Tres días después de la manifestación popular más grande de la historia de México, en un mensaje a la Nación trasmitido en cadena nacional, como era la usanza ante sucesos graves, el presidente Vicente Fox tuvo que recular públicamente, y en la vía de los hechos detuvo el desafuero, sufriendo una estrepitosa derrota política, que puso al panismo en la lona de la arena política y catapultó a AMLO como el candidato con mayores posibilidades en la sucesión presidencial de 2006. En uno de los más importantes, impresionantes y sonados triunfos del pueblo organizado.

La noche del 27 de abril con el rostro adusto, desencajado, dejando atrás su falso carisma, ya sin bromas bobas ni frases deshilvanadas, el presidente Vicente Fox anunció la ”renuncia” del procurador general de la República, Rafael Macedo de la Concha, uno de los principales ejecutores del proceso judicial contra el gobernante capitalino. A su vez informó que la Procuraduría General de la República (PGR) revisaría ”de manera exhaustiva” el expediente de consignación del jefe de Gobierno del Distrito Federal -a quien no mencionó por su nombre-, en la búsqueda de ”preservar dentro del marco de la ley la mayor armonía política del país”. Y remató con la frase: ”A nadie se impedirá participar en la próxima contienda electoral”. Lo que fue tomado como la firma de la rendición.

Aunque más allá del mensaje foxista de claudicación, AMLO ya despachaba desde el lunes 25 en el antiguo palacio del Ayuntamiento, pues el apoyo masivo del pueblo concitado en aquel Zócalo cuyo gentío llegó hasta la fuente de petróleos, no solo era un mensaje demoledor ante la adversidad, sino que era la evidencia de un movimiento en ascenso. El pueblo estaba imparable, aspecto que el grupo en el poder esta vez leyó a tiempo.

El Editorial de La Jornada del 28 de abril es un documento de valía histórica que sintetiza los significados del desafuero y su desenlace:

“Poder faccioso, nunca más.

“Fue un triunfo de la gente. Los ciudadanos que se movilizaron por decenas y centenares de miles hasta sobrepasar el millón, en la marcha del domingo pasado, en defensa de la democracia, la paz y los derechos políticos de todos, deben sentirse satisfechos por haber impuesto, en forma pacífica, civilizada y legal, una solución razonable y sensata a la polarización y la crispación en que se había sumido a la República por el empeño gubernamental de eliminar política y jurídicamente al jefe del gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, del escenario electoral del año entrante, con lo que no sólo se cometía un atropello contra el tabasqueño, sino también contra el derecho de los electores a emitir su voto por quien deseen.

“Bajo la presión multitudinaria de las movilizaciones, ante los interminables enredos legales en los que derivó el desafuero del gobernante capitalino, vistas las pifias y los ridículos protagonizados por los personeros de la Procuraduría General de la República (PGR), convertida en agencia de persecución de adversarios políticos, y con el telón de fondo de la alarma de la comunidad internacional por la desestabilización política y económica que se veía venir en México, el presidente Vicente Fox rectificó ayer, en cadena nacional, y anunció la remoción apenas disfrazada de renuncia, para observar las mínimas formalidades de Rafael Macedo de la Concha, operador principal de las maquinaciones legaloides contra López Obrador; se comprometió a realizar una revisión exhaustiva del expediente penal inventado contra éste y ofreció enviar al Congreso una iniciativa de ley que garantice los derechos políticos de los ciudadanos sujetos a juicio hasta en tanto no se dicte sentencia definitiva en sus casos.

“Fue un triunfo de la democracia, la sensatez, la legalidad y de la convivencia. Fue una victoria política contundente para el político tabasqueño y su causa; fue, también, un gesto de autoridad bien ejercida que debe abonarse al crédito de una Presidencia cuya tarea central es, a estas alturas, garantizar una contienda electoral justa, legal y equitativa en 2006, así como una posterior transición pacífica, armónica y estable.

“En el afán de destruir al jefe de Gobierno del Distrito Federal se tejieron alianzas inconfesables entre los operadores del primer círculo del foxismo con los medios electrónicos, convertidos en caja de resonancia de un delito inexistente, y con individuos del jurásico priísta, antidemocrático y corruptor, como Carlos Salinas y Roberto Madrazo; se convirtió a la Secretaría de Gobernación en aparato de propaganda oficial tan virulenta como inverosímil; se vulneró la autonomía del Poder Judicial el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Mariano Azuela, según confesión propia, fue citado a Los Pinos para analizar el asunto del desafuero; se obligó a la Cámara de Diputados a volver a los tiempos de los “levantadedos” por línea y consigna; se impuso como tarea obsesiva y casi única de la PGR, de por sí desgastada en la ineptitud de sus mandos, el acoso judicial al mandatario capitalino; se desprestigió la institución presidencial; se permitió que sujetos de pasado oscuro y dudosas motivaciones actuales, como Carlos Javier Vega Memije, hablaran a nombre del gobierno federal y adquirieran grotesca y desmesurada presencia mediática; se permitió o se alentó que su colega, José Luis Santiago Vasconcelos, operara no con la mesura de un funcionario, sino con la insolencia de un provocador profesional; se puso en peligro la paz social, la estabilidad de la República y el futuro de la incipiente democracia”.

