El 1° de enero de 1994 se escribió la anunciada crónica del fin de una farsa. Ese día entró en vigor el TLCAN o NAFTA que según Carlos Salinas nos llevaría “al Primer Mundo”; pero la noticia que recorrió el mundo fue la irrupción del movimiento indígena que surgió en Chiapas con el nombre de Ejército Zapatista de Liberación Nacional, y cuyo vocero el subcomandante Marcos apareció junto con la comandancia del Comité Clandestino Revolucionario Indígena, en representación de los pueblos y comunidades de la región que habían optado por levantarse en armas para ser escuchados por el régimen priista.

El movimiento zapatista tomó la presidencia municipal de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y las cabeceras de Altamirano, Las Margaritas, Ocosingo, Oxchuc, Huixtlán y Chanal; después hubo combates con el ejército mexicano que se prolongaron varios días; este acontecimiento desnudó la realidad del régimen salinista, dónde la pobreza seguía aquejando a grandes capas de la población, más allá de las clientelas de Solidaridad. Ante el levantamiento indígena la respuesta fue una brutal represión, según datos oficiales en las dos primeras semanas de enfrentamientos hubo 57 muertos y 40 heridos.

La sociedad civil salió a las calles de la Ciudad de México desde el día 7 de enero, para pedir paz, dialogo y un alto a la guerra que se había desatado. A través de marchas y mítines el pueblo fue clave para parar el fuego.

Los días de enero y febrero estuvieron marcados por los acontecimientos de Chiapas como epicentro de la vida política nacional. El 6 de enero Carlos Salinas de Gortari dijo que “profesionales de la violencia asestaron un doloroso golpe a una zona de Chiapas y al corazón de todos los mexicanos”. En consonancia con el clima de tensión, se suscitaron algunos ensayos de atentado, en Uruapan, Michoacán, fueron derribadas dos torres de alta tensión y una más en Esperanza, Puebla. El 8 de enero un coche-bomba estalló en el centro comercial Plaza Universidad, en la Ciudad de México, donde una persona quedó levemente herida.

El 10 de enero Manuel Camacho Solís que venía de su frustrada intención de ser candidato presidencial fue nombrado Comisionado para la Paz y la Reconciliación en Chiapas, con lo que se reactivó políticamente con mayores reflectores que el candidato oficial del PRI Luis Donaldo Colosio, a su vez fueron nombrados: Jorge Carpizo, secretario de Gobernación, Diego Valadés, procurador General de la República y Manuel Tello Macías, secretario de Relaciones Exteriores.

El 12 de enero tras una enorme presión social, el gobierno determinó el cese unilateral del fuego y las partes aceptaron como mediador al obispo Samuel Ruiz García, luego de diversos vaivenes hasta el 21 de febrero se inició el diálogo entre el gobierno y el EZLN en la catedral de San Cristóbal de las Casas.

A la par de dichos sucesos, el 6 de febrero de 1994, Andrés Manuel López Obrador inició su segunda campaña electoral en pos de la gubernatura de Tabasco, en la plaza de toros de Villahermosa, donde se reúnen más de 5 mil personas para manifestarle su apoyo. En este tramo, el dirigente tabasqueño imprime un intenso esfuerzo a organizar la campaña local opositora desde cada comunidad.

Con la aparición pública del EZLN, cuyas raíces databan a las Fuerzas de Liberación Nacional o FLN, y que el 1° de enero salieron de la clandestinidad, se inició un proceso también de encuentros y desencuentros hasta llegar años más tarde a la ruptura total con el PRD. Sin embargo, en los años iniciales del conflicto un sector del PRD vinculado a los movimientos sociales acompañó con cercanía la causa zapatista.

