Hoy cumplo 45 años de edad. Goethe escribió en su obra Fausto: “Gris es toda teoría y verde y dorado el árbol de la vida”. El inmenso árbol de la vida nos brinda luces y sombras entre sus tibias o húmedas hojas, bajo su abrigo nos acogemos para esperar el amanecer o la negra noche. El filósofo Enrique Dussel ha referido que la voluntad de vivir es la esencia de la política. No es un tema menor agradecer al destino la posibilidad de seguir presentes, en el contexto de una calamidad que ha devastado a la humanidad, y, sobre todo, que ha afectado a los más pobres y vulnerables de las sociedades del mundo. La pandemia también ha desnudado que las desigualdades generadas por un sistema injusto y opresor tienen por rehenes a la mayoría de los habitantes, que yacen empobrecidos, pauperizados y excluidos de la seguridad social.
En la tumba de José Revueltas -el eterno inconforme-, se encuentra escrita la misma frase que invita a la praxis del Fausto de Goethe. La fuente de la férrea disidencia de Revueltas también era su voluntad de vivir, pero no expresada en términos del egoísmo capitalista ni del individualismo vulgar, sino sujeta al amparo de lograr sueños colectivos, los cuáles el escritor duranguense -que murió en 1976 hace 45 años-, construyó y criticó, para moldearlos conforme a las aspiraciones del pueblo, y demolerlos cuando fueran traicionados o desviados de sus principios originales. Por ello, Revueltas expresó: “Todo acto de creación es un acto de amor.” La creación de un mundo diferente es un acto de profundo e inquebrantable amor al prójimo.
En una charla reciente con el escritor Paco Ignacio Taibo, el autor de Días de combate (una de sus novelas capilares publicada en 1976), definía el momento actual que vive México como una lucha de nosotros -los militantes-, en dos frentes simultáneos:
Hacia afuera contra el golpismo de los conservadores -que se articula todos los días en campañas de odio y de guerra sucia-, empleando a medios de comunicación e intelectuales orgánicos adictos a las prebendas que recibían del viejo régimen neoliberal y personeros residuales de las viejas elites de poder económico.
Hacia el interior del movimiento frente a las contradicciones de un partido que pierde tiempo en sumergirse en la ya conocida e inútil guerra interna tribal -que durante lapsos muy grandes de 2018 a la fecha ha ocasionado el dejar de ser movimiento para solo aceitarse en una maquinaria electorera, anidando en su agua estancada sapos con la piel curtida en los malabares del oportunismo y la desideologización-.
Ante ello, a mitad del camino del primer sexenio de la Cuarta Transformación, Paco Ignacio Taibo ha sugerido hacernos tres preguntas precisamente para superar el pasmo con el que partido-movimiento abdica por periodos de su tarea central de ser el instrumento del pueblo organizado para el cambio verdadero: ¿De dónde venimos?, ¿Quiénes somos?, ¿A dónde vamos?
Es importante que los jóvenes tengan pasado ha dicho Taibo, que sepan de dónde venimos -para que no sigan “flotando” en una sociedad en conflicto sin tomar posición-; esto implica que se expongan en todos los espacios posibles la memoria histórica de más de 50 años de luchas sociales, cívicas, ciudadanas, políticas -y no sólo electorales-, de 1968 a la fecha, y que fueron marcando el tránsito para la estación triunfante del 2018, cuyo camino busca la reconstrucción del Estado de Bienestar, dónde la tesis de la acción colectiva ha sido “Por el bien de todos, primero los pobres”. Que se sepa que nuestros anhelos de hace décadas por que hubiera más universidades para todos, becas para los jóvenes que dejaban de estudiar por motivos económicos, programas de capacitación para el empleo, campañas de verdadero fomento y acceso a la lectura, entre otras ideas, hoy son una realidad.
En dónde estamos, hacia dónde vamos. Se nos invita a recuperar la crítica y la autocrítica, a volver a la esencia de Morena: la cercanía con la gente, ser pueblo, es estar con el pueblo. Retomar los proyectos amplios de formación política, y mantener el movimiento con comités vivos en todas las secciones electorales del país; en cada barrio, ejido, colonia, unidad habitacional, pueblo, de lo contrario el agua estancada se pudre y la habitan sapos. El agua en movimiento se vuelve un mar incontenible y guiado por marineros libres en barcos de causas justas y comunes, aboguemos por lo segundo.
En esta hora de agosto de 2021 me honra -como diría Rockdrigo que dijo Freud en la rola original de Metro Balderas-, contar con que: “solo es la experiencia que he experimentado”-, usanza cierta de haber compartido con mujeres y hombres libres la historia de nuestros días, y de venir de diversas y arduas jornadas inspiradas en la voluntad y alegría de vivir. En la participación por medios propios. En la autogestión. En el decir haciendo.
