El documental “0.56% ¿Qué le pasó a México?” (2010) después de reseñar los hechos que conmovieron al país de aquel 2006, cierra con una cortinilla de un guión que pretendía ironizar el momento y el devenir:

“Felipe Calderón tomó protesta como presidente de México, su mandato terminó el 1° de diciembre de 2012.

“Vicente Fox administra el Centro Fox, imparte conferencias y ofrece entrevistas por el mundo.

“Elena Poniatowska publicó “Amanecer en el Zócalo” una crónica sobre el plantón. Continua su carrera como escritora y periodista con reconocimientos en todo el mundo.

“Y Andrés Manuel…

“Yucatán, enero, 2007…”

Entonces se muestran las imágenes de un perifoneo para invitar a un mitin en uno de los 2 mil 38 municipios que AMLO recorrió entre 2007 y 2009, en un par de minutos el documental mostraba al dirigente hablando en una plaza yucateca semidesértica y desolada, quizá ante unas cien personas que se abanicaban del calor con lo que podían, y dispersas, alejadas del micrófono donde el tabasqueño daba una reflexiva arenga.

Para los creadores de este documental, ésta era la clara imagen de un López Obrador derrotado, desde una visión simplista, para ellos mientras Calderón “era presidente”, y Fox “imparte conferencias y ofrece entrevistas por el mundo”; AMLO, aquel que puso al país en vilo con movilizaciones multitudinarias, unos días después estaba sencillamente dando un discurso ante un puñado de campesinos, indígenas, amas de casa y adultos mayores, ataviados con su piel morena, camisas roídas y sus manos agrietadas que ¿a quién le importaban?

A manera de epílogo, este documental y su visión maniquea de presentar a “los vencedores” (Fox, Calderón, y el prianismo fraudulento pero, coronado “haiga sido como haiga sido”), y a “los vencidos” (AMLO y los pequeños racimos de la gente del México profundo que osaban desafiar el sol de la plaza pública), demuestran a la luz de vida lo equivocado que se puede estar cuando se carece de conciencia y perspectiva histórica para analizar los sucesos.

El anacronismo de convertir victorias pírricas en sentencias irreductibles o de acomodar los hechos a la lógica tramposa del poderoso, significó, el caldo de cultivo, el aliciente para la reconstrucción paciente, pero activa, de un proceso transformador que como la humedad seguiría colándose desde abajo en todos los resquicios de la patria verdadera, y que fue concitado por los hombres y mujeres libres que no creyeron en ese anacronismo que los tildaba de perdedores, pues la humanidad también se ha sembrado con derrotas. La historia estaría lejos de terminar para Andrés Manuel López Obrador y los suyos (el pueblo organizado), aquel mitin tupido del bochorno por la calor del enero peninsular de 2007.

“Me da mucho gusto estar con ustedes, les agradezco la gentileza que tienen de acercarse a escucharnos…” -dice un sereno López Obrador, de frente a decenas de personas, algunas sentadas, otras acicalándose con un abanico; un perro pasa por ahí, un niño se va en bici, tres personas se paran debajo de un árbol con sus guayaberas pálidas, se detienen a escuchar al hombre que vuelve a ser un militante brigadista, y al que hace apenas unos días le han robado la Presidencia de México.

*Este texto forma parte de un trabajo más amplio que se denomina: Los años de la resistencia, que será publicado en esta columna por entregas.