La angustia de sentirse contagiada por el COVID19, es una daga penetrante que envuelve los sentimientos y los hace frágiles. Quedas vulnerable, sentida y con mucha culpa.

Esta enfermedad nos ha cambiado a todos. Nos ha obligado a ser diferentes y extraños. El contacto físico es un riesgo. Nada es igual, aunque mucha gente dice que todo es mentira.

A veces nos negamos a respetar la nueva normalidad. Somos insensibles, testarudos y así vamos por la vida.

En días recientes, el esposo de una amiga mía, resultó positivo a la prueba del COVID19. Es asintomático y dice que él se siente perfectamente bien.

Antes de conocer los resultados, Miguel, decía que el virus no existía  y nunca realizaba las medidas higiénicas que han sugerido las autoridades.

Le decimos el invencible porque según él, nada le hace daño. Mi amiga discute frecuentemente por ese motivo sin que pueda convencerlo de ser más consciente del problema en que vivimos.

Bueno, después de hacerles este preámbulo, les cuento que una vez que supe la noticia, los nervios se me crisparon, mi cabeza se llenó de pensamientos negativos y por más que intentaba calmarme, no pude hacerlo.

Seguramente se  preguntarán: ¿y por qué te sentiste mal María Luisa?

Les cuento:

Tratando de volver a retomar mis actividades, en medio de esta incertidumbre, provocada por el virus en forma de corona, visité a Norma hace quince días.  Ni ella, ni yo imaginábamos que Miguel fuera portador del bicho. Él tampoco lo sospechaba.

Con la alegría de volver a verla, no tuve precaución alguna y me quité la mascarilla, el cubrebocas, hablé fuerte y hasta me aventé unas carcajadas que seguramente se escucharon muy lejos.

Además no respete la sana distancia con mi amiga. La abracé y nos tomamos las manos como si no pasara nada. Creo que fui muy irresponsable, lo acepto.

Nunca me imaginé que esa salida me provocaría una crisis emocional muy fuerte en los siguientes días.

Después de la visita irresponsable, recibí una llamada de Norma. Noté en su voz algo extraño. Pensé que era una broma, pero no. Me contó lo de Miguel y me dijo que a petición de su médico, estaba en los laboratorios a punto de entrar a realizarse la prueba COVID19.

Me dijo que estaba angustiada de pensar que pudiera estar infectada del corona virus. Yo estaba peor. Días previos había estado con ella, en su casa.

Me recomendó que también fuera a practicarme la prueba.

Consulté con un amigo neumólogo y me explicó que no siempre los asintomáticos pueden llegar a contagiar a la gente cercana, pero de cualquier forma, me dijo que me practicara los análisis. Mi angustia se prolongó más cuando vi el precio, pero no tenía otro remedio y me fui al laboratorio de mi confianza.

De acuerdo al protocolo me dijeron que era necesario dejar pasar seis días después del contacto con el contagiado. Es el tiempo para determinar si eres positivo o negativo. Avise en mis superiores de la situación y me mandaron trabajo para hacerlo desde casa.

En tanto llegaba el día de la prueba, mi mente inventaba síntomas. Eran noche largas y con insomnio. Mi corazón se estremeció cuando Norma me compartió sus resultados. También era positivo y  asintomática.

Mi locura, neurosis e imaginación inventaron el peor de los escenarios. Sí ellos eran asintomáticos, yo seguramente estaría igual que mis amigos.

El día de la prueba, estaba ahí, resignada, pesimista, muerta en vida. Me atendieron muy pronto. En menos de un minuto, mis orificios nasales recibieron dos hisopos. Las muestras quedaron selladas y me dijeron que en 72 horas tendría los resultados vía correo electrónico.

Obviamente no dormí los días siguientes. Estaba pegada a la computadora esperando recibir la comunicación del laboratorio. Un día, dos días, tres días… hasta que llegó el papel esperado: Paciente María Luisa Prado, NEGATIVA

Sorprendida, tardé en reaccionar. Fui con mi amigo el especialista. Le enseñé los resultados y confirmó que, efectivamente mi cuerpo no tiene COVID19.

Me dijo: No toda la gente se contagia. A veces es la buena constitución física y su sistema inmune trabaja a la perfección. Si crees en Dios, dale las gracias y si no, también, y me dio tres palmadas en la espalda.

He estado platicando con Norma y Miguel y parece que ya están libres del COVID19 y ambos han concientizado el problema y de verdad son muy distintos y se llevan mejor.

Yo, he aprendido mucho con esta experiencia insólita, emocionante y enriquecedora.

Hoy me cuido más, respeto más, entiendo más y me quiero mucho más. Y de todo corazón espero que nunca más, nadie vuelva a tener la angustia de sentirse contagiada… Bye