El freno a la inversión de Constellation Brands en Mexicali debe reconsiderarse. México no está en un momento donde pueda desestimar inversiones, empleos, derrama económica y descuidar su atractivo para las inversiones globales. Cuidar las inversiones no se contrapone a un crecimiento justo.

Hoy el gobierno tiene en su mano generar desarrollo social de manera ética y respetuosa ¿o no? Las acusaciones de corruptelas anteriores o estrategias empresariales en contra de los intereses de la población, ¿deberían generar frenos o más bien límites estrictos?

La pregunta es: ¿el gobierno puede generar crecimiento responsable o no?

Hemos sido testigos de cómo empresas, gobiernos y funcionarios han participado en decisiones desastrosas para la economía del país, claro que hay desconfianza en el poder económico de facto, pero es importante reconsiderar y para esto expongo algunas premisas.

En administraciones anteriores logramos récords históricos en Inversión Extranjera Directa (IED), y ¿de qué sirvió? ¿benefició a la población? Sólo fuimos testigos de operaciones multimillonarias de grandes corporativos que mostraban acuerdos entre personas acaudaladas sin mayor impacto para el país.

Sí, los grandes indicadores podrían mostrarse positivos, pero los ciudadanos al final del camino no vimos ningún beneficio para la vida diaria.

No es un secreto la precariedad salarial en México, no es un secreto la corrupción corporativa, los intereses aplastantes de grandes firmas, estrategias fiscales que mermaron y fueron en contra de los intereses del país y demás acciones que fomentaron una mala fama de las multinacionales.

Pero, ¿podremos salir adelante o sólo señalaremos las viejas corruptelas? Y también, ¿las empresas están dispuestas a escuchar o sólo quieren acumular capital para reportar resultados positivos a sus holdings? Es momento de la sensatez. Es momento de buscar no sólo el beneficio propio.

Ahora bien, claro que las empresas responden a intereses económicos, son entidades con la finalidad de obtener ganancias, ¿eso está mal? ¿desde cuándo está mal buscar utilidades? Entonces ¿por qué pareciera esto injusto para el gobierno? ¿es un análisis simplista o hay algo más detrás de esta decisión contra Constellation?

Empresas como ciudadanos han sido víctimas de extorsiones y corrupción que venían de las altas esferas del gobierno, pero si ahora no existe esa forma de trabajo, ¿por qué no permitir el libre crecimiento de estas entidades económicas? ¿sabrá el gobierno generar prosperidad sin caer en prejuicios?

También catalogar a una empresa como “mala” es grave y representa un trato no igualitario. ¿Puede o no el gobierno integrar a todos en su plan de nación? ¿sabrán las empresas trabajar con una verdadera responsabilidad social? ¿se pueden permitir inversiones y a la misma vez limitar la voracidad corporativa?

En medio de una crisis mundial, pérdidas millonarias de puestos de trabajo, cierre de miles de empresas, ¿no debería ser el debate cómo lograr que se realice esta inversión de manera ética? ¿o el gobierno no incluye a este sector en sus planes? ¿ya los juzgó y ahora sólo emite su condena?

Aunque lo niegue, hay una evidente posición negativa del gobierno contra las empresas. Carlos Salazar Lomelín, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), ha señalado esta premisa más de una vez, pero ¿será que ya hay un juicio presidencial y nada se puede hacer al respecto?

Si el gobierno de México tiene como objetivo generar prosperidad para los más necesitados, ¿no podrían ser las compañías uno de los factores contra la pobreza? O ¿no necesitamos empleos, fuentes de ingresos y crecimiento económica? ¿de dónde piensa el gobierno lograr esto si tiene en su lista negra a la inversión privada?

Si hubiera corrupción atrás de Constellation Brands, ¿no está la administración en turno capacitada para demostrarlo, darle seguimiento y en su caso fincar responsabilidades? ¿puede hacerlo o no? Y si no tiene los elementos, ¿por qué dar tales afirmaciones?

Podemos como país salir adelante. El gobierno puede y quiere. El punto es quitarse el prejuicio, bien ganado, eso sí, sobre la voracidad de las empresas, sobre decisiones injustas que llevaron al país a una precariedad para trabajadores, mujeres y para los más necesitados.

Negarse a aceptar una realidad donde las empresas son importantes para el desarrollo de un país es negarse a ser un estadista.