Por Eduardo González

En septiembre de 2012, a escasos 11 meses de haberse creado el Movimiento de Regeneración Nacional en octubre se 2011), Andrés Manuel López Obrador afirmó que esa nueva organización política no habría cabida para el caciquismo, amiguismo, influyentismo, nepotismo, sectarismo y clientelismo.

Mediante una carta dirigida a los delegados en los congresos distritales, estatales y el nacional de Morena, el tabasqueño subrayó que “ninguna de estas y otras lacras de la política actual serán permitidas”.

Lo expresado en aquel entonces por el ex candidato presidencial por dos ocasiones consecutivas eran valores innegables y necesarios en cualquier organización, dependencia gubernamental o compañía del sector privado. No sé requieren estudios profesionales o de posgrado para entender y aplicar que esos flagelos son un cáncer para cualquier institución. Es simple sentido común. Simple ética. Sólo eso.

Luego de dos intentos fallidos, el político tabasqueño ganó, finalmente, en 2018 las elecciones presidenciales. Era el momento de pasar a la praxis todas las doctrinas, valores y propuestas de había acuñado durante más de 12 años de campaña electoral.

En días recientes, en algunos medios de comunicación nacional (si, medios de comunicación, conformados por periodistas), difundieron una investigación en donde se evidencia la red de familiares que tiene el “Clan Luján” en el gobierno federal y, claro, en el mismo partido Morena.

De acuerdo con la información revelada, siete integrantes de la familia de la secretaria del Trabajo y Previsión Social, Luisa María Alcalde Luján, se encuentran trabajando actualmente en el gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador.

Los parientes de la funcionaria son servidores públicos con cargos de primer nivel en las secretarías del Trabajo y Previsión Social, Gobernación, Relaciones Exteriores, Función Pública, Hacienda y el DIF, los cuales cuentan con salarios no menores a 78 mil 468 pesos mensuales.

Y lo anterior se suma el hecho de que la madre de la secretaria del Trabajo, Bertha Luján, presidenta del Consejo Nacional de MORENA (y quien fue contralora de la Ciudad de México en tiempos en el que el ahora Presidente de la República fue jefe de Gobierno del Distrito Federal), hoy es candidata a la presidencia de Morena con un sueldo 36 mil 881 pesos brutos, como pago por sus servicios profesionales por honorarios asimilados a salarios.

Ante ello, la también más joven de los secretarios del gobierno federal, Alcalde Luján, descarta que detrás de las contrataciones de sus familiares hayan prácticas como nepotismo, compadrazgo e influyentismo.

“No tengo ningún familiar ni en Gobernación ni en Cancillería. Cada uno es responsable de su propia historia, de su propio camino, de su propia educación. Yo creo que lo que no se vale es que haya tráfico de influencias, lo que no se vale es que haya ilegalidades, pero me parece que cada una y uno de la enorme familia que tengo pues puede a través de sus esfuerzos llegar a buscarse un futuro en este país”, argumenta la secretaria.

Ante los cuestionamientos que se desataron en “la mañanera” por dicho caso, el presidente de la República, López Obrador, anunció que daría instrucciones a la Secretaría de la Función Pública (SPF), para investigar y descartar cualquier anomalía. A favor de investigar el caso se han sumado partidos de oposición y demás líderes sociales.

Alcalde Luján tiene razón en que las cualidades y perfil laboral deberían ser las razones para contratar a un determinado candidato a un cargo.

Sin embargo, al margen de lo que resolviera la SPF -en el lejano caso que efectivamente se llevara a cabo una investigación-, lo cierto es que la posición tanto de la secretaria del Trabajo como del propio presidente López Obrador, deja mucho que desear. No sería necesario esperar una investigación para dejar aflorar la ética y sentido común para reconocer que no es correcto para cualquier gobierno o sociedad que familiares ocupan cargos de primer nivel y lo cual va en contra de las valores y filosofía promovidos por MORENA. El compadrazgo e influyentismo han sido uno de los peores obstáculos que ha enfrentado el país durante décadas.

La ética y el sentido común no se aprenden o consiguen en la escuela ni en altos cargos públicos o privados. Son valores forjados en el núcleo familiar y aplicados en lo individual. “Aunque tengas dinero bien conseguido, no es correcto comer enfrente de hambrientos”, dice con mucho acierto la voz pública. En este caso, no tiene nada de malo tener dinero, lo incorrecto es la forma de ejercerlo.

En el caso del caso del “Clan Luján” también es suficiente el sentido común y la ética para entenderlo. Solo eso.

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