Desde la resistencia cardenista -durante el salinismo dónde vendíamos boletos para rifar coches y financiar el naciente PRD-; el comité juvenil de campaña del Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas que contribuyó a la primer gran derrota del PRI en 1997 -con grandes camaradas generacionales que hoy siguen en el mismo frente de batalla política-; la lucha estudiantil por la gratuidad en la UNAM en 1999- 2000 -que triunfó a pesar de la represión-; el acompañamiento de las lucha por los derechos de los pueblos indígenas que enarboló el EZLN; la experiencia de ser servidor público en la gestión de Andrés Manuel López Obrador al frente del Gobierno del DF, -dónde nos cooperábamos para las copias y el tóner pues la austeridad favorecía la primer política nacional de pensión a los adultos mayores-; las luchas contra el desafuero de AMLO, la resistencia civil pacífica contra los fraudes electorales de 2006 y 2012, el movimiento en defensa del petróleo; la fundación de Morena; y otras contribuciones en el servicio público como el programa SaludArte -que significó una apuesta de política pública que desde 2013 ponderaba la importancia de reducir la obesidad y la desnutrición para combatir desde la educación temprana las comorbilidades que hoy tienen al mundo en vilo-; y la fundación ya en el gobierno de la 4aT del primer centro integrador para el migrante Leona Vicario en Ciudad Juárez, Chihuahua, con un enfoque de política de Estado.
También hemos sido participes o cercanos a momentos muy adversos, como la reciente derrota electoral en Nuevo León, a la que asistimos en el ánimo de poner el pecho en la batalla con mayor grado de dificultad territorial para el proyecto transformador en la casa de la oligarquía; derrotas de las que habrá que aprender y tomar nota de las propias decisiones, pues, como escribió desde su profunda lucidez José Saramago: “La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva”. Y como dijo Pablo Gómez: “La historia también está hecha de derrotas”. Nadie estamos exentos de errores, y toda autocrítica debe permanecer en el corazón de la humildad.
En una ocasión en una asamblea medianamente concurrida en el célebre “auditorio de tranviarios” en la Ciudad de México, cuando permeaba el desaliento por el fraude electoral de 2012, varias intervenciones de un grupo de militantes llegaban a la conclusión de que si tenía algún caso seguir luchando. Entonces un compañero de cabello encanecido dijo: “en lo personal a mí la lucha no me ha dado nada ni lo quiero, gracias a Dios tengo una tienda de abarrotes y de ahí llevo el pan a la mesa de mi casa, no reclamo nada para mí, pero tiene mucho caso seguir luchando, porque gracias a esa lucha hoy mi mamá que es anciana con la vista cansada tiene la tranquilidad que frijoles, sopa y medicinas no le van a faltar, pues con nuestra lucha hay una tarjeta que para eso dio López Obrador, yo tengo manos para trabajar, pero la lucha es por personas envejecidas y algo enfermas como mi madre, que hoy pueden vivir sus últimos años con dignidad”.
Podríamos referir para el momento actual la reflexión de Peter Ustinov: “Soy un militante incorregible del optimismo. Para no ser un estúpido, el optimista debe saber que el mundo puede ser un sitio muy triste. Sólo un pesimista encuentra cada día lo más nuevo. ¿Puede un hombre sensato darse el lujo de ser pesimista? Eso era un lujo para tiempos menos complicados”. O como dijo Carlos Monsiváis: “Soy optimista, creo en mi mala suerte”.
En su conferencia matutina del viernes 13 de agosto, el presidente AMLO -sonriente como siempre-, en tono firme y desafiante ante las campañas de guerra sucia de la reacción -que le han hecho lo que el viento a Juárez-, recordó una canción:
“Los caminos de la vida… no son como imaginaba… ¿Por qué no pones esa? -le preguntó a Jesús Ramírez- vamos a escucharla, sí… Después me dicen ‘oiga, estuvo muy aburrida la mañanera’. Ayer leía ‘estoicamente tuve que aguantar toda la mañanera, qué aburrida’ entonces es un vallenato… le gustaba mucho al Gabo (Gabriel García Márquez), a Monsiváis. Una vez fuimos a comer, aquí en el centro, ahí por el Palacio de Minería, donde estaba antes el Senado y llegaron unos músicos ‘les cantamos algo’ y dice Monsi ‘sí’ ¿cuál? ‘Los caminos de la vida’ y vámonos por los caminos de la vida”, rememoró el mandatario federal, para dar paso a la melodía”. Fue entonces que en pleno Salón Tesorería de Palacio Nacional se escucharon las coplas completas del famoso vallenato, por más de cuatro minutos.
“Los caminos de la vida/ No son como yo pensaba/ Como los imaginaba/ No son como yo creía/ Los caminos de la vida/ Son muy difícil de andarlos/ Difícil de caminarlos/ Y no encuentro la salida…”
Estamos muy felices de contribuir con nuestro granito de arena a la transformación de México, cualquiera que sea la trinchera, ubicación o circunstancia. Un abrazo y reconocimiento a los luchadores sociales que ya no están y nos miran desde el cielo quizá también haciendo un sindicato o durmiendo el sueño de los más justos. Un abrazo a los que están con nosotros -en buenas y malas-, y que han compartido esa búsqueda infinita, luminosa y dorada salida o puerta al gran árbol de la vida. Sin raíces no hay árbol. Sin árbol no hay vida. Celebramos este día manteniendo principios y esperanza en el porvenir.