El 7 de septiembre de 2008 partió José Zamarripa de la Peña, militante y formador de jóvenes. Su muerte tras un ataque cardiaco significó un golpe seco para quienes lo conocimos; en tres días, el 10 de septiembre cumpliría 50 años de edad.

La muerte es la realidad más inmediata se ha escrito, y quizá ninguna muerte sea esperada pero la de Pepe -como le llamábamos- mucho menos, pues no adolecía de enfermedad crónica, ni de algún padecimiento que lo tuviera en agonía, por el contrario, se mantenía muy activo, creativo y colaborando como hizo siempre para la causa obradorista, con los deslices noctámbulos de cualquier adulto, pero sin caer en los excesos.

A Pepe lo recordamos innumerables compañeros de mi generación, que es posterior a la suya, porque fue un gran maestro del movimiento en toda la extensión de la palabra; colocó el apellido ético al noble oficio que eligió y desempeñó con honestidad personal e intelectual desde la adolescencia hasta su última hora: un político profesional con principios y eficacia.

En la primavera de 1991 Pepe andaba buscando un local en la Colonia Moctezuma y así dio con nuestra casa que tenía una accesoria de la fonda de la abuela, su idea era poner un comité del naciente PRD, que después de los históricos comicios de 1988 había sido fundado para mantener el movimiento democrático encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, y que se desarrollaba en condiciones muy adversas en pleno salinismo. Pero había un detalle que en un principio mi familia no comprendía, el local Pepe lo quería “prestado” por unos meses. ¿Prestado? Si, es que el partido no tiene recursos, nos dijo, pero me dijeron que ustedes apoyan al Ingeniero Cárdenas…

En 1991 vi la primera y única marcha que ha cruzado la Colonia Moctezuma del oriente citadino. Por la calle Oriente 158 Pepe y los militantes del PRD organizaron una movilización en protesta por la elección de Estado, que había dado al PRI un triunfo casi de carro completo en las elecciones federales intermedias, cuando el salinismo era un castillo de naipes y la gente se ilusionó otra vez con los espejitos del programa Solidaridad.

Después del emblemático 88, la capital se volvía a vestir lastimosamente de tricolor en 1991. El PRD no obtuvo más que el 8% a nivel nacional, y la desolación cimbraba a la izquierda. Fueron tiempos muy duros, de regresión, represión, depresión y agudización de los bizantinos pleitos internos del partido.

De ese momento crítico data la irrupción del movimiento democrático tabasqueño que encabezado por un joven y carismático dirigente llamado Andrés Manuel López Obrador, había organizado un PRD en movimiento desde la base, que resistió el contraataque salinista, y apareció en la vida pública nacional con el Éxodo por la democracia, que dio un soplo de ánimo y esperanza al decaído proyecto a inicios de 1992. Contra el fraude en los comicios locales de Tabasco el Éxodo lo iniciaron decenas de militantes, después de caminar mil kilómetros a sol y lluvia los recibimos decenas de miles en una nueva toma popular del Zócalo.

Pepe regresó a la Colonia Moctezuma en 1994, esta vez como coordinador de la campaña para diputado de Alberto del Río. Con un poco más de recursos el PRD alquiló un local en el Eje 1 Norte, desde ahí nos organizamos. Yo era un ceceachero, y ahí nos encontramos con varios chavos algunos alumnos de Pepe en la Facultad de Economía. Departíamos bromas doblando los trípticos (¿por qué nunca los entregan doblados?), pintando algunas lonas para ponerlas en las casas (no había plotters), y escuchando una y otra “capacitación electoral” para los representantes de casilla. Pepe se aventaba unas 20 capacitaciones por día a grupos o personas que voluntariamente se inscribían para cuidar el voto. Ya me sabía de memoria sus chistes y ejemplos del fraudecedario priista para mantener atenta a la gente: “váyanse a dormir temprano el sábado, aunque jueguen las Chivas, esta vez no lo vean y menos se echen unas chelas”, “no reciban ni agua de los priistas porque les van a dar purgante para que se enfermen y se vayan al baño”.

Zamarripa era un gran hincha del futbol y en especial de las Chivas, como otro de sus camaradas de las juventudes comunistas que después se volvió anarco, el buen Ignacio Pineda del Foro Alicia. En ese año electoral de 1994 se realizó también el mundial de futbol de Estados Unidos, muy ameno, sonriente el camarada Pepe comentaba los partidos, incluso él tuvo la oportunidad de viajar a algún juego de la selección mexicana. ¿Dónde está Pepe? Se fue al futbol, yo pensé que, a ver jugar a las Chivas, no al mundial… Pepe sé que cumplió ese sueño, también el de escuchar blues y jazz en Estados Unidos, y estoy seguro que también vio jugar al barza en algún año.

