Andrés Manuel López Obrador ya era un personaje legendario de la lucha política y social en México a fines del siglo XX.

El fraude electoral cometido por el PRI- Gobierno a favor de Carlos Salinas de Gortari el 6 de julio de 1988, había generado un ambiente de frustración social en todo el país. El Ing. Cuauhtémoc Cárdenas recorría las plazas públicas en protesta por el robo de la Presidencia de la República, en el Zócalo, Ciudad Universitaria de la UNAM, Villahermosa o Morelia miles de personas colmaban de rabia el viento al grito de: “el pueblo votó y Cárdenas ganó”.

1988 fue el año de una inédita insurgencia ciudadana. La coalición que había respaldado la candidatura presidencial de Cárdenas, el Frente Democrático Nacional, agrupó un mosaico de partidos, organizaciones y personajes, desde los denominados partidos satélites del gobierno -el PPS (Partido Popular Socialista), el PST (Partido Socialista de los Trabajadores, cuna de los famosos “Chuchos” que en ese proceso cambió su nombre oportunamente a PFCRN Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, conocido como “El Ferrocarril”) y el PARM (Partido Auténtico de la Revolución Mexicana)-; la escisión del régimen articulada en la Corriente Democrática (encabezada por el propio Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez) que rompió ideológicamente con el PRI por su viraje neoliberal; y el heredero del registro partidario legal del Partido Comunista Mexicano, y del Partido Socialista Unificado de México, y refundado en 1987 como PMS (Partido Mexicano Socialista), cuyo candidato el Ing. Heberto Castillo Martínez alcanzó mayores tamaños históricos al declinar su candidatura durante la campaña por Cuauhtémoc, en un llamado auténtico a la unidad de las fuerzas que pugnaban por terminar con la dictadura perfecta del PRI.

En 1982, Miguel de la Madrid Hurtado candidato del PRI, ganó la Presidencia de la República con el 70.99% de la votación, el PAN con Pablo Emilio Madero obtuvo el 15.65%, el PPS y el PARM apoyaron también a De la Madrid, el PSUM obtuvo con Arnoldo Martínez Verdugo el 3.48% y el PRT con Rosario Ibarra de Piedra el 1.77%. Para ilustrar la magnitud de la ruptura de la Corriente Democrática y el peso de su coalición electoral con la izquierda, en datos oficiales que por supuesto fueron maquillados por el fraude, el 6 de julio de 1988 el FDN con el hijo del General obtuvo 31.12%, el PRI con Salinas 50.36%, en una operación dónde quirúrgicamente ubicaron la mayoría simple con la diferencia del 0.36, y el PAN con Manuel “Maquío” Clouthier tuvo el 17.07%. Es decir, en datos oficiales Cuauhtémoc aumentó diez veces la fuerza electoral reconocida a la izquierda.

En esos días agitados que se prologaron hasta la ceremonia de cambio de gobierno del 1° de diciembre de 1988, hubo una parada previa fundamental: las elecciones de noviembre para gobernador en Tabasco. Ahí, Andrés Manuel López Obrador irrumpió como una figura política regional, a sus 34 años, ya contaba con una trayectoria política y social anclada en el compromiso con los indígenas de la Chontalpa.

De su arduo y honesto trabajo social territorial, en su libro AMLO: vida privada de un hombre público Jaime Avilés da cuenta: “Octubre de 1982 se acerca a su fin. Andrés Manuel está a punto de cumplir 29 años de edad. Lleva cinco años y diez meses al frente de la Coordinadora Regional del INI en la región maya chontal de Tabasco. Asumió el cargo en enero de 1977, cuando era un muchacho de 24. El gobernador Leandro Rovirosa Wade le dio el nombramiento por recomendación de Carlos Pellicer. El poeta murió a la edad de 80 años, pocos días después. Andrés Manuel quedó al frente de una pequeña estructura burocrática, respaldada por una abundante y generosa chequera del gobierno. Al asumir el cargo, se comprometió a atender a 80 mil personas, distribuidas en 84 comunidades marginales de los municipios de Centla, Macuspana y Nacajuca, y la zona rural del municipio de Centro, a las afueras de Villahermosa. El abandono en que encontró a los descendientes de los mayas era absoluto. Sin médicos ni medicamentos en sus lejanas aldeas”. (Avilés, 2012).

De ese trabajo a ras de tierra que López Obrador desarrolla en el servicio público, desde una óptica no burocrática ni de político de vieja escuela, germina una de las lecciones que habría de significar uno de los sellos del obradorismo: “Los políticos tradicionales llenan su agenda con reuniones, comidas y desayunos con otros políticos, hombres de negocios, embajadores o, en general, con personajes del poder, y nunca van con la gente, a las colonias y a los pueblos. Pero el poder no está en esas reuniones, el poder está en la gente”. (Batres, 2009).

Narra Jaime Avilés: “Sin caminos ni medios de transporte para llevar a sus enfermos a los hospitales. Sin tierras. Sin dinero. Sin trabajo. Sin proyectos. Sin esperanzas. Sin futuro. Sus viviendas eran frágiles, de muros de palos y techo de palma tejida (guano). El piso era de tierra, o más bien de lodo, a causa de la humedad permanente. Adultos y niños dormían en hamacas. Los asediaban las garrapatas, los devoraban las chinches. Las lombrices intestinales. Los piojos. Los tábanos, los jejenes, los chaquistes. Eran víctimas de las epidemias de sarna. Pese a que el agua estaba por todas partes, no tenían agua potable. Tampoco drenaje. Mucho menos electricidad. Las cocinas se reducían a un comal, un fogón de leña y alguna que otra cazuela.” (Avilés, 2012)  De ese México profundo y desolado, emerge la figura de Andrés Manuel López Obrador para transitar de un liderazgo social a la disputa político electoral en un contexto dominando por un cacicazgo imperturbable.