Con el triunfo popular en la bolsa, como ha ocurrido en los episodios culminantes de su vida personal, AMLO actuó como estadista, acorde con su discurso del domingo 24 de abril propuso dialogo al gobierno federal, dar vuelta a la página y generar mejores condiciones para el cambio pacífico de régimen. “No hay que astillar la silla presidencial, sino nadie se va a poder sentar en ella”, solía decir.

En una carta al presidente Vicente Fox, el jefe de Gobierno planteó un diálogo sin condiciones sobre el derecho a la libertad de elección del pueblo de México, y expuso que hacer valer las libertades ciudadanas “es una obligación de quienes venimos de los movimientos democráticos de oposición a los gobiernos priístas”. Dando otra cachetada con guante blanco al ex gerente de la Coca Cola.

No obstante, el propio AMLO narró que después de enviar estar carta Fox lo recibió en Los Pinos, pero marcado por el resentimiento de la derrota, el presidente no atinó a leer la altura de miras del opositor, sino simplemente atendió la reunión de manera seca y protocolaria, desaprovechando una gran oportunidad de evitar la polarización que irresponsablemente el guanajuatense inició con el uso faccioso del Estado.

Por ello, a pesar de la gran victoria, el movimiento de resistencia surgido al calor de la lucha se mantuvo alerta y activo. La oligarquía o mafia del poder no se iba a quedar cruzada de brazos ante la derrota foxista, como se vería tan solo unos meses después. Desde el primer minuto del mensaje de Fox a la Nación donde reconoció su derrota política, la mafia rumió entre telones la necesidad de reorganizarse e iniciar el contra ataque.

El gran cronista Jaime Avilés, visionario y comprometido como siempre, aseveró: “Los microorganismos ciudadanos que apenas hace unas cuantas semanas constituyeron el Lado Izquierdo Opositor (LIO) y lanzaron el Manifiesto Ladoísta, no se equivocaron al afirmar, en el punto 12 del documento, que la lucha contra el desafuero sería “breve, intensa y victoriosa” o -como establecieron en la exposición de motivos- que “antes, durante y después del desafuero” elevarían su “capacidad de respuesta”, sin apartarse de los principios básicos de la desobediencia civil que son “la creatividad, la firmeza y la alegría.

“Un día después que los miembros de LIO refrendaran ese acuerdo, Paco Ignacio Taibo II y cientos de escritores, intelectuales y artistas plásticos fundaron la Asamblea de los Trabajadores de la Cultura en Defensa de la Democracia, y anunciaron que pasarán a la acción de inmediato, contando entre sus participantes a Elena Poniatowska, Jesusa Rodríguez, Gabriel Macotela, los hermanos Castro Leñero, el periodista Carlos Payán y muchos, muchos reconocidos talentos más. Por su parte, el Comité Universitario contra el Desafuero celebrará el miércoles una mesa redonda “de balance” en el auditorio Alfonso Caso de la Torre de Humanidades 2 de la UNAM, y un festival de la Coordinadora de Colonias de la delegación Venustiano Carranza, lo cual, dicho en otras palabras, sigue significando que vamos a ganar”.

Así, en la UNAM se organizó el cuarto acto universitario titulado: Desafuero: la movilización popular derrota a Fox y al PRI, ¿qué sigue?, con la participación de Gabriel Vargas Lozano, Carlos Antonio Aguirre Rojas, y José Zamarripa, que se realizó el miércoles 4 de mayo en el auditorio Alfonso Caso de la Torre II de Humanidades en Ciudad Universitaria. Ante un público desbordado de rostros jóvenes y sonrientes surgió la idea de preparar el Frente de Apoyo Crítico a López Obrador, para “ayudarlo a ganar y obligarlo a cumplir”, como se decía en radio pasillo.

De la efervescencia del triunfo ante foxismo el movimiento tendría que arreglárselas para pasar a la promoción del voto, y a nuestro talón de Aquiles: la defensa eficaz del voto en el proceso electoral venidero. No había tiempo ni para respirar.

*Este texto forma parte de un trabajo más amplio que se denomina: Los años de la resistencia, que será publicado en esta columna por entregas.

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