La elección de 1994 se recorrió al 21 de agosto por el asesinato de Colosio, y el mundial fue en junio, por ello la campaña se conjuntó con la efervescencia futbolera. Sin embargo, la selección fue otra vez la decepción nacional y perdió en penaltis, “jugaron como nunca y perdieron como siempre”, en aquella justa donde el Doctor Miguel Mejía Barón se quedó con los cambios y no alineó a Hugo Sánchez.

La frustración de la derrota futbolera del tri, se cruzó con el miedo social que recorría la escena nacional por la muerte de Colosio, en ese ambiente enrarecido se presentó una nueva derrota del PRD y Cárdenas quedó en un lejano tercer lugar.

Pero en 1997, tres años después vino el gran regreso electoral del PRD. La primera elección para Jefe de Gobierno del DF animó el despertar del movimiento urbano popular, y de otros referentes que dieron vida a la insurgencia de 1988, esta vez concentrados en ganar la ciudad. Una nueva fórmula política emergió con Andrés Manuel López Obrador como presidente nacional del PRD y el Ing. Cárdenas como candidato a la ciudad, quienes lograron un triunfo histórico. El primer gran golpe electoral al PRI.

Desde 1996 Pepe se había integrado como secretario técnico de AMLO en el CEN perredista, recuerdo que la noche del triunfo de 1997 ahí estábamos varios chavos con él organizando las actas de cómputo que llegaban al edificio de Monterrey 50. Después fue el coordinador de asesores cuando el dirigente tabasqueño fue primero candidato y luego el segundo Jefe de Gobierno del DF emanado de la voluntad popular. Pepe llegó con AMLO a su toma de posesión el 5 de diciembre del 2000 en un taxi, porque el famoso Tsuru se averió en el camino. Así llegó AMLO a la Asamblea Legislativa del DF en Donceles bajando de un taxi, la multitud lo esperaba y él sencillo saludaba a todos de mano y se dirigía a recibir el segundo cargo más importante del país.

En el año 2000 Pepe nos invitó a jóvenes de diversos estratos y delegaciones, con o sin corriente partidista (al interior del PRD ya estaba arraigada la vida de corrientes o “expresiones” como con supuesta urbanidad política las llamaban), a conformar y organizar la red de jóvenes con AMLO.

Para quienes participábamos en el movimiento estudiantil esta era una gran oportunidad de involucrarnos en la campaña electoral del candidato de izquierda en la ciudad de México, con la gran virtud que Pepe nos animaba no solo a repartir volantes, o pegar carteles en los postes con engrudo y coronados de aquel lema “Honestidad Valiente”, sino a opinar de la elaboración de las propuestas de López Obrador para la Ciudad, pues él junto con el Dr. Enrique Semo fueron los responsables de armar el plan de gobierno de AMLO para el DF.

De Pepe escuchamos por primera vez ideas como la pensión para los adultos mayores, o la tarjeta para los viejitos como le decíamos, ¿porqué para ellos?, preguntábamos ante una cosa que parecía insólita o extravagante. Porque ellos ya dieron la plenitud de su vida por sacar a sus hijos y nietos adelante, decía Pepe. Imagínense que a ustedes les paguen por estudiar y que haya prepa para todos, también ilustraba Pepe, en una época donde el PRI gobierno quería privatizar la UNAM en 1999- 2000 y por ello el gran movimiento del CGH, escuchar eso era no estar a la defensiva sino dar verdaderos pasos adelante en el ejercicio del derecho a la educación. A nosotros el gobierno priista en su decadencia nos quería imponer colegiaturas en la universidad, mientras AMLO y Pepe hablaban de abrir más prepas, una nueva universidad para la ciudad, y dar becas a los jóvenes para que no abandonaran los estudios por razones económicas.

Entre los días del triunfo de AMLO y su toma de posesión, con Pepe organizamos un evento de la Red de Jóvenes con AMLO en el jardín de Coyoacán. Tengo muy presente que el entonces jefe de Gobierno electo y Pepe tenían la idea de desarrollar lo que llamaban el cuarto poder. Decían que además del poder ejecutivo, legislativo y judicial debía construirse el poder ciudadano. Por ello López Obrador recorrió en su campaña las más de mil colonias, pueblos y unidades habitacionales del DF, y luego ya como gobernante regresó a ellas, e implementó el presupuesto participativo para que en cada colonia los comités ciudadanos decidieran que hacer con los recursos para el mejoramiento de la comunidad.

