Ricardo Flores Magón, sembrador de sueños / Por René González

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Por René González

Se le ha considerado un precursor de la revolución mexicana, también un radical, un anarquista, un “rojo” y un soñador. 

Ricardo Flores Magón “tuvo la fortuna, la dicha inmensa de jamás ser vencedor” escribió Antonio Díaz Soto y Gama sobre aquel hombre que permaneció 22 años de su vida en diferentes prisiones. Nunca hubo clemencia del poder para el escritor, filósofo y activista, mucho menos la hubo en el Imperio. De los 22 años intermitentes que estuvo privado de su libertad, quizá los más angustiantes fueron los de su etapa final en una cárcel de Estados Unidos, los últimos cinco años de su vida. 

Incluso ante un Flores Magón casi ciego, postrado y con el cuerpo muy enfermo, las autoridades estadounidenses prefirieron mantenerlo en cautiverio, antes que dejarlo en libertad, suponiendo que gastaría sus últimas fuerzas en reorganizar la revolución social, y acendrar su anti imperialismo, no solo en México sino en tierras estadounidenses, donde el faro de la revolución rusa de 1917 sembraba el temor a que cundieran las ideas “bolcheviques”.

Este año, el 21 de noviembre se cumple el centenario de la muerte de Ricardo Flores Magón, quien escribió: “El sembrador de ideales no detiene su obra, continúa hacia un futuro que mira con los ojos del espíritu, sembrando, siempre sembrando”. 

Con el inicio del siglo XX Ricardo Flores Magón había dado sentido teórico a los vientos de rebeldía contra la Dictadura de Porfirio Díaz, quien había torcido los caminos del liberalismo mexicano para favorecer la consolidación de una oligarquía que gobernaba empobreciendo y explotando a la mayoría del pueblo. Flores Magón se comprometió con la lucha libertaria, dando vida y perspectivas a los clubes liberales como cédulas de información y acción política; junto con otros connotados militantes como Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Enrique Flores Magón, Rosalío Bustamante, Librado Rivera, Manuel Sarabia. Estos pequeños pero aguerridos colectivos se condensaron desde el exilio en Estados Unidos el 1° de julio de 1906 en uno de los más grandes llamamientos a la revolución social: el Programa del Partido Liberal Mexicano, documento fundacional donde se hacen planteamientos a favor de los derechos políticos, sociales y laborales del pueblo; lo que significa el antecedente directo de la primera constitución social del mundo, la Constitución de 1917.

 

Destacan las reivindicaciones por el derecho a la educación laica, obligatoria y derivada de la responsabilidad del gobierno -como un motor de la transformación nacional emprendida por la revolución-, el Programa del PLM convoca al:

“Mejoramiento y fomento de la instrucción. 

10.- Multiplicación de escuelas primarias, en tal escala que queden ventajosamente suplidos los establecimientos de instrucción que se clausuren por pertenecer al Clero. 

11.- Obligación de impartir enseñanza netamente laica en todas las escuelas de la República, sean del Gobierno o particulares, declarándose la responsabilidad de los directores que no se ajusten a este precepto. 

12.- Declarar obligatoria la instrucción hasta la edad de catorce años, quedando al Gobierno el deber de impartir protección en la forma que le sea posible a los niños pobres que por su miseria pudieran perder los beneficios de la enseñanza. 

13.- Pagar buenos sueldos a los maestros de instrucción primaria. 

14.- Hacer obligatoria para todas las escuelas de la República la enseñanza de los rudimentos de artes y oficios y la instrucción militar, y prestar preferente atención a la instrucción cívica que tan poco atendida es ahora.” (Programa del Partido Liberal Mexicano).

De estos ideales conjugados con la demanda de Tierra y Libertad, abrevaron las mujeres y hombres libres del campo y la ciudad que se levantaron en armas contra la Dictadura de Díaz primero, y contra el gobierno usurpador de Victoriano Huerta después, para dar vida a uno de los más grandes movimientos revolucionarios y populares de la historia de la humanidad, que confluyeron en el reconocimiento de los derechos sociales para todos los mexicanos, plasmados en la Constitución del 17.

Sin embargo, Ricardo Flores Magón nunca fue autocomplaciente, y toda vez que el proceso revolucionario de 1910 y sus principales actores, facciones y dirigentes fueron tomando sus caminos y animando sus propias contradicciones, el pensador revolucionario fue marcando posturas, deslindes y claroscuros, delineando nuevos postulados para profundizar la revolución mexicana; ya sea señalando la necesidad de abolir toda forma de opresión, llamándose un radical por desmenuzar los problemas sociales de raíz, o comulgando con las ideas anarquistas, que siguió difundiendo para convertirse en un gran formador de la conciencia del pueblo.

El periódico Regeneración en sus diferentes etapas, nunca perdió el sentido de dar voz a la visión de los vencidos. David Flores Magón escribió en “El ocaso de un rebelde: los últimos años de Ricardo Flores Magón” (2018), lo que había ocurrido cien años atrás: 

“En 1918 detuvieron a Ricardo Flores Magón y Librado Rivera debido a la publicación de un manifiesto antibelicista en el número 262 del periódico Regeneración, que apareció el 16 de marzo de 1918 en Los Ángeles, California. El texto estaba dirigido a los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, a los miembros del partido, a los anarquistas de todo el mundo y a los trabajadores en general. Paradójicamente este sería el último número que publicaría Regeneración.

