Mi médico preferido… / Por María Luisa Prado

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No entiendo y no alcanzo a comprender por qué mucha gente no cree que exista el COVID19. Me sorprende la estupidez humana.

Me enoja pensar que, mientras el personal sanitario batalla en los hospitales para salvar vidas, en la calle muy pocos respetan las medidas sanitarias y viven desafiando al destino y lo peor de todo, es que parecen burlarse.

Entiendo a la gente que tiene que salir a trabajar y la respeto. Normalmente esas personas sí cumplen con lo que piden las autoridades y son extremadamente cuidadosas con las reglas higiénicas establecidas.

Conozco gente que se la rifa todos los días saliendo a trabajar con mucho temor, pero no les importa porque tienen que llevar el gasto a casa y porque la familia tiene que comer. A ellos mi respeto, reconocimiento y solidaridad.

Y por desgracia conozco a otro tipo de personas que son todo lo contrario. Hacen fiesta en sus departamentos. Salen a la calle sin cubrebocas. No respetan la sana distancia y lo más asqueroso es que tosen sin precaución alguna, regando su saliva alrededor de la gente que se encuentra cerca.

En su insensibilidad, se molestan si les pides que respeten las medidas sanitarias. Se burlan y hacen todo lo posible por justificar su proceder primitivo.

Hace tres meses me toco acudir a consulta con mi estimado y querido Doctor Barrera y platicábamos de esa actitud tan indiferente de la gente. Me decía que lamentablemente no existía solidaridad, y que muchos contagios pudieron haberse evitado con solo respetar las medidas sanitarias más básicas.

Decía que a su clínica llegaban muchas personas con síntomas de COVID19, pero ni aun así creían que estaban contagiados. Solo después de mandarles a realizar la prueba y resultaba positivo, se convencían

Me contaba que era demasiada responsabilidad atender a gente enferma de ese virus, pero que su compromiso era mayor. Que mientras pudiera, estaría atendiendo a quien lo necesitara.

Sin problemas económicos, Barrera podría haber dejado de trabajar y tal vez realizando consultas a distancia, pero su alto grado de profesionalismo, lo llevó a luchar en vivo y a todo color con la salud de sus pacientes, con covid-19 o si él.

Cuidadoso a más no poder, el doctor atendía con una exquisitez. que con el solo hecho de escucharlo hablar, muchos de sus pacientes nos curábamos.

La semana pasada tuve un ligero problema en el estómago y decidí marcarle a mi médico favorito para que me atendiera, obviamente todo por el celular. Su voz, seguramente lograría el milagro de quitarme los cólicos que no me dejaban en paz. 

Me extrañó que no me contestara él. Supuse que estaba ocupado. Una voz de mujer atendió mi llamada. Le pregunté por Barrera. Se hizo un largo silencio. Pensé que estaba fallando mi línea telefónica. Pero, no, no era eso.

¿Señorita, está lista para recibir una mala noticia? – preguntó suavemente la chica. Solo atiné a decir que sí. Mi instinto me decía algo malo estaba ocurriendo.

Con la tristeza a cuestas, me dio la noticia. El doctor Barrera había fallecido hace un mes, víctima del COVID19.

Me contó que la clínica está cerrada desde entonces y que no había tenido tiempo de avisar a sus pacientes de la pésima noticia. Me dijo que todo fue muy rápido y que nadie pudo despedirse de ese magnífico ser humano.  

No quise creerle. Pensé que era una broma de muy mal gusto, pero la forma en que me habló su asistente me convenció por completo. Lloré, lloré, lloré y además me indigné.

Me indigné porque este magnífico profesional siempre estuvo en la línea de batalla, salvando vidas y arriesgando la suya para el bienestar de toda una comunidad, mientras otros, van por la vida inundando de estupidez cualquier lugar que pisan.

No pude despedirme de mi valioso galeno. Me quedo con su dulzura, su experiencia, su disposición de ayudar. Sus palabras sabías y precisas.

Pudo vivir esta pandemia desde la comodidad de su casa, pero no quiso hacerlo así. Murió en la línea de fuego. Murió ayudando a vivir a la gente. Murió sirviendo. No sé si esté conforme de la forma en que se fue. Tal vez tenga coraje, como yo lo tengo de que la gente no se cuida y es irresponsable.

Desde estas líneas lo despido con amor.  Mientras unas lloramos su partida, otros y otras seguirán burlándose y exhibiendo su mediocridad sin creer que el COVID19 no existe.

Con mucho dolor me despido de mi médico preferido… 

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