En su libro, el Sueño zapatista su autor Yvon Le Bot en una entrevista con el subcomandante Marcos explicaba las afinidades entre lo que se concentraba en el PRD -que más adelante iba a dirigir López Obrador-, y el EZLN. “Se trata de caminos divergentes, pero que coinciden en esa base social, o más bien en ese síntoma, en esa ‘enfermedad’ de protesta, de rebelión, de resistencia de la sociedad mexicana”. (Yvon Le Bot, 1997). Precisamente, en eso se fue decantando la tensión entre ambos proyectos de izquierda, en una disputa por la base social. Cientos de cuadros, militantes y simpatizantes de la izquierda a lo largo y ancho del país bregaron con ambas camisetas, la del neocardenismo representado por parte del PRD y el neozapatismo del EZLN, así fue durante la década de existencia del movimiento indígena.

El levantamiento también significó la reactivación política de Manuel Camacho Solís a quien Salinas revivió al nombrarlo comisionado de la Paz. Camacho aprovechó la tribuna mediática que alcanzó planos internacionales, y deslizó la posibilidad de relevar al candidato ya oficial del PRI, que había sido “destapado” con las reglas tradicionales como si la ruptura de 1988 no hubiera existido: Luis Donaldo Colosio. La tensión entre ambos personajes fue creciendo, alimentada por el activismo intenso de Camacho en la atención del conflicto y de su capacidad mediática, pues aparecía en fotos en los diarios sosteniendo la bandera nacional con Marcos, que también era una figura inédita y fulgurante cuyo genio propagandístico comenzaba a descubrirse.

Atendiendo el apoyo de la sociedad civil que se había movilizado por el alto a la guerra, el EZLN modificó su postura inicial de la primer Declaración de la Selva Lacandona de combatir al régimen con las armas y tomar el poder para deponer a Salinas e instaurar el socialismo; y articuló un mensaje donde puso el mundo indígena y sus causas en el centro. Las armas se mantuvieron como garantía de las comunidades, pero se dio un repliegue militar del EZLN a la selva, se apostó al dialogo, y se convocó a la Convención Nacional Democrática como viraje estratégico para incluir a la intelectualidad de izquierda, el sector del PRD que apoyaba claramente el movimiento y a la izquierda extraparlamentaria cuyas organizaciones sociales se integraron para organizar el brazo civil del Ejército Zapatista.

La campaña de Colosio no prendía a pesar que el candidato oficial tenía un gran carisma y había hecho un trabajo territorial genuino como el primer secretario de Desarrollo Social, entonces cambió de estrategia y en un hecho que se leyó como su propia y lamentable sentencia de muerte, el 6 de marzo dio un discurso en el Monumento a la Revolución, que no era autocomplaciente con los supuestos logros del salinismo, y refirió la necesidad de cambios verdaderos, fue celebre su frase: “Yo veo un México con hambre de sed y justicia”. Con este planteamiento se pretendió ubicar como el candidato del cambio, y no de la continuidad, rompiendo con el espejismo salinista. En un hecho poco analizado mencionó su disposición a revisar la reforma al Artículo 27 Constitucional que el presidente Salinas había logrado reformar en perjuicio del campo.

En un asesinato atribuido vox populi a Carlos Salinas, en el contexto de un escenario donde todos los factores se descomponían vertiginosamente para el mandatario; el 23 de marzo murió de dos impactos de bala Luis Donaldo Colosio al concluir un mitin en Lomas Taurinas, Tijuana, BCN. Este hecho sacó en definitiva a Manuel Camacho Solís de la posibilidad de ser candidato por el PRI, y definió que el candidato oficialista fuera el coordinador de campaña de Colosio y a la postre Presidente de México, Ernesto Zedillo Ponce de León.

Las bases sociales y el electorado identificado con la izquierda navegaban el turbulento 1994 entre dos aguas, la posibilidad radical, fresca y atractiva especialmente para los jóvenes universitarios del EZLN, que se organizaba como movimiento sin plantear ya la toma del poder sino las causas de los pueblos indígenas; y la candidatura presidencial del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, que a diferencia de 1988 no significaba una opción con un discurso renovado, padecía el desgaste de la embestida mediática de todo un sexenio por la televisión (que atacaba u ocultaba a Cárdenas sistemáticamente), y la autofagia perredista que ya encerraba el movimiento democrático en las interminables pugnas internas.

