Carlos Montemayor nació en Parral, Chihuahua el 13 de junio de 1947 y murió hace una década en la Ciudad de México el 28 de febrero de 2010. Fue un mexicano ejemplar, escritor y militante activo de la defensa de los pobres y las comunidades indígenas de México. Sus palabras son las armas del viento transformador que recorre transparente e indetenible nuestra Patria.

En 1996 Paco Taibo presentó su libro Ernesto Guevara mejor conocido como el Che en el Centro Cultural San Ángel participó como conferencista Carlos Montemayor, ahí el escritor norteño comentó: “después de Emiliano Zapata y Pancho Villa, el Che es el último gran héroe de los desfavorecidos en América Latina”. En un evento cargado de emotividad y fraternidad, ante un auditorio repleto las intervenciones irradiaban combustible para los ánimos de cambio, al año siguiente el PRI perdería por primera vez la Ciudad de México.

Ese 1997, Carlos Montemayor que no era un militante orgánico de la izquierda electoral sino un referente intelectual de las causas justas, dio a conocer la que podría considerarse su obra principal: Guerra en el Paraíso, una novela histórica, que narra en pasajes magistrales las vicisitudes de la lucha del Partido de los Pobres, encabezada por el profesor Lucio Cabañas Barrientos en la Sierra de Guerrero. Es una gran novela y también un documento de alto valor político que contribuyó a evidenciar los excesos del viejo régimen:

Se ha dicho que “Guerra en el Paraíso tiene como propósito convencer a una audiencia de que en el México democrático de los años setenta, en el país que recibía exiliados y perseguidos políticos, y que presumía de su liderazgo entre los países del Tercer Mundo y de sus alianzas con las naciones No Alineadas, hubo una guerra de exterminio de baja intensidad contra poblaciones rurales.” (Serrato, 2019).

Carlos Montemayor y Paco Taibo mantuvieron una gran cercanía literaria aunque sus opiniones políticas sobre la actualidad nacional fueran divergentes, los libros de El Che y de Guerra en el Paraíso, los llevaron a coincidir en diversas presentaciones y ferias literarias en México y el mundo. De ahí surgió una profunda relación intelectual.

Sobre ello, Taibo escribió acerca de un dialogo imaginario con Montemayor: “Una vez te dije que viejos rojos, viejos rockeros y viejos novelistas nunca mueren, y me propusiste que añadiera a la lista a los cantantes de ópera. Tengo que confesarte que nunca lo hice. Estábamos en una gira enloquecida por Italia de presentaciones cruzadas de nuestros últimos libros y teníamos un montón de pactos: yo no rechazaba una copa de vino y a ti te tocaba doble: nunca repetíamos la misma presentación y hablábamos de política cuando esperaban que habláramos de literatura y a la inversa. En algún lugar descubriste un piano y un pianista y mezclamos defensas de las zapatistas con reflexiones sobre la novela, y luego te pusiste a cantar arias de óperas de Verdi ante un grupo de entusiastas adolescentes sentados en el suelo, que parecían estar muy contentos de que los intelectuales de izquierda mexicanos fuéramos tan heterodoxos.”

Tras la partida de Montemayor, el escritor Paco Taibo ha sido un activo preservador y difusor de la obra del también poeta y cantante de Ópera, en particular para la publicación de sus obras post mortem, el ensayo Violencia de Estado en México. Antes y después de 1968 (Montemayor, 2010) y ​la novela Las armas del alba (sobre el asalto en 1965 al cuartel de Ciudad Madera, sierra de Chihuahua, suceso fundacional de la Liga Comunista 23 de Septiembre, y obra escrita en 2003).

En el epilogo de esta obra imprescindible se expesa: “Montemayor se ocupa de temas y hechos sociales relevantes que no han sido tratados por historiadores ni especialistas ya sea por su complejidad política, por la peligrosidad de la información militar o por la de penetrar en círculos sociales o clandestinos. Como en sus anteriores novelas, los personajes aparecen con sus nombres reales y la fuerza y objetividad de los hechos son una constante que se integra en la misma estructura literaria. Los eventos que narra eran hasta ahora algo nunca contado. El legado mismo de los guerrilleros permanecía complejo y confuso: para la izquierda, como fuente de controversia; para los campesinos de la región, como un parteaguas, y para los historiadores, como acontecimientos aún no relatados ni analizados.”

En 2010, el fallecimiento de Carlos Montemayor, aunado al de Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis, fue un hecho que dejó en cierto desamparo a las voces independientes y la comunidad intelectual en el país ‘‘que no tenía relevos de ese tamaño y de esa altura”, dijo Paco Taibo; que también en una mesa de recuperación histórica de Montemayor sentenció: “un escritor vive mientras se le siga leyendo”.

La obra literaria de Carlos Montemayor abarca todos los géneros: crónica, ensayo, diccionario, novela, poesía; fue calificado por sus críticos como un “verdadero renacentista contemporáneo”, el escritor impartió conferencias en 23 países.

Siempre mostró un gran interés por las culturas indígenas de México, su libro Tarahumara es el compendio más completo sobre los rarámuris de la Sierra de Chihuahua.

“Una de las grandes riquezas de México es su diversidad de lenguas. Una riqueza que debemos cuidar porque son el alma de todos los pueblos de México. Debemos cantar en todas ellas, escribir en todas ellas, pensar en todas ellas. Las lenguas tienen un mismo fin: despertar la conciencia de los pueblos.” (“Un saludo al EZLN”, 13 marzo 2001)

Montemayor reflexionó sobre el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), con el que simpatizó. Al respecto, escribió el ensayo Chiapas: La rebelión indígena de México. (Montemayor, 2000).

En 2008 se integró a una comisión de mediación entre el gobierno federal y el Ejército Popular Revolucionario (EPR) para investigar la desaparición de: Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez. Participó también jurídica y políticamente contra la destrucción del Cerro de San Pedro en San Luís Potosí, por parte de la empresa canadiense New Gold-Minera San Xavier.

Antes de partir, describió el régimen de Felipe Calderón como: “Un estallido constante, en el que la pobreza, la inestabilidad, el desempleo, la desnutrición, el crimen organizado están armando un país indeseable para todos; en 2010 solamente pueden empeorar las cosas”.

En 1995, la Universidad Autónoma Metropolitana le confirió el grado de Doctor Honoris Causa, en diciembre de 2009, también la Universidad Autónoma de Chihuahua le dio el grado.

Pero no hay nada más lejano de la formalidad académica que Carlos Montemayor, siempre rompió los cánones, entre cantar Ópera, ayudar a la búsqueda de desaparecidos, caminar en la Sierra Tarahumara o defender a los indígenas zapatistas del racismo, su vida fue singular.

Tuvo una formación y visión ecléctica, tampoco fue un personaje complaciente con las izquierdas institucionales; revisó las historias de guerrilleros y náufragos de la utopía en las que casi nadie hurgaba; fue un gran poeta que escribió:

“Es el viento que se remonta despertando más allá de nosotros, en la paciencia inconstante de las noches.”

Sobre la formación no curricular de Montemayor y para la vida misma, nos remite Jesús Vargas: “También recibía clases de guitarra, y como dato curioso, el profesor le enseñaba durante las mañanas en el Bar Nueva York. Carlos recordaba con agrado el rincón donde se sentaban, los olores de la cantina que a esa hora estaba limpia y se preparaba la botana y donde lo trataban con muchas consideraciones por ser todavía un niño.”

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