Era una mañana soleada del 19 de marzo de 2017, unas horas antes de que diera a su fin nuestro invierno boreal. El día prometía ser diferente e inolvidable por el evento que se suponía habría de vivir, condicionado quizá, por algunos apegos y voluntades. Un par de días previos, el presidente del Comité Ejecutivo Estatal de Morena en Querétaro, me extendería la invitación para acompañar y firmar con el Lic. López Obrador, presidente del CEN en Morena, el “Acuerdo Político de Unidad por la Prosperidad del Pueblo y el Renacimiento de México”.

La cita era a las 12:00 horas en el Jardín Guerrero, ubicado en el corazón de la ciudad capital del estado. Un mes antes, yo había iniciado trabajos de brigadeo en nuestra zona, estableciendo los primeros comités de base en Juriquilla, abriendo una oficina, y sentando las bases para la expansión del trabajo en otras comunidades. Es en ese periodo cuando surge el primer desencuentro con un pensamiento atípico que priorizaba el enfrentamiento y la descalificación de nuestros líderes locales y nacionales. Llegué a las 11.30 horas al encuentro, subí al templete armado, busqué mi nombre en el piso, y ahí me paré hasta que diera inicio aquella histórica sesión pública.

Un poco después, subiría Bertha Luján y su seriedad inconmovible, atrás de ella, llegaría Yeidckol Polevnsky, repartiendo sonrisas y tarjetas personales a quien se las pidiera. Andrés Manuel, haría un largo recorrido desde el otro extremo de la plaza, saludando a toda la gente que se le acercaba con la convicción de su impacto y simpatía. Ascendió, ocupando su lugar justo adelante del mío regalándome una risita amable.

Llegó el momento de los discursos, era el turno de Carlos Peñafiel, nuestro presidente estatal, quién no podía ocultar su nerviosismo, menos aún, con el boicot que desde un sitio cercano le endilgaba  un pequeño grupito, ante la evidente censura de “nuestro invitado”. Estos, mostrarían después el “músculo” tomando con cuatro personas las oficinas de Morena en Querétaro. Como protocolo del acto, pasé a firmar el libro y después a darle un abrazo a nuestro presidente nacional, le murmuré simplemente; “estoy emocionado”, él sólo me volteó a ver conmovido.

En marzo de 2018, fui nombrado Representante Propietario ante el Consejo General del Instituto Electoral del Estado de Querétaro. En el mes de enero de 2020, fui designado Secretario de Capacitación y Formación Política del Comité Ejecutivo Nacional de Morena. En este pequeño lapso (cuatro años) he conocido a Morena por dentro y su percepción por fuera. He respetado hasta el límite de mi tolerancia los desatinos y potenciales fraudes de algunos liderazgos que he señalado con vehemencia en estas páginas sin que se haya impartido la justicia esperada. De ahí mi renuncia largamente anunciada.

Mi primera fase política la viví en el (PMT)  Partido Mexicano de los Trabajadores, en los setentas y ochentas medios. Heberto Castillo Martínez, un mexicano de excepción, fue mi primera inspiración con una oferta justa, incluyente y nacionalista. Su amplio legado, estoy seguro, es compartido por el presidente Andrés Manuel López Obrador, el líder social y político más importante del México moderno, y en cuyo talento y honestidad confiamos la inmensa mayoría de un pueblo con esperanza. Es cierto, no me podría haber conformado con menos.

¡Con mi renuncia a todo, antepongo el romanticismo político a la indeseable complicidad!

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