AMLO seguía en su quehacer cotidiano no solo la recomendación que dio el poeta Carlos Pellicer para su persona, sino especialmente sus recomendaciones poéticas: Tabasco en sangre madura/ y en mí su poder sangró/agua y tierra el sol se jura/ y en nubarrón de espesura la joven tierra surgió.

El respaldo popular que le dieron los tabasqueños desde sus primeras tareas electorales, se debió a que concitó voluntades a través de la creatividad, la perseverancia y el trabajo directo de base que López Obrador empleó para colaborar codo a codo a resolver problemas colectivos de indígenas y campesinos, ante su ominoso presente, como retoma Jaime Avilés de la publicación de Irena Majchrzak, Cartas a Salomón: Reflexiónes acerca de la educación indígena; posdata desde Tabasco: seis años después (1988), sobre la edificación de canales o camellones, muy parecidos a las chinampas de Xochimilco para el aprovechamiento de tierras y aguas pantanosas:

“No obstante, las acciones del INI me parecen sumamente importantes. Sobre todo la construcción de camellones. Fui a Tucta. Me pareció una de las maravillas del mundo. Han sido secadas catorce hectáreas de tierra por el sistema de canales. Son catorce hectáreas que el hombre ha domesticado y quitado al agua, y donde se ha propuesto otro orden a los elementos existentes en el medio ambiente. No se siente allí en lo más mínimo una violencia sobre la naturaleza o sobre el ser humano. Tampoco se le exige a éste otros conocimientos fuera de los tradicionales. El cambio consiste en que, en vez de hacerlo alternadamente según las inundaciones y secas, ahora podrán, en la misma época, pescar en los canales y cultivar en la tierra seca, donde he visto cultivos de maíz, frijol, naranjas, plátanos, chiles y otros. Entré en las casas de los habitantes de Tucta; sin duda alguna son mucho más ricas y están mejor equipadas que las casas de los campos cubiertos de agua.” (Avilés, 2012).

El proceso electoral anterior para elegir gobernador de Tabasco lo ganó Enrique González Pedrero del PRI en 1982 con el 95.5% de los votos, ahí la izquierda electoral solo había obtenido 0.2% de la votación. Sin embargo, González Pedrero dejó el cargo para incorporarse a la campaña presidencial de Carlos Salinas el 1° de diciembre de 1987 y fue sustituido por José María Peralta López quien gobernó la entidad durante el 88, en el tiempo de los comicios locales dónde haría su primera participación Andrés Manuel López Obrador.

López Obrador fue respaldado por el PMS, el PPS y el PFCRN como candidato a la gubernatura de Tabasco, el FDN cómo tal comenzaba a desmoronarse, un sector de los partidos que eran llamados a claudicar desde el salinismo, que iniciaba su estrategia para cooptar o matar a los disidentes, no obstante AMLO realizó un minucioso trabajo organizativo, tomando sus experiencias sociales en la Chontalpa como fuente de legitimación y estructura; fueron momentos difíciles pues apenas se había llamado el 21 de octubre de 1988 a fundar el PRD (Partido de la Revolución Democrática) con las fuerzas que decidieran mantenerse en el movimiento democrático y no reconocer a Carlos Salinas, sin embargo, en los días del proceso estatal tabasqueño el PRD todavía no existía.

En las elecciones estatales de Tabasco realizadas el 9 de noviembre de 1988, AMLO obtuvo un histórico 20.9% y si bien, ganó el PRI, con  Salvador Neme Castillo y 78.3% de los sufragios, hubo indicios de fraude electoral, pero en un estado que había sido bastión del PRI donde ese partido ganaba con más del 95% y el famoso carro completo, el obradorismo irrumpía en la historia regional, pocos los sabían en ese momento, pero llegaba para quedarse y detonar nuevos escenarios locales.

AMLO denunció la expulsión de sus representantes de las casillas, la adulteración de actas electorales, el carrusel (no olvidar que no había credencial con fotografía), y el relleno de urnas. El FDN exigió la anulación de los comicios, mientras que López Obrador realizó una gira por el estado para alertar de “la antidemocracia, autoritarismo y represión”. El conflicto post electoral se emparejó con el clima de incertidumbre que se vivía en el país, Cuauhtémoc Cárdenas acompañó las movilizaciones tabasqueñas, que derivaron en plantones en las cabeceras de algunos municipios. La policía entonces intervino, comenzó la represión, detenciones ilegales y desapariciones de decenas de militantes y simpatizantes de la coalición.

1988, se remonta el primer fraude electoral en perjuicio de un movimiento popular político pacífico y legal encabezado por Andrés Manuel López Obrador. El obradorismo surge como fuerza regional en el sureste en aquellas jornadas, para dar un fuerte impulso a la lucha por la democracia en México, que costó tan solo en Tabasco decenas de vidas de militantes.

*Este texto forma parte de un trabajo más amplio que se denomina: Los años de la resistencia, que será publicado en esta columna por entregas.

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