“Los sentenciaron a 20 y 15 años de prisión, respectivamente. En este contexto, a Ricardo Flores Magón y Librado Rivera se les consideró enemigos del Estado por sus ideales. El gobierno de Estados Unidos se centró en la penalización del discurso, y no sobre una conducta o una acción concreta. Esto responde a un sistema de “justicia” occidental, donde el pensamiento, el saber y disertación son castigados. Para tal efecto, la justicia estadunidense aplicó una sentencia de 20 años de cárcel para Flores Magón, no como una condena individual, sino como una condena pública, colectiva, que representara un castigo ejemplar para todos aquellos simpatizantes que expresaran sus ideas contra la política de Estados Unidos”.

En su última detención en 1918 Ricardo Flores Magón fue el prisionero 14596- L.7, partir ese momento permanecería en la prisión hasta su muerte en la madrugada del 21 de noviembre 1922. Abunda David Flores: “A lo largo de estos cinco años en prisión, Ricardo recibió 716 cartas y envío 435. De las primeras sólo se han localizado 23, mientras que de las emitidas por Ricardo se han encontrado 117. Por ser considerado un “prisionero de primera” dentro del reglamento de la cárcel de Leavenworth, sólo se le otorgaba el derecho de escribir tres cartas personales por semana, de dos hojas cada una, y un número indeterminado, a discreción de la autoridad, cuando estuvieran dirigidas a las autoridades o a sus abogados (Barrera, 2001, p. 11).”

Las cartas personales fueron el último hilo de Flores Magón con el mundo, y la utopía permanente de transformarlo. Durante los años, meses y días finales de su existencia, aún tras los infranqueables muros y rejas del poderoso vecino del Norte, Ricardo Flores Magón aportaba nuevos sentidos a la lucha obrera, a las luchas de los trabajadores, y a las luchas de los disidentes, de México y del mundo; logrando involuntariamente que facciones de militantes anarquistas o socialistas se unificaran demandando por varias vías: cartas, manifiestos, presión directa a autoridades en México y EEUU, marchas y mítines su liberación. 

Narra David Flores Magón:

“El 19 de noviembre de 1922, diez días después de las manifestaciones obreras, y dos días antes de su muerte, Ricardo escribió su última carta dirigida a Nicolás T. Bernal, entrañable amigo al final de su vida. En ella agradeció las muestras de cariño de los trabajadores y recalcó la solidaridad que deberían mostrar entre las diferentes agrupaciones obreras. Con palabras esperanzadoras, Ricardo continuó su carta mencionando que encontraba mucho regocijo en ver sindicatos y agrupaciones que estaban distanciadas, manifestándose en unión por su causa”.

El legado de Ricardo Flores Magón permanece hasta nuestros días, no únicamente por la vasta obra de denuncia periodística contra la Dictadura y los falsificadores de la revolución en México, y de denuncia contra el imperio estadounidense en el mundo; sino por los ideales de justicia social que fueron redactados bajo el sello, exigencia y presión de los revolucionarios más congruentes y persistentes que también dieron la lucha parlamentaria en los debates del Constituyente de 1917 inspirados por la visionaria causa magonista.

“El 6 de diciembre de ese año (1920), el Departamento de Justicia le propuso a Ricardo Flores Magón liberarlo con la condición de que firmara una petición de perdón y arrepentimiento de sus ideales. Como ya había anticipado, Flores Magón se negó rotundamente a pedir perdón. En una serie de cartas dirigidas a Nicolás T. Bernal, Ellen White y Gus Teltsch, Ricardo reforzó sus ideales negándose tajantemente a arrepentirse; por el contrario, reafirmó su ideal como luchador social y sostuvo una actitud rebelde frente al gobierno”. (David Flores Magón).

De aquellos días, un Ricardo Flores Magón con el cuerpo carcomido por las enfermedades y la ceguera que apagaba lenta y desesperante la luz de la vida, la noche y las estrellas, data la carta donde el originario de San Antonio Eloxochitlán, Oaxaca, escribe a Nicolás T. Bernal:

“Pedir perdón significaría que abdico de mis ideales anarquistas; y no me retracto, afirmo, que, si la especie humana llega alguna vez a gozar de verdadera fraternidad y libertad, y justicia social, deberá ser por medio del anarquismo. Así pues, mi querido Nicolás, estoy condenado a cegar y morir en la prisión; más prefiero esto que volver la espalda a los trabajadores, y tener las puertas de la prisión abiertas a precio de mi vergüenza. No sobreviviré a mi cautiverio, pues ya estoy viejo; pero cuando muera, mis amigos quizá inscriban en mi tumba: “Aquí yace un soñador”, y mis enemigos: “Aquí yace un loco”. Pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: “Aquí yace un cobarde y traidor a sus ideas”.

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