Por Frida López Rodríguez

@Frida LopRod

La historia es un discurrir de los actos humanos voluble, cruel e inesperadamente alentador; no ha existido ningún hombre que haya sido capaz de oponérsele. Los seres humanos conocen su finitud por la historia, la cual es el tiempo narrado, heredado y resguardado. Teniendo esto en mente, resulta una mala broma esta tendencia por eliminar partes de nuestro pasado con la destrucción de monumentos o edificios, creyendo que de esta manera podemos ser árbitros del tiempo.

El origen de un país es demasiado complejo como para reducirlo a una batalla entre héroes y villanos, los procesos políticos son resultado de un cúmulo de decisiones hechas por individuos concretos, determinados por circunstancias sociales específicas. Por ello todos los hombres deben ser juzgados desde sus propias circunstancias y valorar su legado no como una especie de condena sino como una invención, un encuentro entre épocas diferentes que poseen mecanismos propios de legitimación ideológica.

La gira de la Dra. Beatriz Gutiérrez Müller en un momento tan significativo para el país, como lo es el proceso de regeneración de la vida pública nacional, emprendió un viaje que no sólo atravesó los océanos sino también los mitos y los prejuicios historiográficos. La administración actual, teniendo un alto sentido del deber histórico, decidió hacerle frente a uno de los temas más sensibles de la cultura mexicana. Tal y como declamó Salvador Novo:

“Hay dentro de nosotros esa lucha fatal
entre la grata ofrenda de amor a nuestros idos
y el sórdido rencor para el rubio invasor,
y alzamos hacia el cielo nuestro ruego ancestral,
y al dejar nuestro beso por los aires dormidos,
sentimos que han pasado almas en derredor…”

La visita diplomática a Francia, Austria e Italia en días anteriores es un gran encuentro que podría ser el inicio de un diálogo fructífero en el que la historia se libre de la tiranía de una simplificación maniquea, pues lo cierto es que a pesar de los errores y aciertos cometidos, México no podría haber sido distinto. Resulta ocioso fungir como profetas del pasado y las nuevas generaciones necesitan coordenadas para situarse en su propia época más que discursos que promueven una obsesión insana por destruir el pasado.

A sólo unos meses de la conmemoración de tres hitos para la historia mexicana: 700 años de la fundación de Tenochtitlán, 500 años de su caída y 200 años de la Independencia; es importante reflexionar sobre la propia función de la historia y de la noción que tenemos del tiempo. En especial, cuestionarnos si la sentencia moral es lo más adecuado, y sobre todo sus consecuencias actuales: tenemos una población que no sabe lidiar con las contradicciones de su propia historia, desde el ámbito familiar hasta el político, que ante la falta de diálogo opta por el rechazo en lugar de hacer un justo balance, comprender la imperfección de la humanidad y plantearse a futuro proyectos viables.

El esfuerzo de la Dra. Beatriz, como presidenta de la Coordinación Nacional de Memoria y Cultura de México, no debe pasar desapercibido: es un intento por redefinir   las relaciones diplomáticas que tenemos con Europa, mismas que no cambiarán de un momento a otro. Este es un trabajo que se reforzará con una buena política económica, cultural y diplomática a largo plazo y para ello es necesario el relevo generacional con jóvenes que sean capaces de operar en todas estas dimensiones con la conciencia de su dificultad.

*Tesista de la Licenciatura en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Integrante del Consejo Consultivo de Jóvenes de Cultura UNAM  y del Consejo Editorial de la Revista de la Universidad. Fue representante estudiantil en el Consejo Académico del Área de las Humanidades y las Artes de la UNAM de 2016 a 2018.

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