En alguna ocasión invitamos a Zamarripa a la Facultad de Filosofía y Letras a debatir sobre la izquierda, ante la desazón de los “intelectuales” que habían llamado al “voto útil” por Fox. En la mesa estaba Marco Rascón, que pretendió cuestionar con su habitual retórica el inicio del gobierno de AMLO en la ciudad y Pepe con mucha elegancia le contestó con datos duros de la obra social. Más eficacia en atender los problemas reales de la gente y menos rollo fue el mensaje.

Yo seguía participando en el movimiento estudiantil en marzo de 2003, recuerdo que con cierta frecuencia junto con otros camaradas como Joel Simbrón y Ariadna Montiel asistíamos a la oficina de Pepe en el Zócalo, a que nos diera algún consejo; fue la época de las movilizaciones contra la guerra en Irak y Pepe siempre tenía tiempo para atendernos, aunque su oficina estaba justo junto a la del Jefe de Gobierno del DF.

Eran días de cierta calma y alegría por la obra pública y social que AMLO ya realizaba en la capital; nadie imaginaba la embestida por venir, la ruta operada desde el uso faccioso de las instituciones por Vicente Fox y compañía: el caso Paraje San Juan, el caso Nicolas Mollinedo (dónde se acusaba a su coordinador logístico del Jefe de Gobierno de recibir un sueldo millonario “para un chofer”), los video escándalos instrumentados por Rosario Robles y finalmente el desafuero de AMLO; todo ello con la intención que López Obrador no estuviera en la boleta electoral en 2006.

Después de una de las grandes marchas del desafuero Pepe nos dijo a mí y otros chavos, “el PRD está agotado”, este millón de personas si se organiza desde la base va a cambiar el país. Andrés Manuel tiene que tomar su propio camino porque el PRD ya está carcomido, este millón si se vuelve militante puede convencer cada uno a cinco personas y ser una fuerza política nueva y verdadera del pueblo. Lo que en ese instante nos sonó a una verdadera locura fue una historia que con el tiempo se cumplió…

Son precisas e invaluables cada una y todas las palabras de Jaime Avilés publicadas en su columna sabatina Desfiladero tras la muerte de Pepe, conviene citarlas por extenso:

“Durante su gira del pasado fin de semana por diversos municipios de Jalisco, Andrés Manuel López Obrador rindió homenaje en cada mitin a la memoria del desaparecido José Zamarripa de la Peña, representante del gobierno legítimo de México en aquella entidad. Nieto de un gobernador revolucionario de Aguascalientes, hijo de un aguerrido líder sindical, militaba en la izquierda desde su adolescencia porque llevaba en los genes el amor a la política.

“A los 16 años se afilió al Partido Comunista Mexicano; más tarde, pasó al Socialista Unificado de México, y siguió por la senda de las metamorfosis cuando éste se convirtió en Partido Mexicano Socialista (PMS), y éste en Partido de la Revolución Democrática (PRD), y éste en una ruina moral nauseabunda, hoy en manos de una pandilla de atracadores.

“Cuando López Obrador llegó a la presidencia nacional del PRD en 1996, Pepe se incorporó a su equipo de trabajo y estuvo a su lado en esos años de éxitos electorales continuos. Cuando Andrés Manuel quedó al frente del Gobierno del Distrito Federal, fue su coordinador de asesores todo el sexenio. Después del golpe de Estado de 2006, que sembró a Felipe Calderón en Los Pinos, Zamarripa recibió del jefe de la oposición dos nuevos cargos: subsecretario de la hacienda pública en el gobierno legítimo y representante de éste en Jalisco.

“Cuando hace tres domingos murió de un infarto en un viejo edificio de la colonia Condesa, le faltaban tres días para cumplir 50 años de edad. No tenía gas en el departamento que alquilaba. No tenía un peso en la bolsa, ni en el banco, ni en la vida. No tenía nada, aparte de una inmensa colección de libros y discos, y amigos en todo el país. Pese a que estuvo en una posición de poder dentro del GDF, nunca se valió de la política para enriquecerse, lo que habla de su estatura ética y de su honestidad juarista. Pero si al morir no contaba siquiera con gas para cocinar, esto se debe a razones que hoy merecen ser expuestas públicamente. (Avilés, la Jornada, 2008)”. Y Jaime dio cuenta del abandono al movimiento por parte del PRD en 2008, que a pesar de lograr significativas prerrogativas y escaños gracias al efecto AMLO en 2006, había dado ya la espalda al pueblo.

Un abrazo fraterno a Pepe dónde quiera que suene el jazz.

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