Por: JHAD

Una vez proclamado ganador absoluto en las elecciones celebradas el 2 de julio de 2018, la promesa de terminar con todos los lastres de corrupción y abuso de poder que hundieron al estado, fue su principal arenga.

Investigar y castigar a los funcionarios de la pasada administración serían sus primeras acciones. “Hay muchos que van a salir corriendo cuando hagamos las auditorías correspondientes”, señalaba.

Fue su popular figura, su brillante carrera profesional, más el hartazgo de una sociedad cansada, castigada y humillada por la clase política, lo que sirvió para que llegara al poder. Las expectativas de cambio que generaba su presencia, le hicieron ganar ampliamente las elecciones.

Su discurso encaminado hacia el bienestar de los que menos tienen, a los campesinos y a los desprotegidos, los llenó de esperanza. Parecía que al fin la justicia llegaba para quedarse. El romance entre él y el pueblo iniciaba exitosamente.

Luego del triunfo, la luna de miel duró muy poco. La realidad fría y certera apareció puntual a su cita para retar al nuevo grupo de poder, a la sociedad y a las instituciones.

Secuestros, asesinatos, robos, ajuste de cuentas entre grupos criminales y extorsiones, son los flagelos con los que la sociedad vive diariamente y nunca, un discurso, ha sido capaz de ponerle freno a éstos terribles jinetes del apocalipsis moderno.

Es la historia de siempre en este país. Es la historia que se repite. Muchos discursos, pocos resultados positivos.

Cuauhtemoc Blanco Bravo llegó a la política de manera fortuita. Un buen negocio con Encuentro Social y otro buen arreglo con el partido del Trabajo y Morena, fueron suficientes para encumbrar al excelente futbolista en un pésimo gobernante.

Sin experiencia para domar a una fiera suelta como lo es la delincuencia, que tiene secuestrado el noble estado de Morelos, el ex ídolo de las canchas no ha entendido que la política es más complicada que un partido de futbol en una copa del mundo.

Su paso como presidente municipal en Cuernavaca no fue suficiente para que entendiera la importancia de prepararse, para afrontar un compromiso que requiere seriedad y preparación especial.

Su gabinete lo encabeza José Manuel Sáenz, su representante durante su carrera futbolística, de quien se sabe es el responsable de tomar las decisiones más fuertes dentro de su equipo de trabajo. Su hermano Ulises también se encarga de los “acuerdos especiales” que suelen existir en las dependencias de gobierno.

Además, incorporó a ex compañeros que jugaron profesionalmente con él colocándolos en puestos estratégicos dentro de las entrañas del poder morelense.

Y mientras Morelos arde, Cuauhtémoc acostumbra mantenerse en forma, acudiendo a disputar todos los juegos de futbol que se organizan en cualquier parte del país o donde es convocado.

Y ahí, sin duda, brilla como siempre lo ha hecho. Es un mago. Es un genio. Es un referente internacional. Es un ídolo. Es uno de los mejores futbolistas en la historia de México.

Su carrera futbolística es simplemente brillante. De eso, nadie, absolutamente nadie lo duda. Pero, ojo, hoy su trabajo no es jugar futbol, su trabajo es gobernar y ese es un serio problema.

Las cifras negativas que se leen todos los días en el semáforo delictivo, colocan al estado de Morelos entre los diez lugares más inseguros del país, y si no se toman acciones urgentes para intentar remediar este problema, Morelos se convertirá en un estado fallido.

Faltando a su palabra, rodeado de personajes siniestros, el gobierno de Cuauhtémoc Blanco ha sido un fracaso político y social. La seguridad pende de un hilo. Las organizaciones criminales están empoderadas y son dueños absolutos del territorio morelense.

La corrupción imperante en su gabinete, más la apatía de un hombre que le divierte más el futbol que ejercer su cargo elegido democráticamente, alejan del sueño de paz, tranquilidad y justicia social que tuvo la sociedad de Morelos.

Es la historia de siempre en este país. Es la historia que se repite. Muchos discursos, pocos resultados positivos.

Lo expresado y prometido por el gran jugador de futbol, pero pésimo gobernante, queda como una historia más de un cuento de hadas que se convirtió en cuento de terror.

Por si fuera poco, embriagado por el poder, el gran jugador ha dicho que está dispuesto a convertirse en presidente de México. Una idea que al escucharla, simplemente espanta.

Por lo pronto, aunque el blanco representa pureza, esperanza, paz, humildad y amor, el gobierno de Cuauhtémoc, es un gobierno que no tiene nada Blanco…

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