El Doctor Sócrates era un futbolista con una postura irreverente dentro y fuera de la cancha. No entraba en los cánones de las posiciones habituales, en sentido estricto no era un mediocampista o un delantero, tampoco un extremo, y menos un contención. Fue inventando y recreando su posición en cada partido, merodeaba el área grande, para correr y disparar a gol o girar hacia el extremo y detonar una inverosímil jugada. Tejía bonito y fino el desenlace de cada toque, cada jugada, en consonancia con la magia brasileira. Aunque el entrenador no supiera donde situarlo, él se colocaba para darle ritmo y sentido al equipo.
No tenía el porte común de los futbolistas brasileños. Era blanco con alma afro, como un Mick Jagger del balón, muy alto pues media 1.92, pelo rizado y barba, pero sus piernas largas le imprimían una inusual categoría a la cadencia brasileña, solía dar pases de tacón o con el tobillo, mientras fintaba con mantener la zancada que le permitían las alargadas piernas.
Era doctor porque en el club decía que estudiaba medicina, pero era futbolista porque en la facultad de Medicina decía ser jugador profesional, aunque en realidad todo parecía un gran pretexto para no practicar una cosa ni la otra, pues no le gustaba la disciplina de estudiar ni entrenar, pero con sus legendarios dones natos fue una leyenda de la cancha y un médico consagrado en la credibilidad de sus recetas. ¿Qué especie de pacto extraordinario habrá hecho para jugar tan bien al fútbol y aprender medicina? Si estudiaba, pero a deshoras, quizá después de escuchar algo de samba y beber cerveza, para llegar tarde al otro día a entrenar, pero a su vez ser el último en irse de los entrenamientos pues se quedaba a practicar tiros penalti de taquito y espalda al arco. Al salir tarde de entrenar llegaba aún más tarde al aula universitaria, donde la clase ya iba a la mitad…
Hay una especie de consenso histórico que la dictadura militar o Quinta República Brasileña tuvo una duración del 1° de abril de 1964 al 15 de marzo de 1985, y que inició luego del golpe de estado de marzo de 1964 y el derrocamiento del gobierno democrático de Joao Goulart. Cuando el golpe, Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, mejor conocido como Doctor Sócrates era un niño de diez años, a quien conmovió intensamente ver a su padre llorar y quemar los libros de la biblioteca familiar por temor a ser detenido, encarcelado o desaparecido por su postura militante.
Ya en la universidad Sócrates no solo no era un estudiante formal, sino se fue entregando al activismo estudiantil que cuestionaba el régimen militar. Dictadura caracterizada por las violaciones a los derechos humanos, la ausencia de libertad de prensa y expresión, la represión a la oposición política y el anticomunismo como ideología, en un mundo donde permeaba la polarización de la Guerra Fría. En la década de los setenta, Brasil estaba en brazos de Estados Unidos, recibía asistencia económica dentro del Plan Cóndor y ese rasgo era el salvoconducto de los militares para la subsistencia del régimen.
Después de la adolescencia donde abrevó el espíritu crítico de su padre, en 1974 Sócrates debutó como futbolista profesional con el Botafogo y en 1978 fichó por el Corinthians, donde se convirtió en leyenda. En sus primeros años con los albinegros ganó el campeonato “paulista” en 1979 y se convirtió en referente singular en el fútbol brasileño. Ese mismo año debutó con la selección verde amárela. En la selección tuvo la etiqueta de “histórico” anotó 22 goles en 60 partidos oficiales. Cuando todavía vivía en 2004 el Rey Pelé lo incluyó en su lista de los 100 mejores jugadores de toda la historia.
Con la selección brasileira jugó los Mundiales de España 1982 y México 1986. En ambas justas representó quizá uno de los últimos héroes de la pelota que lo sacrificaba todo por el “joga bonito” o juego bonito, que era verdadera poesía y una escuela rutilante de futbol brasileña acorde a su cultura e idiosincrasia: toque de balón, juego en equipo, contragolpes, tiros potentes desde fuera del área; todo unido por la cadencia y la alegría de disfrutar la fiesta de los goles.
En España 1982 fue capitán de una de las generaciones más talentosas dirigida por Telé Santana y con jugadores como Zico, Falcao, Toninho Cerezo, y Júnior en la cancha. Sin embargo Paolo Rossi de Italia se interpuso en el camino y Brasil no ganó la copa, pero ese esquipo fue recordado en el imaginario colectivo por su juego bonito. El futbol como manifestación artística se llama Brasil 1982 y Sócrates era el alma. En 1983 el Doctor Sócrates fue reconocido por la prensa como el mejor futbolista del cono Sur.
