Hace unos días, un grupo de intelectuales, periodistas, científicos y miembros de la sociedad civil, publicaron en diversos medios de comunicación una carta abierta, donde señalan al presidente Andrés Manuel López Obrador de querer socavar la libertad de expresión en nuestro país, además de acusarlo de intolerante, inflexible y generador de la enorme polarización que se vive en México.

Festejado por muchos y fustigado por otros, el desplegado titulado: En Defensa de la Libertad de Expresión, ha dejado asomar el verdadero rostro de sus promotores, quienes muestran el desprecio hacia el nuevo régimen y de paso, dividen y estigmatizan a una sociedad agraviada por gobiernos anteriores, de quien, por cierto, fueron cómplices perversos y defensores a ultranza de todas sus acciones.

Envuelto en una cursilería inútil, el documento pretende sacudir las conciencias de una parte de la sociedad, para que esté atenta y se una, para impedir la instauración de una supuesta dictadura encabezada por López Obrador.

Agobiado por haber perdido sus privilegios, este grupo de notables no acepta que su tiempo terminó. Guste o no, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido contundente al establecer un férreo control al gasto público, principalmente en el rubro de la publicidad gubernamental.

Y es en ese sentido, donde los organizadores del desplegado, muestran su verdadero rostro. Son los damnificados que se sienten agredidos y olvidados. Y como no habrían de estarlo si perdieron patrocinios, negocios, rescates y mucho dinero.

Por eso les duele. Además, el presidente no les cae bien. Lo detestan. No les gusta su forma de hablar. No lo soportan. Su animadversión es descomunal. Nada de lo que diga el primer mandatario tiene validez. Lo menosprecian y les molesta que marque la agenda nacional. Por eso se entiende su desesperación.

Es evidente que el presidente tiene fallas y comete errores. No es perfecto, pero tiene, por lo menos, las ganas de cambiar el rumbo del país. Y eso cuesta mucho. No es fácil terminar con los problemas endémicos que afectan a este país. Y será aún más difícil con grupos que en lugar de sumar, restan y dividen.

Y resulta curioso que, en el tema principal del desplegado en cuestión, se hable de que está en riesgo la libertad de expresión, además de ser contradictorio, porque muchos de los escritores y periodistas que lo firman, gozan de total libertad para expresar sus ideas en los espacios para los que colaboran, sin que nadie se los impida.

Una de las virtudes del gobierno actual es precisamente el respeto irrestricto al artículo sexto de la constitución mexicana cuyo texto dice lo siguiente: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, solamente en el caso de que ataque a la moral, los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público. El derecho a la información será garantizado por el Estado”.

Tras la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, sus adversarios han ocupado cada espacio disponible para denostarlo, criticarlo y triturarlo. Es su dinámica. Una dinámica perversa y llena de odio. Y en ese contexto, nadie ha sido censurado o detenido. Hay total libertad para decir lo que se piensa.

El gran problema inicia cuando el mandatario se engancha y devuelve las agresiones y los insultos, polarizando aún más el ambiente político, convirtiendo en una arena pública el escenario social.

En tiempos recientes, en México no había existido tanta libertad para escribir, exponer, investigar, difundir y hasta insultar al presidente. Ejemplos hay muchos: Carlos Loret de Mola en El Universal o en su portal Latinus; Ricardo Alemán en La otra opinión; Pablo Hiriart en El Financiero; Héctor Aguilar Camín en Milenio y  Francisco Garfias en Excélsior, entre otros.

Y son justamente ellos quienes dicen que la libertad de expresión en México está en riesgo. Es a todas luces una barbaridad por incongruente y falsa. Por eso llama la atención que sean ellos, los ex privilegiados, los que piden poner atención para que no se pierda ese derecho humano de expresarse libremente.

Envueltos en una hipocresía estelar, estos personajes seguirán vigentes. Nadie les hará daño. Solo su verborrea inundará los espacios de comunicación afines a ellos. Será la sociedad quien decida creerles o no, porque todo lo que pregonan es sesgado, incierto y falso.

También queda muy claro que el presidente hará uso a su derecho de réplica y devolverá las ofensas como lo ha hecho desde que llegó al poder. Ese es su estilo. Está en su sangre. Nada ni nadie lo cambiará y lamentablemente, en esa confrontación pierde México. Lo mejor para todos es serenarse. En alguien tiene que caber la cordura.

Por categoría y respetando su investidura, lo mejor para Andrés Manuel López Obrador y para el país, sería que ignorara todos esos ataques y se dedicara a gobernar para todos, porque siempre habrá alguien que no esté conforme con este, ni con ningún gobierno. Sea de izquierda, de derecha o de centro. Es una dinámica natural.

Seguramente habrá más desplegados, más linchamientos, más palabrería inútil y pocas, pero muy pocas propuestas positivas para mejorar al país. Así, mientras el presidente seguirá librando mil batallas para gobernar con acierto, paralelamente, siempre existirá un grupo de inconformes que gozarán de la libertad de expresión como nunca antes, echando por tierra ese panfleto intelectual que circuló en medios la semana pasada.

Tan claro como eso. Perro que ladra no muerde…