El activismo que NUNCA tuvo Bertha Luján Uranga a favor del partido durante el proceso electoral 2017-2018, lo reservó, para desarrollar una estrategia que descarrilara los esfuerzos de Morena e inhibiera su fortalecimiento.

Esa mujer seria, casi fúnebre, con un andar tan lento como sus expresiones. decidió había llegado la hora de abandonar la irrelevancia eterna, y adoptar papeles protagónicos, aun cuando estos llevaran al partido a riesgos insospechados.

A fines de 2018, todavía en los festejos por los triunfos históricos obtenidos. Se inició  una campaña de linchamiento inédita en contra de Yeidckol Polevnsky, la cara más visible del LópezObradorismo. La mayoría de la militancia y muchos medios estábamos sorprendidos, era atípico se atacara, de esa manera, a un liderazgo tan claro y transparente. Los sets de televisión, las cabinas de radio, los debates anecdóticos, daban testimonio inocultable de una fuerza, inteligencia y eficiencia inigualable en defensa de los principios, postulados y candidatos de la coalición que Morena encabezaba. Era racionalmente inconcebible que alguien estuviera molesto por el derrotero que había tomado la historia mexicana. Pero sucedió, y si, fue en la propia casa.

A mediados de 2019, el partido empezó a mostrar signos de aletargamiento, a pesar del entusiasmo de tantos. El Comité Ejecutivo Nacional, que constaba de 16 miembros, estaba dividido. 8 apoyaban los esfuerzos de la Secretaria General en funciones de presidenta, los restantes la boicoteaban por instrucciones de Bertha Luján para que no se lograra ningún acuerdo.

Morena estaba “desarmado”, había perdido a cientos de cuadros que se habían incorporado al poder legislativo, y ejecutivo en sus tres órdenes de gobierno. El CEN, por el “vacío creado”,  estaba imposibilitado para sustituirlos, restando dramáticamente su capacidad de trabajo en todos los estados.

Más tarde, ante la inminencia de las asambleas distritales. Quien fuera el secretario de Organización del CEN, Gabriel García, accedía  -después de un año- a entregar un pedazo del Padrón Nacional de Protagonistas del Cambio Verdadero. Este “Padrón” estaba integrado por 600 mil militantes con evidencia documental y el resto de 3 millones cien mil personas eran simplemente listados con nombres. El INE sólo consignaba información de 300 mil.

Las fallidas asambleas distritales en Octubre de 2019 mostraron sin ambages ese Padrón había sido “rasurado” e “inflado” por la gente que lo había custodiado y trabajado con tanto tiempo e impunidad.

La complicidad política de Gabriel García y Bertha Luján ha sido conocida y denunciada por cientos de militantes y múltiples medios de comunicación en el país.

El histórico Congreso “patito” que fuera aprobado por el Tribunal del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) de manera inexplicable, también condicionó al CEN de Morena para que realizara una encuesta abierta a la ciudadanía, en virtud de no contar con un padrón confiable que pudiera ser aplicado a la militancia. Esto es razonable, el dichoso padrón sólo contiene a una parte de la militancia, que hubiera sido seleccionada con dedicación y esmero justamente por Gabriel García y Bertha Luján. Eso explica la recalcitrante oposición de Bertha para que sea realizada la encuesta abierta a la ciudadanía pues ella no tendría la menor oportunidad de ganarla. Así de sencillo.

Como triste herencia del Congreso “Patito”, y en una burda operación de pasillo, Bertha Luján presentó como candidato único para la “presidencia interina” del CEN a Alfonso Ramírez Cuéllar. Como todos podrán inferir, bastaba el voto de Bertha para que su protegido pudiera ganar. Todos los demás sufragios ya eran irrelevantes.

Junto con Ramírez llegaban ocho secretarios para cubrir otras tantas secretarías que NO estaban vacantes.

El plazo que a estos “liderazgos” impuso el mismo Congreso fue de cuatro meses, que se hubieron cumplido el pasado 26 de julio. La permanencia de estos personajes más allá de esta fecha representa un desacato al Congreso que lo determinó, y a la Sala Superior del TEPJF que lo sancionó.

Alfonso Ramírez Cuéllar, mejor conocido por su oposición sistemática al presidente López Obrador, no cuenta con ningún mérito apreciable para dirigir a Morena y menos aún para eternizarse como pretende.

Su nombramiento estuvo condicionado para que actualizara con objetividad y decencia  el padrón de militantes y convocara a una encuesta abierta a la ciudadanía para elegir al Presidente(a) y Secretario(a) General del Comité Ejecutivo Nacional. No hizo absolutamente nada al respecto a pesar de que el TEPJF autorizó para que utilizara las herramientas tecnológicas que el mundo usa cotidianamente. No existe pretexto alguno que salve a Alfonso de la indolencia y  perversión que exhibe.

El entendió que, a pesar de la contingencia que tanto culpa, podía recorrer el país ofreciendo cargos y candidaturas a diestra y siniestra para ganar algo de simpatía que mucho necesita.

¡La salida de un verdugo siempre será inaplazable!

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