en un problema europeo y Europa debe tomar acciones simultaneas y coordinadas en todos los países”.

“Desde el punto de vista económico -agregó el funcionario italiano-, no podemos ir todos por nuestros caminos, porque todas nuestras economías están interconectadas. El esfuerzo tiene que ser uno a nivel europeo y de gran magnitud”.

En línea con ello, las predicciones del S&P para el 2020 en Alemania y Francia muestran una contracción del crecimiento del 0.5 a 0.0 por ciento y de 1.3 al 0.7 por ciento, en ese orden.

Ante ello, los ministros de Finanzas de la eurozona han declarado que están dispuestos a usar todos los instrumentos a su disposición para mantener el crecimiento económico.

Como si fuera poco, el lunes 9 de marzo el precio del petróleo cayó 30 por ciento, causando efectos en los mercados internacionales. La caída fue causada por las medidas introducidas por Arabia Saudita en respuesta a una confrontación con Rusia. En vista de la contracción de los mercados, muchos están hablando de una nueva recesión e incluso de una crisis de la globalización. Las primeras alertas de la fragilidad de las cadenas de suministro internacional empezaron a sonar cuando la industria china se vio afectada por el virus.

En vista de la reciente popularización de medidas proteccionistas, muchos funcionarios públicos han visto al coronavirus como una oportunidad para fortalecer a los negocios locales, especialmente considerando la seguridad alimentaria, el comercio internacional presenta un gran riesgo de contagio. En momentos como éste, ciudadanos y gobiernos se dan cuenta de la necesidad de fortalecer los sistemas locales de producción y distribución de alimento.

Asimismo, una recesión económica y una crisis de la globalización presenta una oportunidad para la lucha ambientalista. En cuestión económica y política, el coronavirus es tratado como cualquier catástrofe natural. Es muy probable que como cualquier otra catástrofe natural solamente sea un bache y el status quo continué una vez que el virus sea contenido. Sin embargo, la epidemia ha revelado la fragilidad de nuestro sistema económico y comercial, así como los incendios en el Amazonas y Australia han puesto en evidencia la dura realidad del cambio climático. Es muy probable que estas catástrofes naturales sean más constantes e intensas a medida que los años pasan.

Es claro, esta recesión económica presenta una oportunidad para las sociedades y gobiernos a través del mundo de reformar los modelos económicos y los sistemas de producción y distribución con el objetivo de crear sociedades más resistentes, autosuficientes y sustentables.

Solo queda esperar a ver si las medidas introducidas por el gobierno italiano logran contener la expansión del virus. El resto de Europa también está enfrentándose a la expansión del virus, aunque por ahora no presenta desafíos para la vida diaria de los ciudadanos. Sin embargo, tarde o temprano el virus pasará al igual que cualquier catástrofe natural en la historia, y lo que quedará por ver será la respuesta del sector público y privado. Las evidencias de las claras falencias de nuestro sistema económico internacional continúan manifestándose, cada vez de manera más grave. ¿Será que finalmente emergerán lideres dispuestos a tomar los riesgos requeridos para reformar nuestras sociedades y economías?

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