Bob Dylan es Bob Dylan, escasamente se le conoce como Robert Allen Zimmerman. El 24 de mayo cumplió 79 años. Desde hace tiempo es una especie de sabio ermitaño, el músico, compositor, cantante y poeta solo reaparece periódicamente para recetar al mundo una nueva obra maestra y recordarnos que nunca se irá. Dylan representa el autostop infinito, que existe borroso en alguna carretera estadunidense levantando el pulgar para ir a Quiénsabedónde y reinventarse una y otra vez. Pero tampoco es un camaleón, sino un auténtico creador musical y literario que nunca ha sido autocomplaciente. Influenciado e inspirador de los poetas beat, Dylan dijo: “Las canciones son pensamientos que por un momento paran el tiempo”.
Que Dylan invitó a The Beatles a fumar mariguana, el 28 de agosto de 1964 en el Hotel Delmonico de Park Avenue donde los británicos probaron por primera ocasión la mota; que Dylan se electrizó y fue abucheado, el 25 de julio de 1965 en el Festival Folk de Newport por un sector de puros de la música folk, que le recriminaron incorporar instrumentos eléctricos a su música; que Dylan se convirtió en cristiano, a finales de los 70´s el maestro se refugió en el cristianismo, e incluyo música góspel en su repertorio, esto le valió críticas de colegas de la escena rockera; que Dylan no quiere el Nobel de Literatura, el 13 de octubre de 2016, la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura por “haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”, después de un malentendido que incendió las redes sociales, dijo recibir con honor el reconocimiento. Esos momentos excepcionales en que Dylan escapa a su auto reclusión que anida cuando no está en los escenarios, han construido al personaje, que es un hito en la contracultura desde su trayectoria inicial, y él ha dicho: Ser famoso puede ser una gran carga. Jesucristo fue crucificado porque se hizo notar. Entonces yo desaparezco a menudo.
La mayoría no habíamos nacido cuando Dylan recibía la primera crítica a su obra en septiembre de 1961 en The New York Times, a partir de ahí se le ha intentado descifrar a veces sin gran éxito por generaciones enteras de críticos del arte, no hay una sola rola sencilla o letra pop del cantautor, si sus creaciones fueran pintura equivaldrían a su admirado Pablo Picaso, surrealismo, cubismo, expresionismo, realismo artístico, impresionismo, simbolismo, modernismo, neoclasisismo; todas las escuelas para contar una historia acompañada de arpegios y latidos.
Dylan abrevó de la música pero también de otras fuentes. Estudió como anticuario la Guerra Civil estadounidense, de la que dijo buscar comprender “cómo gente tan unida por la geografía y la religión podía convertirse en enemigos encarnizados”; alguna vez -de acuerdo a el diario El País-, escribió una historia que retiró de su segundo álbum (1962), Talkin’ John Birch paranoid blues, una sátira sobre la histeria anticomunista. También fue seguidor del teatro de Bertolt Brecht. Quizá estas y otras influencias lo condujeron a ser una especie de gurú de la generación de los poetas malditos, de la llamada música de protesta, y del folk-rock entre otras vertientes que surgieron inculcadas por sus contribuciones. Un dato más, en 1965 vieron luz 80 discos con versiones de canciones suyas.
Pero él siempre renegó de ser el padre musical y cultural de nada, en sus biografías y autobiografía incluso parecen molestarle las etiquetas, y corre siempre para escapar a toda estigmatización. En realidad, él solo quería llegar con su guitarra de palo ante el público y cantar versiones diferentes de una misma canción, no son pocas las anécdotas en ese sentido, de su improvisación para desentumir sus éxitos.
El dylanismo militante creció con su autorización o sin ella. Dylanismo más allá de Dylan quizá, pero toda una generación libertaria lo elevó a su santoral de héroes caídos. Así, Dylan fue el soundrtack del movimiento juvenil y estudiantil del 68, que rondó el mundo irrumpiendo en la historia desde el mayo francés.
En Berlín, Praga, Chicago, Madrid, Roma, Ciudad de México, Londres, los jóvenes inundaron las calles de rebeldía. Parecería que gobiernos de diversos signos y sistemas políticos podrían ser derrocados por una generación que en carácter inédito apareció en las grandes urbes. En Francia, en comunión con los trabajadores; en Estados Unidos, por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam; en Irlanda, por la división social; en México, por las libertades democráticas que se toparon con la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco; en los países del sur de América, contra las dictaduras; en Checoslovaquia y Polonia, contra el socialismo real implantado desde el totalitarismo soviético.
El 68 fue un grito. Por las libertades civiles, contra el racismo y la homofobia, en oposición a la guerra, así como para apoyar al feminismo, el movimiento ecológico y la libertad sexual.
Pablo Espinosa escribió: “La música del 68 no es sólo la música de protesta o los grandes éxitos del momento, ni siquiera es una música de época: es una forma de vida, una manera de respirar para quienes todavía queremos una sociedad justa, un mundo noble para todos, la felicidad al poder. La música del 68 no se entiende sin la poesía de Bob Dylan: Porque, también, hay tres etapas de la música del 68: la precedente, la que sonó en las barricadas y la consecuente, la que nació de ese seno.
Por su parte, Estefanía Camacho:
Bob Dylan fue otro cantautor que popularizó la música de protesta en los sesenta, a pesar de que se había retirado de los escenarios tras un accidente en moto en 1966. En medio de las marchas contra la guerra de Vietnam, las elecciones próximas de Estados Unidos y la segregación, Dylan había decidido dedicarle unos años a la paternidad. No obstante, varias canciones de sus álbumes anteriores aún resonaban con fuerza entre los jóvenes. Like a Rolling Stone, Highway 61 Revisited, The Times are A-changin o Ballad of a Thin Man, unieron a cientos de estudiantes a nivel internacional. All alone the watchtower de Dylan se convirtió en un himno de protesta que Jimi Hendrix retomaría para su disco Electric Ladyland, publicado días después de la masacre de Tlatelolco.
El Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 2007, estadounidense y judío, actuó en el 78 en el estadio de Zeppelinfield de Nuremberg, Alemania, donde habían tenido lugar algunas de las arengas más famosas del nazista Hitler. El juglar al ver el montaje pidió que el escenario se colocara en el extremo opuesto al habitual. Consiguió así que los 80.000 asistentes dieran la espalda al lugar donde tantas veces se había venerado al dictador genocida.
Dylan no es hijo de la nostalgia. En medio de la lamentable conmoción mundial de la pandemia, celebra su cumpleaños con un anuncio que siempre será un hilo de fuerza para muchos y un tributo a la vida: un nuevo álbum que aparecerá el 19 de junio titulado ‘Rough And Rowdy Ways, el pasado 8 de mayo brindó como adelanto la canción ‘False Prophet‘.
El anuncio conmueve e ilustra, a sus casi 80 años Dylan no detiene sus creaciones, sigue en el camino, nos incita a seguir soñando con su música, desde el fondo de los tiempos más difíciles, nos ruega bregar y subsistir. El literato ha sentenciado: “Mi existencia se guio por barcos en confusión amotinados de proa a popa.”