Con ese cartel a los 30 años de edad Sócrates aceptó una oferta de la Fiorentina de la Serie A italiana. Solo estuvo allí la temporada 1984-85 en la que participó en 25 partidos y anotó 6 goles. Al año siguiente regresó a Brasil pues nunca pudo desprenderse de la vida alegre y jugó para el Flamengo de Río de Janeiro, con el que ganó el Campeonato Carioca.
En México 86 volvió a ser el alma del último equipo verdeamárela que honró su tradicional estilo; en esa justa fueron eliminados el 21 de junio de 1986 por la Francia de Michel Platini en penaltis, en el que es considerado uno de los 10 mejores partidos de la historia del fútbol. Esta vez Sócrates en algún momento tuvo el gol ante 55 mil espectadores que abarrotaron y adoptaron a Brasil en el estadio Jalisco, como en el 70 de Pelé, los mexicanos los arroparon. Joel Bats, portero galo, se impuso entre Sócrates y la gloria de avanzar.
La afición azteca tuvo muy presente que después de los sismos de 1985 el Doctor Sócrates fue un jugador que practicó la solidaridad genuina y portó en los juegos una banda en la cabeza con la leyenda: “México sigue en pie”.
Se podrían escribir libros enteros de las gestas de Sócrates en la cancha, pero su legado trascendió la alfombra verde, para situarse en la historia como un hito de la participación política con su invención insólita: la Democracia Corinthiana.
Tras una serie de malos resultados que terminaron con la dimisión del presidente del Corinthians, en abril de 1982 nació la «Democracia Corinthiana», un movimiento inédito e incomparable en el fútbol brasileño. Sócrates fue impulsor junto a otros compañeros con gran compromiso político como Wladimir, Casagrande y Zenon. Sócrates propuso como salida ante la crisis deportiva recuperar el orgullo construyendo lo colectivo desde la igualdad de todos los integrantes del equipo.
El método fue democratizar todas las decisiones, para que todos fueran incluidos en las mismas y todos las defendieran en los hechos. Si no se podía por consenso, se votaba entre todos los jugadores. Eso armó de fuerza interna al equipo, pues antes de cada decisión, sobre temas como la formación táctica, las alineaciones, la forma de encarar un encuentro, los estímulos o castigos, o hasta permisos para viajar, salir de la concentración, no jugar o ir al baño, primero eran discutidos en equipo y luego se definía que hacer respecto de cada cosa.
En el contexto de la dictadura militar, la Democracia Corinthiana tuvo una gran relevancia que irradió esperanza de la cancha a la tribuna, vislumbrando una manera distinta de afrontar la realidad. El movimiento no solo sirvió para democratizar el deporte nacional, sino también para concienciar a la sociedad brasileña contra la dictadura: en el dorso de la camiseta llegaron a imprimirse frases como “Democracia” y “Día 15 Vote” (en referencia a las primeras elecciones a gobernador en Sao Paulo).
La época de la Democracia Corinthiana llevó a la plenitud deportiva. Corinthians, que antes del campeonato paulista de 1977 había estado 21 años sin lograr el título, logró dos consecutivos en 1982 y 1983 definiendo el título a favor las dos veces en la final frente al Sao Paulo FC y solucionó su situación económica.
Inventor de esta experiencia democrática casi única en el futbol, tras su retiro de las canchas Sócrates siguió siendo un bohemio, trasnochador e irreverente, no fue muy exitoso en su carrera como entrenador, pero abrió una clínica de medicina deportiva. Mantuvo su influencia militante en la sociedad brasileña como columnista en prensa y comentarista deportivo.
Su muerte fue tal y como pidió en una entrevista de 1983: “Quero morrer em um Domingo e com o Corinthians Campeão” (“Quiero morir un domingo y con el Corinthians campeón”). La fecha fue en la madrugada del domingo 4 de diciembre de 2011 y esa misma tarde su equipo se proclamó campeón. Decenas de mantas ilustradas con su nombre -Doctor Sócrates-, ondeadas por la torcida lo recordaron para siempre, como la gran leyenda y alma del Corinthians. Un inusual precursor democrático.