Muchos han sido los procesos electorales vividos en Querétaro, tantos, que pocos son dignos de guardar en nuestros recuerdos.

La antigua “dictadura perfecta”, encarnada por un aburrido partido de estado, guardaba como momento emotivo del proceso, la designación o “destape” del afortunado. Los días siguientes, serían iguales: Recorridos ociosos, discursos huecos, comidas “patrióticas” y falsas alegrías. 

Los altos  méritos del “candidatazo” se reducían a una conducta servil,  incondicional y sombría. “virtudes” básicas para no romper nunca la “cadena” que se originaba desde la Ciudad de México.

Ese fue el Partido Revolucionario Institucional (PRI), organismo que nunca logró conmover a los ciudadanos, más allá de las familias, amigos y cómplices del elegido. Por su “contribución” a la democracia, su desaparición estará más que justificada.

El PAN queretano, por “falta de oficio” quizá, se mimetizó con el PRI a tal grado que resulta muy difícil encontrar sus diferencias. Se volvieron grandes operadores en métodos tan despreciables como el abierto fraude electoral.

Recuerdo en julio de 2018, una noche antes del recuento de votos por la presidencia municipal de la capital estatal. Un hombre se ufanaba de saber que en las comunidades pobres de Santa Rosa Jáuregui se había realizado una compra de votos masiva a favor del candidato panista. Le pregunté cómo lo sabía, y me dijo: “Los resultados en cantidades de esas casillas no son normales y, mire, durante muchos años yo compré votos para el PRI ahí”. Al día siguiente, como representante de Morena ante el consejo General del IEEQ, me presenté en el distrito 13 y participé en muchas aperturas de paquetes. Pudimos constatar que en los que correspondían a las 52 comunidades, había alrededor de 300 boletas promedio que no habían sido dobladas, marcadas todas, con una atípica cruz pequeña en una esquina del espacio del PAN empleando para ello la misma pluma azul. Los “votos” comprados fueron suficientes para que el PAN “ganara” esa contienda. 

Los métodos ilegales para ganar elecciones, significan un desprecio por la voluntad de las personas, en especial para aquellos que orillados por la pobreza han tenido que vender un derecho y su conciencia. Los “ganadores” ilegítimos serán perdedores eternos. 

Los partidos tradicionales, que han hecho de sus franquicias una industria, pierden a cada momento el impacto de sus marcas. 

Morena,  un partido  joven e inexperto, arrasó en las elecciones, apostando por candidatos cuyos respaldos estaban por encima de las preferencias de la misma institución. El presidente López Obrador es el mejor ejemplo. Es el “efecto” López Obrador, no Morena y su coalición, quien influencia los resultados positivamente.

En Querétaro, Morena y su coalición en 2021, no deben ser una  excepción a la regla tácita que tan buenos dividendos diera. El candidato a gobernador no puede ser un lastre para el partido, la derrota estaría asegurada. Las expectativas que genere deberán ser superiores a la membresía. 

En el momento que escribo esta columna política surgen en mi mente los nombres de cinco potenciales precandidatos de Morena al gobierno estatal de Querétaro.  No los citaré, no sería justo. Pero en el repaso mental que hago, tengo la certeza que muchos, la mayoría de mis lectores, no conocen a cuatro de ellos, ni tienen idea de sus actividades y méritos profesionales específicos.

Hay todavía gente que vota en México por las siglas de un partido sin saber quién es el candidato que está detrás, eso, es un acto por lo menos irresponsable pues el partido no gobernaría aun cuando existan coincidencias programáticas.

El quinto potencial precandidato ofrece una famosa biografía que el país conoce, aprecia y respeta. La población del estado de Querétaro en su conjunto, estoy seguro, comparte la misma opinión.

¡Santiago Nieto Castillo, un privilegio que todo Querétaro querría votar!

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here