A propuesta de Andrés Manuel López Obrador, en junio pasado, todavía en ejercicio de un liderazgo natural indiscutido dentro del movimiento de la cuarta Transformación. Se firmaría un acuerdo por parte de todos los aspirantes a obtener la virtual candidatura a la presidencia, Habría premios a cada sitio que obtuvieran en las tres encuestas más vigiladas en la historia política de nuestro país. También se pediría la observancia rigurosa a sus conductas dentro de este importante proceso.

1.- Ningún precandidato ofrecería entrevistas a medios hostiles contra el gobierno de la Republica y la cuarta transformación.

2.- Respeto absoluto por los demás participantes.

3.- Reconocimiento irrestricto, en este caso al ganador(a) del proceso en los sondeos correspondientes, cerrando filas en torno a esa figura. 

4.- Promover la unidad del partido bajo el criterio básico de que existía un solo proyecto.

Pues bien, desde un principio, pudimos observar, Marcelo Ebrard, asumiría privilegios especiales con un total desprecio por todos los convenios que había firmado y, qué por lo tanto, estaría obligado. Rompería sin pudor lo pactado, sin temor alguno a represalias y sanciones. “Miraría por encima del hombro a todos sus adversarios” (Fernández Noroña) pensando que todo era un trámite para decidir algo que él solo merecía. No le importaría la opinión y quejas públicas de la militancia y simpatizantes, que le eran totalmente ajenos y adversos ideológicamente.  

Con el propósito de estimular la unidad plena dentro del partido y sus aliados.  Morena previó todo anticipadamente:

Primer lugar: Coordinador(a) de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación (candidatura).

Segundo lugar: Coordinador de Morena en el senado

Tercer lugar: Coordinador de Morena en la cámara de diputados.

Cuarto lugar: Inclusión en el gabinete presidencial.

Si Marcelo Ebrard hubiese respetado lo pactado, los números nos dicen, tendría derecho a ocupar la coordinación en la cámara de senadores. Sin embargo, hay evidencia contundente que condena sus actos en contra de lo establecido con anticipación. La opinión generalizada es que el excanciller no deberá, en ningún caso, recibir una oportunidad para frenar iniciativas de la próxima titular del ejecutivo. 

Para terminar con su credibilidad, Marcelo, escuchó “los cantos de las sirenas”, que le decían haber quedado en el segundo lugar en encuestas ABIERTAS A TODA LA POBLACIÓN, le situaba como una “segunda fuerza” al interior del partido. Esto es, por lo menos, una estupidez. Aquí lo explico:

El perfil de las encuestas en Morena tiene un componente cuestionable. Puede votar cualquier ciudadano al margen de sus preferencias políticas e ideológicas e incidir seriamente en sus resultados. Esto, que parece altamente democrático, es ingenuo. Antes de la aplicación de las encuestas, se aseguraba, el precandidato favorito de la derecha sería Marcelo Ebrard, y se anticipaba, recibiría alrededor del 30% de “los votos”. La oposición entendía, la elección del 2024 ya estaba decidida, y buscaban fuera uno de los suyos, el eventual presidente de la República.

Es congruencia con la inteligencia y sentido común, puedo asegurar, si las encuestas se hubiesen aplicado exclusivamente a la militancia de Morena, Marcelo habría recibido un porcentaje menor al 5%. Esta sería su verdadera fuerza y “poder de negociación”. Pero, debido al neomorenismo del personaje aludido, tal parece nunca leyó las normas y restricciones que el estatuto del partido impone: El artículo 3º en su inciso g, establece lo siguiente: La afiliación será individual, personal, libre, pacífica y voluntaria, sin corporativismos de ninguna índole; sin que se permitan facciones, corrientes o grupos que vulneren la soberanía del partido, es decir, su capacidad exclusiva de dirección general.

Dicho de otra manera, se prohíbe la creación de un partido dentro de Morena, con una agenda distinta a sus expectativas básicas. En semanas recientes hubo una triste prueba del sectarismo aludido, cuando una veintena de legisladores afines a Marcelo Ebrard intentaron imponer un criterio para modificar el presupuesto original sin que lo hubieran consensado con la mayoría legislativa. Hay que imaginar que pasaría si “nuestro” personaje tuviera una mayor influencia.

¡Por lo anterior, se sugiere la realización de un Consejo General extraordinario que decida la suerte de Marcelo Ebrard Casaubón y sus intentos!