Desde sus comienzos, en sus manifestaciones más primarias y elementales, la historia ha tenido siempre una función social –generalmente la de legitimar el orden establecido-, aunque haya tendido a enmascararla, presentándose con la apariencia de una narración objetiva de acontecimientos concretos. (Fontana, 1999).

Por ello me adhiero –por así decirlo-, a quienes postulan que la historia tiene entre sus funciones esenciales la búsqueda del bien común, del cambio social a favor de los intereses colectivos de los hombres en todas sus dimensiones, y del desarrollo –en el mejor sentido de la palabra- de la humanidad hacia un sendero de justicia, equidad y libertad.

Hace 4 décadas, en México, en 1980 se publica un libro que ahora es un hito: Historia, ¿Pará qué? Un compendio que hurga en la función social de la historia con autores tan disímbolos cómo Carlos Pereyra, Luis Villoro, Luis González, José Joaquín Blanco, Enrique Florescano, Arnaldo Córdova, Héctor Aguilar Camín, Carlos Monsiváis, Adolfo Gilly, y Guillermo Bonfil Batalla.

En las décadas de los 40´s y 50´s con el proceso de institucionalización de la Revolución Mexicana, durante los gobiernos de 1940-1946 Manuel Ávila Camacho, 1946-1952 Miguel Alemán Valdés (primer Presidente no militar), y 1952-1958 Adolfo Ruíz Cortines, se acentúa a su vez el proceso de legitimación del régimen priista a través de difundir una historia oficial de la Revolución mexicana.

Daniel Cosío Villegas y Jesús Silva Herzog son los pioneros del revisionismo. Precisamente en noviembre de 1946, días antes que asumiera el cargo el primer Presidente no ex General del ejército, Cosío Villegas terminó de escribir el ensayo La crisis de México, que publicaría en marzo de 1947 por primera vez en Cuadernos Americanos. Se le ha considerado “el ensayo político más importante” del siglo xx mexicano. En el texto Cosío Villegas apunta que México estaba en una profunda crisis histórica y la Revolución había perdido su rumbo. Hace un rápido repaso por la economía, la historia, la política, la sociedad y la cultura del siglo XX mexicano. La Revolución solo había significado destrucción y fracasaba en la construcción de la democracia:

“El primer fracaso de la revolución era político. El país sustituyó un despotismo con otro. Logró instituir el relevo de los gobernantes pero no hizo del voto la palanca de renovación política. El mérito de la renovación periódica no es menor: la clase política se rehace periódicamente. Pero el voto no es lo que cuenta; lo que importa es la intriga palaciega y, a veces, la violencia.” (Herzog Márquez, 2010).

La tesis planteada por Cosío Villegas acerca de que La revolución había perdido el rumbo, permeó no sólo en los círculos del poder, sino animó precisamente una revisión más objetiva e incluso científica del pasado revolucionario como refiere Luis González. Fue la llave que abrió la puerta a un proceso de crítica a la historia hasta entonces presentada.

Entonces vinieron los primeros acontecimientos de crítica abierta al sistema político emanado de la Revolución Mexicana: el Movimiento de Liberación Nacional encabezado por Lázaro Cárdenas en 1961, el movimiento de los médicos en 1964; el movimiento ferrocarrilero de 1958-1959 encabezado por Demetrio Vallejo y Valentín Campa; y el movimiento estudiantil y popular de 1968.

Más de una década después a los trágicos acontecimientos de Tlatelolco, se decanta la reflexión colectiva en Historia, ¿Para qué? fundada en el revisionismo al que nos hemos referido, pero sobre todo en la constatación de la degradación moral del régimen priista tras el autoritarismo de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, y del papel de la historia frente al pasado, la realidad y el futuro.

Por ello, en el contexto de las deliberaciones acerca del agotamiento del neoliberalismo y del modelo que puede definir un nuevo sistema, más justo, más humano, más fraterno, no se puede mirar solo al sexenio pasado y sus páginas negras, sino tratar comprender los ciclos que ha vivido nuestro país, en los siglos XX y XXI, a saber: Revolución Mexicana, cardenismo, régimen post revolucionario, revisionismo, movimientos de los sesentas, populismo priísta, autoritarismo y represión, guerrilla se los 70’s, neoliberalismo, transición democrática fallida, restauración del PRI, hasta llegar a nuestros días con las perspectivas y retos de fundar la 4ª Transformación de México.

El neoliberalismo es individualismo, egoísmo, en cambio la historia nos demuestra que sin comunidad y colectividad no hay cambio social posible.

Historia, ¿Para qué? Es una reflexión colectiva vigente y básica para analizar un proceso histórico como es la Revolución Mexicana, que implica la gran transformación nacional previa a la 4ª T, por ello extraemos la definición de historia de Arnaldo Córdova: “La historia es, ante todo, memoria del pasado en el presente. Es una recreación colectiva, incluso cuando se la convierte en ciencia, es decir, en explicación, en respuesta a los “porqué” del presente y en afirmación demostrable o sujeta a comprobación. Es el hogar de la conciencia de un pueblo, el contexto objetivo de su modo de pensar, de sus creencias, de su visión de la realidad, de su ideología, incluso cuando es expresión individual. No hay historia independiente de la conciencia colectiva del hombre. Por eso la historia aparece siempre como discusión y reelaboración del pasado; por eso tiende siempre al futuro, como explicación del pasado, en las formas de la utopía y del mito. De ahí su fuerza como forma que adquiere la conciencia social”.

Un gran legado de Historia, ¿Para qué?, significa el presentarnos los cimientos del historiador ante una nueva historia, latente desde la visión de los vencidos. Como una invitación a leer este hermoso libro, y a uno de sus animadores Guillermo Bonfil Batalla –sobre lo que el identifica como “historia india”, suscribo:

“El historiador indio ejerce su oficio en condiciones que es necesario tomar en cuenta al valuar su obra: 1) Dentro de un proyecto político de liberación/descolonización que conduce al intento de crear “otra historia”, con premisas y criterios propios, diferentes; 2) Con datos que han sido tamizados por la visión y los intereses de los grupos no indios dominantes; 3) Con datos de diferente naturaleza y origen que no siempre reúnen los requisitos establecidos para considerarlos datos históricos legítimos; 4) En condiciones de aislamiento y marginación del quehacer histórico académico, ya que comúnmente se trata de historiadores que no han tenido la formación escolar que se presupone en el historiador profesional. Será fácil, entonces, encontrar en algunas obras (si se juzgan sólo con criterios académicos) ejemplos de falta de rigor, inconsistencias metodológicas, escaso discernimiento crítico en el uso de los datos, fundamentación insuficiente en las conclusiones y muchas debilidades más. Sólo es posible apreciar la importancia de esta nueva historia india si se toman en cuenta las condiciones de su producción y el papel social y político que está cumpliendo-como en cualquier obra de historia, finalmente.”

A su vez Carlos Pereyra, señaló que: “Quienes participan en la historia que hoy se hace, están colocados en mejor perspectiva para intervenir en su época cuanto mayor es la comprensión de su origen”.

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