A Narciso Mendoza “el Niño Artillero” se le ha considerado mito o leyenda por las voces del conservadurismo que suelen despreciar los actos de heroísmo popular, y que han pretendido enviar este episodio glorioso al panteón del olvido. Lo central es que, a la luz de la historia, la primera gran transformación de México significó un amplio movimiento del pueblo, edificado desde abajo con la participación de mujeres y hombres de todas las edades, incluyendo los casos de niños como Narciso que a los doce años arriesgó su vida por la Independencia.

Las fuentes históricas narran con claridad el suceso. Carlos María de Bustamante en su “Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana” (1823) recogió así el hecho: “Esta voz falsa de alarma produjo también funestos efectos en otros puntos, pues afectados de pavor sus defensores abandonaron la artillería, y la plazuela de San Diego casi quedó escueta; sólo se vio en ella a un muchacho de doce años llamado Narciso: vínose (sic) sobre éste un dragón que le tiró un sablazo y le hirió un brazo; no tuvo este niño más efugio que afianzarse con una mano de un palo de la misma batería y con la otra tomar la mecha que estaba clavada en el suelo, dio casi maquinalmente fuego al cañón, que disparado en el momento más oportuno mató al dragón que le acababa de herir y contuvo al enemigo que avanzaba rápidamente. Con tan fausto e inesperado suceso, volvió a su puesto Galeana, y quedó restablecido el orden. Después de la acción, Morelos hizo que le llevasen a aquel jovencito, a quien asignó una pensión de cuatro reales diarios, que percibió hasta que se evacuó la plaza”.

El contexto de esta acción se dio en 1812, pues en diciembre de 1811 los insurgentes arribaron a Cuautla; en ese entonces el movimiento independiente, al que los realistas habían creído derrotar con la ejecución y decapitación de Hidalgo, Allende y Aldama, se había reagrupado con el liderazgo de José María Morelos y Pavón, y sus lugartenientes Hermenegildo Galeana y Mariano Matamoros. Por tal razón, el Virrey Venegas había instruido al general Félix María Calleja cerrar el paso a la rebelión, que se encontraba en la antesala de la capital. Calleja decidió sitiar a los insurgentes en Cuautla, ponderando que la diferencia numérica entre sus tropas y las de Morelos, haría que se rindieran fácilmente.

Al interior del ejército insurgente destacado en Cuautla participaba la tropa infantil de Los Emulantes, capitaneada por Juan Nepomuceno Almonte, hijo biológico de Morelos y en ella participaba Narciso Mendoza.

Las tropas realistas avanzaron en el sitio y atacaron por todos los flancos y por el centro. En la Plaza de San Diego, intensificaron el fuego, convencidos de que no podrían detenerlos. Los soldados insurgentes comenzaban a caer muertos y dispersarse. Entonces, un estruendo rompió en pedazos el cielo y la línea de ataque realista, derribando a muchos. Lo que generó una grata sorpresa entre los insurgentes y los motivó a no claudicar.

Como refirió Bustamante, el estratégico y bien colocado disparo de cañón lo había hecho un niño de doce años, Narciso Mendoza, quien, regido quizá por el instinto de sobrevivencia, perfiló el arma hacia los atacantes y prendió la mecha, destruyendo de un golpe la vanguardia realista.

La acción de “el Niño Artillero” en términos militares quizá tuvo solo un valor simbólico, pero en cuanto a la motivación de las tropas del pueblo fue una historia que circuló de boca y boca y alentó la rebelión popular, pues un niño ponía el ejemplo de la valentía y perseverancia necesarias para lograr la emancipación nacional; y en el caso concreto del sitio de Cuautla, este hecho permitió a Morelos y Galeana resistir para que llegara ayuda de otras tropas insurgentes, y romper así el cerco el 2 de mayo de 1812. Lo que posibilitó la continuidad de la guerra de Independencia.

La historia de Narciso Mendoza es nebulosa, se sabe que su vida iba aparejada con el siglo, pues nació en 1800 aunque se desconoce la fecha exacta. Tras el sitio de Cuautla José María Morelos le dará a Narciso el grado de alférez y se convertirá en su protector y mentor.

Posteriormente al consolidarse la República, Mendoza alcanzó el grado de teniente coronel en el Ejército del México Independiente, pero luego fue desterrado a Centroamérica, en un capítulo fascinante que también habrá de desentrañar. La supuesta razón del exilio del infante heroico fue que acompañó en la etapa adulta de su vida a su viejo amigo y conocido Juan Nepomuceno Almonte quien apoyó el segundo imperio. Se sabe también que Mendoza volvió a Cuautla, donde murió a los 88 años de edad el 27 de febrero de 1888.

En 1810 cuatro de cada 10 habitantes de la Nueva España eran menores de 15 años, en una población de seis millones de habitantes. No todos fueron combatientes, algunos fueron víctimas y muchos más sufrieron las consecuencias de la guerra. Niños como Pedro Bernardino Alquisiras, Luis y Guadalupe Moreno Pérez, Timoteo Rosales, también figuraron por sus actos militares durante la guerra de Independencia.

Habría que comprender el carácter popular de la lucha de liberación y la participación de los diversos extractos de la sociedad novohispana en la primera revolución, para ubicar también el papel de las niñas y niños que resistieron, padecieron, e incluso combatieron como “el Niño Artillero” en la disputa por ver nacer la Patria. Como escribió Paco Taibo: “No se trató de una asonada, de un golpe militar, una conjura palaciega. En los orígenes, el movimiento independiente fue una terrible y cruenta guerra social, que abrió la puerta a una devastadora guerra, la revolución que duró once años”.

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