Pese a que Andrés Manuel López Obrador ha señalado una y otra vez que no tiene ninguna intención de enjuiciar a los ex presidentes, argumentando que le quitaría tiempo para avanzar hacia la transformación del país que tanto anhela, la detención del ex gobernador César Duarte, la extradición de Emilio Lozoya y  la cancelación de la verdad histórica de Ayotzinapa, indican que esa postura cambiará muy pronto.

Dos de los principales hombres del mexiquense, Enrique Peña Nieto, están muy cerca de enfrentar a la justicia mexicana. Uno, exiliado directamente de España, trae entre sus manos, un caudal importante de información, que de ser utilizada para obtener ventajas en su proceso, será una descripción perfecta de la corrupción imperante en ese sexenio.

El otro, uno de los gobernadores de la nueva generación de priistas que presumió Peña Nieto durante su mandato, regresa a nuestro país para ser procesado por su presunta participación en los delitos de peculado y asociación delictuosa, mientras ocupaba la gubernatura de Chihuahua, además de aclarar la procedencia de su descomunal riqueza.

El caso de Ayotzinapa, también hiere la estabilidad del antiguo régimen peñista. La demolición de la verdad histórica, apunta directamente a un gobierno que supo, protegió y quiso dar carpetazo a un evento plagado de abusos policiales y un silencio cómplice, que terminó con la desaparición de 43 normalistas.

Jesús Murillo Karam, el Procurador General de la República de ese entonces y cercano al presidente Peña,  se encargó de coordinar  el engaño.  Su alfil y protegido Tomás Zerón, ha sido declarado prófugo de la justicia y se espera que de un momento a otro sea detenido  para ser extraditado a México, y cumpla con la justicia, además de explicar y aclarar su participación en la noche triste de Iguala.

Estos tres sucesos, han prendido los focos rojos de un importante número de funcionarios actuales y del pasado, porque es evidente que Duarte, Lozoya y Murillo, jamás actuaron solos y una vez en manos de la justicia, lo que declaren, seguramente dejará al descubierto la enorme cantidad de complicidades que se cometieron durante el sexenio de Enrique Peña Nieto.

Parafraseando al jefe del ejecutivo Andrés Manuel  López Obrador, quien dice que todo acto de corrupción siempre se da con el visto bueno de los altos funcionarios, concretamente el presidente, lo que hicieron los funcionarios peñistas era del conocimiento del ex mandatario nacido en Atlacomulco.

La declaración de Javier Coello Trejo, quien fue abogado de Emilio Lozoya Austín, de que su cliente no se mandaba solo, es la señal inequívoca de que todo acto corruptor estaba supervisado por Peña y de su inseparable amigo y aprendiz de canciller, Luis Videgaray, dándole la razón a lo señalado por el presidente.

Bajo este escenario, se espera que el caso Lozoya, abra la cloaca que encierra el sexenio peñista. Nunca como ahora, el nombre de un presidente  mexicano había estado tan involucrado en actos de corrupción, a pesar de que han existido muchos mandatarios anteriores a Peña,  que terminaron enriquecidos después de sus gestiones, solo que el sistema los protegió y todo quedó en el olvido.

A punto de cumplirse dos años de la gestión del presidente López Obrador, el combate a la corrupción parece fortalecerse. El camino que tomen los tres casos que señalamos, marcarán el destino político de la cuarta transformación y la impartición de justicia.

Este es el tiempo del cambio y lo mejor para el país, es que se castigue a los responsables para sentar un precedente y evitar que los actos de corrupción se incrementen.

El desenlace de estos tres casos, más lo que lleguen a acumularse, pueden ser el detonante para llegar a enjuiciar por primera vez en la historia a un presidente y demostrar que la cuarta transformación va en serio, a pesar de la supuesta existencia de un pacto de no agresión entre los gobiernos de Peña y López Obrador.  La justicia es lo primero.

Castigar la corrupción es lo más importante. El reto de la actual administración es cumplir y hacer cumplir la ley.  No puede permitirse ningún  fallo. El pueblo espera justicia.

En tanto llegan las pruebas de la impresionante corrupción peñista, en alguna parte del mundo, un hombre hermoso, dejará de pasear mostrando su abundancia y presumiendo a su linda pareja. Es posible que ya no se coloque extravagantes pelucas para pasar desapercibido cuando cena con ella, ni la bese con ternura y cariño.

Hoy, ese hombre está en el ojo del huracán. Sus propios hombres pueden hundirlo. En breve el país será testigo de un hecho que puede cambiar la historia de nuestro país y darle toda la confianza y afianzar de una vez por todas, al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Todo indica que así será. No debe haber marcha atrás. Porque por donde se vea, los actos de corrupción del sexenio anterior tienen un sello muy particular que nos muestra, sin duda alguna, que todos los caminos llevan a Enrique…