Después del regreso triunfal de Andrés Manuel López Obrador a su oficina del Zócalo donde atendía desde la madrugada los temas de la Ciudad, al no haber un partido de izquierda realmente organizado a nivel nacional, el movimiento victorioso que en esencia era ciudadano, se desmovilizó durante la segunda mitad de 2005.
En la opinión de Jaime Avilés:
“Desafortunadamente, por un error de cálculo, porque estaba altísimo en todas las encuestas, por exceso de confianza o para no desgastar a sus seguidores con más y más acciones callejeras, cuando faltaba más de un año para las elecciones del 2 de julio de 2006, Andrés Manuel mandó a la gente a su casa y se dedicó a preparar su campaña. Fox y Felipe Calderón, aunque enfrentados y divididos, aprovecharían esos largos meses de desmovilización popular para reorganizar su ofensiva golpista”. (Avilés, 2012).
Lo cierto es que la ciudad demandaba mucho desgaste y atención, lo primero era retomar la gobernabilidad que, si bien nunca había estado en riesgo por la entrega y convicción cotidiana de los servidores públicos que acompañaban la gestión del jefe de Gobierno, era importante consolidar la obra social y transitar el resto del 2005 en las mejores condiciones para el pueblo capitalino, que había brindado un gran respaldo a AMLO; no fue menor haber resistido la embestida del Caso Paraje San Juan, los video escándalos, la marcha descontextualizada contra la inseguridad, y finalmente el desafuero.
El problema era que el PRD ya estaba carcomido y no había estructura nacional, si bien, en el caso de la ciudad de México el aparato partidario estuvo a altura de las circunstancias y fue pieza clave de la resistencia. En varios estados la corriente Nueva Izquierda o “Los Chuchos” usaban el partido como fuente de migajas que recibían de los gobernantes en turno, a cambio de que las dirigencias estatales o municipales existieran como floreros en el mejor de los casos, e incluso como infiltrados en donde el obradorismo ciudadano cobraba fuerza. No ayudaban ni prestaban atención a los esfuerzos de la gente por construir un movimiento que significara una alternativa viable al PRI y el PAN.
En el segundo semestre de 2005 se dieron los procesos para la presentación de los candidatos a la presidencia de la República tanto del PRI, Roberto Madrazo, como del PAN, Felipe Calderón; este último se posicionó como un supuesto disidente de Vicente Fox, de quien había sido parte del gabinete como Secretario de Energía. En la idea de no cargar con los costos políticos del guanajuatense quien defraudó las expectativas de cambio de millones de ciudadanos, Calderón vendió la idea de un deslinde, que solo fue una argucia.
En el caso del PRI, apostaron a un viejo conocido y adversario de AMLO, el tabasqueño Roberto Madrazo, quien representaba al viejo PRI clientelar, corporativista y corrompido. Su estrategia era más que para ganar fue para buscar golpear políticamente a AMLO y ayudar a cerrarle al paso, para mantener así el régimen neoliberal.
Ante la escasa convocatoria del PRD para organizar la campaña, de manera independiente diversos sectores se fueron organizando con sus propios medios, el 28 de febrero de 2006, en el auditorio Alfonso Caso de la Torre II de Humanidades se conformó con estudiantes, trabajadores y académicos de la UNAM, el Frente Universitario de Apoyo Crítico a López Obrador, en un acto entrañable con la participación de Rosario Ibarra, Octavio Rodríguez Araujo, y Enrique Dussel.
Por su parte grupos y activistas juveniles se organizaron en la Red Nacional de Jóvenes con AMLO, y realizaron diversas acciones de promoción del voto en ese segmento de la población.
El 29 de julio de 2005, Andrés Manuel López Obrador rindió su último informe de gobierno al frente del Gobierno del DF. Las notas de La Jornada reseñaron:
“En su último informe de labores al frente del Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador subrayó que al destinar 64 millones de pesos a programas de desarrollo social -“la inversión más importante para el bienestar de la gente en toda la historia de la ciudad”-, cumplió su precepto de “por el bien de todos, primero los pobres”.
El saldo más que positivo, con la austeridad se ayudó a los más vulnerables, y se desarrollaron los programas de apoyos a personas adultas mayores y discapacitados, y de atención médica y medicamentos gratuitos.
En el evento realizado en el repleto y festivo Auditorio Nacional AMLO, “Acotó que “a pesar del escándalo de los videos, puedo sostener, de manera categórica, que no permitimos la corrupción en el gobierno y por eso rindió más el presupuesto”. En el tema de la seguridad pública, lamentó que “algunos casos muy tristes hayan sido manipulados para sugerir que no se pudo enfrentar a la delincuencia y mantener la percepción de que fue nuestra asignatura pendiente”.
Dice La Jornada: “Otros aplausos estuvieron acompañados de consignas: “¡Obrador, amigo, el pueblo está contigo!”, se escuchó desde una sección del auditorio. Entre las plateas sobresalía una manta monumental repetía una de las frases dichas constantemente por el gobernante en sus últimas conferencias de prensa: “Buena suerte. La alegría está por llegar”.
Al final de su discurso López Obrador reafirmó:
“Como ustedes saben, a partir de hoy dejo la jefatura de Gobierno porque voy a luchar, junto con muchos mexicanos, mujeres y hombres, por una verdadera transformación de México”.
Después de cuatro años y 236 días de estar al frente del gobierno capitalino, con una interrupción de 17 días por el desafuero, López Obrador regresó a su casa en Copilco para preparar la siguiente etapa de lucha.
Este texto forma parte de un trabajo más amplio que se denomina: Los años de la resistencia, que será publicado en esta columna por entregas.