Por René González
El despertador americano (1810-1811) simboliza la gran historia de los periódicos de difusión ideológica y política en México, fue el instrumento para el despertar de conciencias en la revolución de Independencia. No se podría explicar la primer gran transformación de México sin el órgano creado, dirigido y redactado por Francisco Severo Maldonado.
En su Número 1, El despertador americano. Correo político económico de Guadalaxara (sic) del 20 de diciembre de 1810 hace un llamado “A todos los habitantes de América”, en consonancia con la convocatoria libertaria del padre Miguel Hidalgo y Costilla, y dice desde sus letras: “Despertad al ruido de las cadenas que arrastráis ha(ce) tres siglos abrir los ojos a vuestros verdaderos intereses, no os acobarden los sacrificios y privaciones que forzosamente acarrea toda revolución en su principio” (sic).
La propagación de las ideas de emancipación respecto a la Colonia era una necesidad imperiosa de los insurgentes, y El despertador americano cumplió ese papel en un medio donde las imprentas estaban controladas por el virrey. Los objetivos informativos de Francisco Severo también tuvieron la intención de concitar la solidaridad con la revuelta más allá de las fronteras de la Nueva España, poniendo sobre la mesa que las ideas de ilustración que cundían en Europa fueran puestas en práctica también del otro lado del océano. A su vez, la visión de Severo estaba más relacionada con la pugna entre España, Francia e Inglaterra, y sus efectos en el “nuevo continente”, incluso se tiene la tesis que El despertador intentó defender la monarquía española desde otra perspectiva. Lo que es evidente es que significó un medio discrepante con las voces autorizadas por el régimen, que como era natural, tuvo su contra réplica a escala desde el gobierno virreinal.
En el Número 2 del jueves 27 de diciembre de 1810, El despertador declara: “Americanos. El Cielo se ha declarado por vosotros, la voluntad de Dios se manifiesta cada día con indicios nada equívocos de la más decidida y señalada aprobación de vuestra causa” (sic).
En el Número 5 del 10 de enero de 1911, el periódico cuestiona el papel de la Iglesia ante la sublevación: “¿Por qué los Religiosos Crucíferos de Querétaro predican a todas horas la excomunión contra los americanos?, ¿por qué nos traían a todos de herejes y a uno de nuestros Generales de Ante Cristo, y en fin porque arengan al populacho con la Hostia Santa en las manos?” (sic).
En el Número 7, el jueves 17 de enero de 1811, El despertador encabeza: “Americanos, Compatriotas muy amados, oíd la voz de la razón, escuchad los gemidos de la angustiada militante Patria, mostraos sensibles al clamor de sus justísimas quexas” (sic). Este último número quedó en tipografías y no vio la luz, sin embargo, el periódico ya había logrado con creces su cometido, de animar el debate entre españoles, criollos y mestizos, la luz de la lucha por la nueva nación; se dice que: “el mismo jefe de la revolución (Hidalgo) hizo crujir las prensas, haciendo imprimir y circular luego profusamente la contestación que dio a los edictos de los inquisidores, y una proclama dirigida a los criollos que combatían al lado de los españoles, excitándoles a correr bajo la bandera de la patria.” (Carmona, Doralicia).
Escribe Alfredo Ávila en su libro comentarios a El despertador americano:
“Al comenzar 1811, el fiscal de la Real Audiencia de Guadalajara señalaba que entre los promotores de sediciones “suelen ser los más perjudiciales y de más trascendencia los que las fomentan con papeles”. No le faltaba razón. Tras la captura y muerte de los principales dirigentes de la insurrección de 1810, sus palabras y las de sus partidarios siguieron teniendo efecto en numerosos habitantes de Nueva España gracias a esos papeles. Por tal motivo, las autoridades virreinales se apresuraban a recoger los manuscritos e impresos insurgentes”. (Ávila, 2010)
Después, también Ávila señala la conjunción entre los curas Severo e Hidalgo, refiere:
“Originario de Tepic, Francisco Severo Maldonado se formó en el Seminario Conciliar de Guadalajara. Si bien fue asignado a algunos curatos del interior de Nueva Galicia, no era extraño encontrarlo en la capital de la intendencia, en donde tenía un prestigio bien ganado como erudito y orador sacro. En septiembre de 1810, se desempeñaba como cura de Mascota, a unos cincuenta kilómetros del océano Pacífico, pero no dudó en trasladarse con rapidez a Guadalajara cuando recibió noticias del arribo de las fuerzas insurgentes. El 29 de noviembre consiguió entrevistarse con Miguel Hidalgo, quien lo comisionó para publicar El despertador americano, correo político económico de Guadalaxara (sic). Su objetivo sería dar a conocer las intenciones del movimiento que encabezaba y procurar atraerse partidarios, en especial entre los americanos que permanecían “seducidos” por las autoridades virreinales. Se tiraron siete números, de cerca de dos mil ejemplares cada uno, con un costo de dos reales, que llegaron a ser conocidos (al menos los primeros números) más allá de Guadalajara. (Ávila, 2010)
El despertador americano fue la cuna del pensamiento crítico propagado desde los periódicos, para dar difusión a las ideas, sin las cuales no hubiera tenido un asidero social la lucha por la Independencia del naciente pueblo de México.