El 12 de mayo se realizó el primer debate en la historia de las elecciones presidenciales, y fue trasmitido en cadena nacional. Ahí vino el primer gran revés para las aspiraciones de Cárdenas, que sin lugar a duda era la única opción electoral favorable al pueblo, que había mantenido su presencia en el México profundo recorriendo el país durante el sexenio; pero que no leyó lo que vendría en el debate. Mientras el ingeniero se presentaba a cuestionar al candidato del PRI Ernesto Zedillo y en evidenciar con la posibilidad que daba tener acceso a la pantalla chica los fracasos del salinismo, el blanco del candidato del PAN Diego Fernández de Cevallos, un abogado de la mafia política y económica insólitamente fue Cárdenas y no Zedillo.

En el debate y el post debate donde Diego Fernández tuvo gran acceso a medios, el centro del discurso era atacar a Cuauhtémoc Cárdenas, que hasta entonces iba en segundo lugar en las encuestas y cayó al tercero para no volverse a levantar. Diego cumplió una instrucción que recibió de Salinas, pues después de minar a Cárdenas se fue a la banca y desapareció de la campaña, en un capítulo más de las concertacesiones del PRIAN.

El segundo momento crítico para Cárdenas y el PRD se dio el 15 de mayo, cuando el hijo del General en aras de comprometerse con la causa indígena del EZLN visitó el territorio zapatista en rebeldía para reunirse con la comandancia del movimiento. Sin embargo, quizá con justa razón pero sin atender la coyuntura electoral existente y lo que significaba la postura del EZLN en un contexto donde el PRI se convulsionaba pero estaba vivo, y el PAN hacia el juego al sistema en la lógica neoliberal, el subcomandante Marcos aprovechó el momento no para cerrar filas desde la izquierda sino para criticar ácidamente el papel del PRD, cuando esta organización partidaria era la única opción de cambio real aún con sus deficiencias.

Si bien, los zapatistas hacían un matiz entre la figura de Cárdenas y el PRD. Estas fueron sus palabras, que además fueron magnificadas y editorializadas por los medios masivos de comunicación:

“Hemos visto con preocupación que el PRD tiende a repetir en su seno aquellos vicios que envenenaron desde su nacimiento al partido en el poder. Aquellos que luchan por la democracia practican en su interior la intriga palaciega, el acuerdo de cúpula, el eterno traicionarse, la mentira, el peor ajuste de cuentas: la traición.

“Y puede decirse que no conocemos bien al PRD y por eso hablamos estas palabras. Se puede decir que no es así, que las diferencias se resuelven apelando al sentimiento de las bases, que no hay zancadillas, arrebatos ni golpes bajos.

“Se puede decir que el PRD es en sí mismo democrático, se puede engañarnos y engañarse, pero es seguro que el mañana democrático en México no nacerá de estos métodos políticos”.

Vapuleado por la derecha en el debate, y por la izquierda zapatista unos días después, el Ing. Cárdenas no logró posicionarse como una opción viable entre un electorado que miraba atribulado como la clase política priista se incendiaba, el país comenzaba a sumirse en hechos violentos (hay algunas hipótesis del papel de los cárteles del narco en esos aciagos días), y a su vez, paradójicamente el nuevo candidato priista Zedillo se presentaba como la opción garante de la paz social. Por su parte, lejos de los reflectores, Andrés Manuel López Obrador incrementaba su labor a ras de tierra en Tabasco, que a su vez observaba cierto eco del levantamiento indígena del vecino estado de Chiapas.

*Este texto forma parte de un trabajo más amplio que se denomina: Los años de la resistencia, que será publicado en esta columna por entregas.

 

 

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